OREMOS INTENSAMENTE POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO

La gracia de la Llama de Amor nos lleva a renovarnos en la vivencia de la doctrina del purgatorio. Todos somos solidarios en las gracias y en el pecado. No vamos solos hacia el Cielo. Vamos en familia, en comunidad, en Iglesia. Para estar bien instruidos vayamos al Catecismo de la Iglesia Católica en los números 1030 y siguientes y al 1472. No debemos prestar oídos a las opiniones de los hermanos protestantes que niegan su existencia basándose en las doctrinas heréticas de Martín Lutero. La negación del purgatorio trae consecuencias muy graves sobre la calidad de nuestra vida de cristianos y sobre los difuntos. En el Diario Espiritual Jesús y María nos hablan varias veces del purgatorio. Nos instan a orar intensamente y a ofrecer sacrificios para  reparar los pecados de las almas que están en el purgatorio, especialmente  a ofrecer por ellas ayunos. Por las almas de los sacerdotes pide ayuno a pan y agua los lunes. El pecado como rechazo del amor a Dios nos merece la eterna separación del Sumo Bien. Nuestra debilidad espiritual congénita favorece que caigamos en la tentación. 

En su infinita misericordia hacia nosotros Dios tiene en cuenta esa debilidad. Para llevar una vida tal como lo exige la santidad del Creador, necesitamos gracias extraordinarias. Por mucho que nos arrepintamos de los pecados esa contrición es insuficiente. No basta para que nuestra alma quede totalmente limpia de la menor mancha. Nada sucio puede ver a Dios. Antes de entrar en la visión beatífica debe el alma purificarse de esas manchas. Todo pecado debe ser reparado. Los que niegan el purgatorio dicen:  Cristo murió por nosotros y nos lavó de nuestros pecados. La realidad de la vida nos hace comprender que si bien es cierto que Cristo murió por nosotros y nos lavó con su sangre también es cierto que con frecuencia caemos en pecado y no nos preocupamos por hacer penitencia. El purgatorio no es un invento de la Iglesia. ¿Cómo una persona que ha vivido de manera perversa va a ir inmediatamente a contemplar el rostro del Señor? Seguramente el buen ladrón obtuvo esa gracia y purgó sus pecados en la cruz, pero la inmensa mayoría de los hombres no tienen interés en reparar sus faltas.

Si estamos conscientes de que todo pecado, el más pequeño, exige purificación, nos esforzaremos por no pecar y trataremos de llevar una vida lo más santa posible. Cuando no oramos y reparamos por las ánimas de nuestros familiares que están en el purgatorio cometemos una gran falta de amor y una gran injusticia hacia ellas. Hay muchas revelaciones privadas que nos ayudan a comprender los sufrimientos de las almas y su gran necesidad de que oremos por ellas. No estamos obligados a creer en esos mensajes, pero por prudencia deberíamos aceptar lo bueno que nos enseñan. Las almas del purgatorio tratan de entrar en contacto con nosotros para que no las olvidemos. Dios se lo permite. Son infinitos los testimonios de personas que han recibido estas visitas o experimentado su presencia a través de sueños y fenómenos que se dan en las casas. Aquí tenemos que ser prudentes para discernir lo que sucede y no caer en errores.

Las almas piden ayuda: oraciones, misas, comuniones, viacrucis, limosnas y obras buenas hechas en su nombre. No es lícito invocar a las almas de los difuntos por medio de prácticas espiritistas como la uija y otros juegos mágicos para saber el futuro, adivinar cosas o entrar en contacto con ellos. Es pecado grave. En vez de almas vienen demonios y nos engañan. Los llamados “psíquicos” que invocan a los difuntos en realidad son espiritistas y debemos huir de ellos. Es lícito pedir a los difuntos que oren por nosotros porque su intercesion es poderosa, pero no debemos buscar la manera de entrar en contacto con ellos. Cuando se ora el rosario de la Llama de Amor se pueden dar fenómenos tales como experimentar mareos, dolores, ganas de vomitar, sentimientos de angustia o miedo, personas que caen al suelo convulsionando, gritando, llorando, etc. etc. Eso es fruto de la acción de Nuestra Señora que pone en evidencia la presencia de espíritus malignos. No hay que tener miedo de eso. Hay que guardar la calma y seguir orando. Es necesario perseverar en la oración y obtener la ayuda de personas con experiencia que nos orienten en el proceso de este combate espiritual.

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