ADORACIÓN AL SANTÍSIMO

A PRIMERA HORA SANTA. ESFUÉRZATE PARA QUE ESTEMOS MUCHOS. ( DE págs. 31 a 35) 

Isabel siente en su corazón un fuerte impulso a la adoración al Santísimo Sacramento. El Señor la ha despojado de su casa de habitación. Ya no se siente “en casa”. Ahora su casa es la Parroquia en donde se encuentra Jesús en el Santísimo Sacramento. Consigue que le den la llave del templo para ir a adorar durante las noches a Jesús Sacramentado. Este acontecimiento es de grandísima importancia para la renovación de las familias. El problema central de la “crisis de la Familia” actual es que ya no se ora ni se adora en familia. No nos podemos imaginar cuán terrible ha sido el impacto de la “modernidad” sobre la vida de piedad de los bautizados. En los tiempos de “cristiandad” Dios era el centro de la sociedad y de manera especial de la familia. Se pensaba, de manera general, que lo más importante era la salvación del alma. En los últimos siglos el centro de la existencia del hombre ya no fue Dios, sino el HOMBRE. 

Lo más importante hoy no es la gloria de Dios, ni la salvación de las almas sino el “desarrollo” integral del ser humano. Se considera que una persona “se realiza” cuando cumple sus metas y ambiciones. Por eso vemos que nuestras sociedades y culturas occidentales de hoy son laicistas. Ya no hay espacio para Dios. Dios ya no es el Señor del ser humano ni de la creación sino que “centro” y “señor” de todo cuanto existe es el hombre. Los “enemigos de Dios” lo han convertido en un “enemigo del progreso del hombre”. Por eso tratan de expulsarlo del pensamiento, de la cultura, de la ciencia, de la familia, de la vida civil, de todas partes. A quienes intentamos reconocer a Dios como el Centro de nuestras vidas nos endilgan el sambenito de “atrasados”, “medievales”, “conservadores”, “mojigatos”, “enemigos del progreso”, “oscurantistas” y otras bellezas más. 

El mensaje del Diario espiritual para la renovación de la familia y de la sociedad entera proclama que Jesucristo es el Señor y se le debe adoración porque es Dios verdadero y hombre verdadero; la reparación es una consecuencia de nuestra condición de pecadores. El pecado es una ofensa hecha a la santidad divina y el obstáculo para la salvación de nuestras almas y debe ser reparado. Adoración y reparación a Jesucristo en el Santísimo Sacramento es uno de los elementos básicos de la devoción a la Llama de Amor. “Esfuérzate para que seamos muchos” le dice Jesús a Isabel cuando ésta llega a adorarlo. 

Después del Concilio Vaticano II en muchos lugares se suprimió la “adoración al Santísimo Sacramento” expuesto en la custodia. Esta ha sido una de las “pestes” más graves que ha asolado a la Iglesia. Con el pretexto de que la celebración eucarística es el centro de la liturgia y que la adoración al santísimo opacaba en los fieles el sentido de la primacía de la misa, se hizo a un lado la adoración al Santísimo Sacramento. El resultado ha sido una doble pérdida: al no dar importancia a la presencia real de Jesucristo bajo las especies del pan eucarístico, disminuyó la Fe en la eucaristía, y también disminuyó la participación a la celebración de la Santa Misa. La Llama de Amor nos lleva a redescubrir el valor incalculable de la adoración reparadora ante el Santísimo Sacramento, tal como Jesús lo ha señalado en diversas apariciones y mensajes. Jesús está vivo en el Santísimo Sacramento y es a sus pies que la familia, y especialmente los esposos, encuentran la luz y la fuerza para vivir el sacramento del matrimonio. El cuidado pastoral de la familia debe poner en el centro a Jesús sacramentado.
La Parroquia no es un salón para reuniones sino el lugar donde está presente Jesús vivo en la Eucaristía. 

El Movimiento de la Llama de Amor es ante todo Eucarístico y debe promover en sus miembros el amor a la Eucaristía. Para que la familia y la Iglesia se renueven todos sus miembros: padres e hijos, deben convertirse en adoradores y reparadores eucarísticos. Si no creemos que en el tabernáculo de la Iglesia Parroquial está Alguien vivo, de quien depende TODO, no nos extrañemos de que las Iglesias estén vacías. En Europa, que es el continente que nos dio la Fe católica, ya no hay fe en la eucaristía. Por eso la Iglesia agoniza. Los preciosos templos que antaño estaban llenos de fervorosos fieles están hoy vacíos y se están vendiendo para ser convertidos en bibliotecas, salones de baile, restaurantes, talleres…. ¡Qué pena! Todo eso porque se ha perdido la fe en la presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento. 

Si Cristo no está vivo, para nada sirven las iglesias. Si creyésemos de verdad que Cristo está vivo en la Eucaristía, harían falta las Iglesias para contener a tantos ansiosos buscadores de la felicidad que andan desesperados pretendiendo encontrarla por caminos equivocados. La Virgen nos da el mensaje de su Llama de Amor para que la Iglesia entera se renueve. Esto solamente se realizará cuando creamos y comprendamos que la Eucaristía no es un mito, sino la más poderosa de las realidades. Jesús está vivo en medio de nosotros con su cuerpo, sangre, alma y divinidad en el Santísimo Sacramento del altar.

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