¿Por qué “celebrar la Eucaristía” es el deber más importante de la familia?

“Celebrar la Santa Eucaristía cada domingo” es el deber más importante de la familia. Es por medio del Sacrificio Eucarístico ofrecemos al Padre Celestial el culto que le es debido. Cristo se ofrece al Padre en sacrificio para reparar la ofensa a Dios causada por nuestros pecados; la Sangre de Cristo nos arranca del poder de los espíritus malignos; le damos gracias al Señor por su infinita misericordia; Cristo intercede por nosotros para obtenernos del Padre las gracias que necesitamos para lograr nuestra salvación. 

No hay nada más importante en la vida del discípulo de Jesucristo que asumir con sinceridad la muerte y resurrección de Cristo. Esto se hace en el Sacrificio Eucarístico que nosotros llamamos tradicionalmente “Misa”. Por este medio el Padre Eterno es sacramentalmente glorificado. Sin embargo casi nadie lo valoriza. Muchos van por rutina, otros tantos por miedo de pecar, otros van distraídos y anhelando que todo termine rápidamente; infinidad de bautizados no van del todo a misa, ni los domingos ni nunca. Esto es una real tragedia, una verdadera apostasía (rechazo a Cristo) práctica.
La razón última es la ignorancia del Misterio de la Redención revelado en el Santo Evangelio. Como no se comprende lo que significa estar en las manos de los espíritus infernales por toda la eternidad, no se valora el significado de que el Verbo de Dios se haya hecho hombre por amor a nosotros. Dios se hizo hombre para arrancarnos de la condenación eterna. Eso no se puede comprender más que por un acto de Fe. Cuando vemos los sufrimientos de los posesos tenemos una levísima pero impresionantísima idea de lo que será el infierno por toda la eternidad. El rechazo de la Eucaristía es el resultado de la acción de los espíritus malignos sobre la inteligencia de las personas: es la ceguera espiritual. 

A Dios se le prueba el amor cuando renunciamos a cualquier otro amor o interés.
Quienes no cumplen con amor el precepto dominical se privan de la fuente de las bendiciones que es el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. En primer lugar pecan gravemente, es decir pierden la gracia de Dios, cuando la inasistencia es producto de la negligencia. Hay un desprecio del Sacrificio del Señor. Tan importante para la salvación es el cumplimiento del precepto dominical que la Iglesia lo ha catalogado como materia de pecado grave. En segundo lugar cierran la puerta a las bendiciones de la semana. Somos capaces de hacer grandes sacrificios por cosas banales, pero somos incapaces de renunciar a nuestro descanso o a otros intereses para darle al Señor la gloria que Él se merece. 

La Misa dominical debe ser puesta en el pináculo de todas nuestras prioridades porque a Dios se lo debe amar sobre todas las cosas y con todo el corazón. Al cumplir con este precepto se abren las esclusas del Cielo y llueven las gracias y bendiciones. Los demonios se conjuran para hacer que en el interior de las familias se descuide el cumplimiento del precepto dominical. Hay demonios de ceguera espiritual, de pereza espiritual y física, de dureza de corazón contra Dios, de críticas amargas contra la Iglesia, de desprecio del precepto; hay gran orgullo y soberbia …etc. El problema es que no vemos la estrategia del enemigo para cortar los auxilios espirituales y las bendiciones. Sin la vivencia comunitaria parroquial, sin la participación a los sacramentos y a la oración de la Iglesia, la familia se va muriendo porque su vida depende de la gracia de Dios. 

La Llama de amor busca renovar y salvar los hogares partiendo de la raíz: el auxilio de su Creador. Es absurdo pensar que la familia se pueda transformar sin tener en cuenta a Aquel que la ha diseñado. Los padres de familia son los pastores con “poder” para guiar y proteger su pequeño rebaño contra la estrategia del maligno enemigo. Son como los vigías puestos por Dios para desenmascarar y poner en evidencia el juego destructor de los entes maléficos y al mismo tiempo están puestos como los grandes maestros de la piedad para sus hijos. El primer deber de los padres de familia es “enseñar a sus hijos a orar”. Capacitarlos para que puedan obtener de Dios las gracias actuales. Ayudarles a ponerse la armadura de Dios (Ef 6,11), la coraza de la Justicia, el ceñidor de la Verdad; enseñarles a utilizar el escudo de la Fe y la espada del Espíritu para que puedan defenderse y vencer al Demonio (Santiago). A ponerse las sandalias del Evangelio para que puedan proclamar el Reino de Dios. 

Es necesario que todos comprendamos lo que San Juan nos revela en sus escritos: estamos, querámoslo o no, inmersos en el combate a muerte entre la luz y las tinieblas. No hay posibilidad de escoger la neutralidad. O estamos por Cristo o contra Cristo. Este combate se realiza en el corazón de cada persona y en el interior de cada familia. Cuando este combate se pierde la familia se hunde en el misterio de la muerte. Esto significa que desde ahora se está bajo el poder de Satanás, el padre de los mentirosos y homicida desde el principio. Para defender su hogar de este enemigo los padres de familia deben dejarse iluminar por Jesucristo. Ese es el papel de la Llama de Amor: iluminar los hogares.

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