Amar es buscar el bien supremo de la persona Amada

El 10 de Abril de 1962 el Señor dice a Isabel Kindelmann que los lunes ore por las ánimas del purgatorio y el martes por la familia. Estos dos días están íntimamente relacionados. Difuntos y vivos deben estar permanentemente presentes en nuestras oraciones, ayunos, vigilias, comuniones espirituales y sacramentales. El padre de familia debe “ser muy responsable para con su familia”. “Debes conducirlos a Mí…”. La primera responsabilidad de los padres es la de “pastorear” a sus ovejas. Conducirlas como el pastor conduce su rebaño, a Cristo. Muchos padres de familia han olvidado esto. Se preocupan de lo material pero no de la salvación eterna de los suyos.

El amor verdadero consiste en BUSCAR EL BIEN SUPREMO DE LA PERSONA AMADA. Y ¿qué es el BIEN SUPREMO?: la salvación eterna. Que lleguemos a contemplar el rostro de Cristo. La Gracia de la Llama de Amor va dirigida a restaurar la familia cristiana. En estos dos párrafos dedicados a orar por los difuntos y por los vivos, el objetivo es el mismo: conducir a los miembros de la familia a Jesucristo. Los medios son los mismos: “pide ininterrumpidamente mis Gracias para ellos”. Vemos como Jesús va formando el corazón y la mente de Isabel para que pueda cumplir a cabalidad su vocación de madre de familia. El Diario es una escuela para los padres de familia. María y José no pueden faltar en la familia cristiana.

Por eso vemos las dos alusiones: Jesús pide a Isabel que invoque a la Virgen María y ofrezca cada uno de los miembros de su familia a la Virgen para que Ella los tome bajo su protección. Por otro lado Jesús le pide a Isabel que invoque todos los días a San José, Patrono de los padres de familia: “te ayudará con alegría y así tenemos la causa ganada”. Es interesante ver que el cielo y la tierra se unen para lograr la gran causa de Jesucristo: la salvación de todos los miembros de la familia. Hasta que las almas de sus difuntos lleguen al cielo podemos decir que esa familia ha cumplido su vocación y responsabilidad. Hay familias que no han captado todavía el porqué de su existencia. No entienden su historia como familia. Viven solamente el presente material y no se sienten vinculadas de manera apostólica a sus antepasados y a los vivos. No han comprendido que en el Plan de Dios la familia es el instrumento ideado por el Creador para llenar el cielo de “santos”. El peor fracaso de una familia es que alguno de sus miembros se condene por toda la eternidad. La mayor felicidad y gloria para los papás será que todos los hijos lleguen al Cielo. Estos son los valores cristianos fundamentales.Si quienes se casan no los tienen claros van a fundar una familia “según sus ideas personales”, pero no según la voluntad de Dios.

Cuántos padres de familia se sienten, y con gran razón, orgullosos de presentar a sus hijos como triunfadores en esta vida. “¡Todos mis hijos son profesionales!” decía un papá con una satisfacción inmensa. Pero no basta con que tus hijos sean triunfadores en esta vida. Es preciso que triunfen en “la carrera a la vida eterna”. Si quieren ser “Buenos Pastores” de su pequeño rebaño los padres de familia deben en primer lugar formar en sus vástagos la Fe Católica. Esto les permitirá tener los criterios claros para caminar sin tropiezos por el camino que conduce a la vida eterna. Este es el principal deber de un padre de familia. No tendremos éxito si queremos forzar u obligar a los hijos a “comportarse” moralmente. Eso brota del corazón. Aquel que ha vivido desde niño de manera integral los valores cristianos en el seno del hogar los vivirá gustosamente de adulto. La tarea principal de los padres de familia es la de ser “Buenos Pastores” que formen el corazón de sus hijos en el amor a Dios.

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