Los consagrados y la Llama de Amor (IV)

El nacimiento de la Llama de Amor está íntimamente relacionado en el plan de la Virgen María con los consagrados. Isabel Kindelmann es una “mujer consagrada a Dios“, no como religiosa, pero sí como laica dentro de una espiritualidad que emana de una congregación religiosa de gran arraigo en la tradición espiritual de la Iglesia: la Orden de Nuestra Señora  del Monte Carmelo. Jesús llama frecuentemente a Isabel “querida hija Carmelita” y le recuerda las virtudes que debe practicar como “auténtica Carmelita” (p 38): la humildad, el silencio, la unión con Él, la vida contemplativa, la aceptación de los sacrificios que Él le ofrece. La Santísima Virgen María le dice: “Mi Llama de Amor va a partir desde El Carmelo. Ellos son los que más me honran, o mejor, son ellos los más llamados para honrarme a Mí” (p 45). “Mi pequeña hija Carmelita, invita a los que viven en la casa K…Todos ellos con gran entrega y amor hacen trabajo misionero a lo largo de todo el país. Que sean ellos los primeros en recibirla. Su misión es sublime y conmovedora. …Lleva dos velas, enciende primero tu pequeña vela y con su llama enciende la otra. Luego pásala a mi querido hijo. Él va a propagarla entre mis doce devotos más insignes” (p 45). 

María habla de doce sacerdotes (y doce templos) dedicados a Ella y a “esta devoción”.  “Los doce sacerdotes a quienes mi Hijo Santísimo eligió, serán los más dignos de cumplir Mi petición” (p 43). Allí se ha de entregar la vela encendida y los que la reciban han de llevarla a sus casas y comenzar la “oración en familia” con este mismo ritmo. A pesar de que estos doce sacerdotes son  los más dignos de cumplir la misión de propagar la Llama de Amor Jesús le pide a Isabel que “cada jueves y viernes ayune a pan y agua por ellos” durante doce semanas. “Yo las quiero hacer dignas (las almas) con gracias especiales” (refiriéndose a los sacerdotes). “Ellos tendrán que hacer lo mismo que yo te pedí, a saber, reparación y sumergirse en mi Sagrada Pasión. Hijita mía, esas doce almas sacerdotales son las mejores del país” (p 32). 

Nos engañaríamos si pensáramos que para transmitir la gracia de la Llama de Amor debemos ser “santos”. Nuestro Señor Jesucristo dice algo sumamente importante: “De entre los más grandes pecadores escojo mis almas, hija mía, para realizar por medio de ellas mi obra redentora. A éstas, si acogen Mi Gracia, Yo les colmo de gracias especiales. A quien siente conmigo y vive para Mí, con Mi amor sin límites le arranco del mundo como he hecho contigo. Sufro tan indeciblemente, mi hijita  Carmelita, y qué bueno es sentir que estás conmigo y unida a Mí, tú también siente Mi amor” (p 37).
La finalidad de la gracia de la Llama de Amor es santificarnos. No necesitamos ser santos para transmitirla. Por ese motivo Jesús pide insistentemente a Isabel que ofrezca ayunos estrictos y vigilias nocturnas por los sacerdotes (p 41). 

Por otra parte la Virgen María le ordena que vaya llevando el mensaje a determinados clérigos. Esto será una dolorosa escuela de humildad para Isabel porque no todos los destinatarios la van a acoger con fe y amabilidad. En diversas ocasiones los sacerdotes desconfían de ella, dudan de sus palabras, y también la humillan con palabras y actitudes fuera de tono (p 50-51, 56-57, 90, 129-130, 132-133, 140, 143, 169-170, etc.). 

Parece contradictorio pero Isabel tuvo que sufrir la oposición de personas piadosas y almas consagradas: “Tendrás que sufrir mucho a causa de las innumerables objeciones que las personas consagradas a Dios harán contra nuestra Causa Santa” (p 87). Actualmente es lo mismo. No faltan sacerdotes y religiosas que no comprendiendo el sentido de la Gracia de la Llama de Amor, se oponen a ella (p 101) y humillan a quienes la transmiten. 

“Tendrás que vivir en continuas humillaciones externas e internas, porque sólo así puedo guardarte para entregar a través de ti mi Llama de Amor” (p 101). “Tus sufrimientos no son vanos pero no te toca a ti preocuparte quién comprenda mi Llama de Amor….Quien actúo soy Yo. Soy Yo quien enciendo la Llama de Amor en el fondo de los corazones. …Sé enteramente humilde. Eres instrumento en nuestras manos” (p 141, 168). 

Este  mensaje y devoción del Inmaculado Corazón de María a las familias se va extiendo  poco a poco por todo el mundo.
“A través de los pocos, los pequeños y los humildes debe comenzar esta efusión grande de gracias que conmoverá al mundo. Ninguno de los llamados debe excusarse ni rehusar mi invitación. Todos ustedes son mis pequeños instrumentos” (p 204). 

Todos aquellos que respondan al llamado de la Virgen María de convertirse en propagadores de la Llama de Amor deberán preparar su alma para el combate espiritual. La Virgen les dice: “¡No tengan miedo confíen en mi poder!” (P 201).

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