Los consagrados y el purgatorio (V)

El amor de Jesús por los consagrados a su servicio se manifiesta de manera especial con las almas de los consagrados que están en el purgatorio. En diversos pasajes del Diario Espiritual de la Llama de Amor el Señor Jesucristo y la Virgen María piden a Isabel Kindelmann que ore, ayune, adore por las almas de los sacerdotes. 

“Cada movimiento tuyo esté marcado con el deseo de querer ayudarlas. Desea en unión conmigo que las Ánimas cuanto antes puedan contemplar mi Rostro. Tanto el ayuno estricto como la oración durante una parte de la noche, ¡ofrécelos por ellas! El ayuno estricto que ahora te pido y la oración de vigilia no la pido tan sólo a ti. Los harás públicos junto con los demás mensajes de mi Corazón: Quien ayuna a pan y agua el lunes, liberará cada vez un alma sacerdotal del lugar del sufrimiento. Quien practica esto, recibirá la gracia de ser librado del lugar de las penas antes de que transcurran ocho días después de su muerte. Esto mismo lo pide Nuestra Madre. Ella apelando a su Llama de Amor me obliga a esto” (p 40). 

Nos encontramos frente al misterio del Purgatorio. La enseñanza de la Iglesia nos dice que nada manchado puede ver a Dios. El catecismo de la Iglesia Católica en los números 1030-1033 y 1472-1479 nos presenta la doctrina segura y clara que nos ayudará a comprender una verdad de fe católica que es muy combatida por el protestantismo y cuya negación ha hecho muchísimo daño a la Iglesia. Tener presente en nuestra vida de cada día la realidad del Purgatorio nos ayuda a evitar el pecado. 

Al pedir a Isabel que ore y se sacrifique por las almas del purgatorio, especialmente por las almas sacerdotales, Jesús nos recuerda la Santidad de Dios. A quien más se le da, más se le exigirá, nos dice Jesús. Los sacerdotes están llamados a llevar una vida de gran santidad, para eso el Señor les concede gracias muy especiales. Es lógico que sus pecados sean considerados ante el juicio divino con mayor rigor. No podemos comprender con nuestras limitadas luces lo que sucede en el momento de la muerte y en el más allá. 

“Pide por los sacerdotes que están agonizando la gracia de la buena muerte. Ofrece a esta intención cada instante del día. ¿Sabes qué gran premio recibirás por eso? En el cielo las almas sacerdotales intercederán por ti y la Santísima Virgen también esperará tu alma en la hora de tu muerte. La vigilia nocturna ofrécela a este fin” (p 41).  

La realidad es  que en el momento supremo los ataques diabólicos contra las almas son mucho más fuertes y los moribundos necesitan de mayor ayuda para poderlos vencer. Los sacerdotes no son ninguna excepción y en el momento de la agonía necesitan gracias y auxilios espirituales muy importantes para vencer el ataque demoníaco. Isabel nos dice: “He pensado en las almas sacerdotales muy olvidadas en el Purgatorio y por ellas quería ofrecer el Vía Crucis también” (p 80). Habla de “almas muy olvidadas” de sacerdotes. ¿A qué se deberá ese olvido? Podría ser porque en general se ha perdido la idea del purgatorio y se piensa que después de la muerte las almas van directamente al cielo; o que el purgatorio es algo muy rápido y ligero. Sobre todo cuando es un sacerdote el que muere pensamos que por estar más cerca de los oficios divinos no pasará por la purificación. 

La devoción a la Llama de Amor renueva en nosotros el amor al sacerdote y nos lleva a orar, no sólo por los ministros vivos, sino de manera más ardiente por los ya difuntos. 

María Santísima intercede ante su Hijo por las almas sacerdotales que están en el Purgatorio y obtiene que sean pronto liberadas cuando se ofrece ayuno estricto en reparación por sus pecados los días lunes. “A los ocho días de haber muerto, se librará del fuego del purgatorio” (p 103-104). Esto es una invitación apremiante para que oremos y ayunemos por los difuntos, especialmente por los sacerdotes y obispos. Jesús “regala” sufrimientos a Isabel para que “tenga méritos que ofrecer por tus faltas y por las almas a Él consagradas” (p 107). 

“Si en cualquier momento, haciendo referencia a la Llama de Amor, rezaran ustedes en mi honor tres Avemarías, cada vez un alma se librará del purgatorio. En el mes de los difuntos (noviembre) al rezo de cada Avemaría, diez almas se librarán del purgatorio. Las ánimas sufrientes deben sentir ellas también el efecto de gracias de la Llama de Amor de mi Corazón maternal” (p 116). 

Por su fidelidad en ayunar a pan y agua todos los lunes, Isabel obtiene del Señor la liberación de varias almas sacerdotales del purgatorio: (p 242-243) (p 296-297). La Devoción a la Llama de Amor renueva la Iglesia haciéndonos vivir la Comunión de los Santos: estamos unidos en Cristo y nuestras oraciones y sacrificios ayudan a vivos y a difuntos. La obra de misericordia más urgente y de mayor beneficio espiritual es orar y sacrificarse por los difuntos.

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