EL SufrIMIeNTO DE Dios ANTE EL PECADO DEL HOMBRE

Por primera vez aparece la Santísima Virgen en el Diario. Isabel dice: “Después de poco tiempo oí la dulce voz en el silencio de mi alma”. Una pregunta se nos impone: ¿Será en verdad la voz de la Virgen o imaginación que SUFRE Isabel? ¿Puede la Virgen hablarnos? No hay ningún impedimento para que la Virgen pueda hablarnos en el interior de nuestra alma. Ella nos contempla en Dios y se comunica con nosotros por voluntad de Dios. En definitiva la voz de María Santísima es una comunicación espiritual que se nos hace por voluntad y permisión de Dios. Los ateos no hablan con Dios. Hablan consigo mismo. Los protestantes hablan con Dios, pero no hablan con la Virgen, ni con los santos, porque su manera de pensar les impide abrir esa maravillosa puerta del diálogo con la Madre de Dios y nuestros hermanos del cielo. Los católicos hablamos con Dios, con la Virgen, con los ángeles, con los santos, con nosotros mismos, y evitamos hablar con el Diablo. Me llama la atención a lo largo de los escritos de Isabel cómo el corazón de la Virgen María y de su Hijo son corazones “humanos”. Tenemos la idea de que María Santísima y Jesús por estar en el “cielo” no sienten. ¿

Acaso el hecho de estar en el cielo convierte los corazones de los santos en corazones de “plástico”, insensibles al dolor? Si así fuese dejarían de ser corazones humanos. No podemos explicar a cabalidad lo que significa la “visión beatífica”, o en otras palabras “estar en el Cielo”. Es algo que nos sobrepasa. La teología nos enseña que el alma que ha llegado a contemplar el rostro de Dios no sufre. Ya no hay dolor como consecuencia del pecado. El dolor es un mal que proviene de nuestro alejamiento de Dios. ¿Será pues que la Virgen y Jesús nos engañan cuando expresan sufrimiento, llanto, dolor en sus apariciones? ¿Será puro teatro de la parte de Jesús y de María Santísima para que nos portemos bien? ¿Un chantaje, muy santo, pero al fin y al cabo un chantaje? No podemos pensar de esa manera. Donde hay amor y éste no es correspondido, hay un sentimiento que podemos calificar de sufrimiento. ¿Será un mal el sufrimiento?

El pecado es el mal verdadero. Podemos sentirnos felices, ser felices y experimentar el sentimiento del dolor por el ser amado que rechaza los medios para ser feliz. El que ama sufre cuando el ser amado no es feliz. El corazón que ama experimenta una sensación de tristeza, sobre todo si se trata de un padre de familia que ha hecho por sus hijos todo lo posible e imposible para que sean felices y éstos no quieren tomar los medios para serlo. En el Antiguo Testamento hay pasajes, como en el profeta Oseas, donde se nos descubre el corazón de Yahvé abrumado por el dolor. En el Diario de Isabel se transparenta este misterioso dolor de Dios por el pecado del hombre. En cierto sentido Dios sufre, el Corazón de Jesús sufre, la Virgen sufre, los santos sufren, los ángeles sufren, el Cielo entero sufre cuando nosotros no amamos a Dios como Él se lo merece. En el amar a Dios sobre todas las cosas está la felicidad del ser humano.

En el Diario Espiritual nos encontramos con dos corazones tan perfectos en el amor que se expresan con toda la gama de las emociones humanas. El Corazón de Jesús y el de María son total y perfectamente humanos. Vulnerables como los nuestros ante el dolor. Por el contrario nos vamos a encontrar con el Demonio. ¡Frío! ¡No tiene corazón! No siente. No ama. Solamente cabe como emoción en su naturaleza angélica deshonrada el odio. La Virgen inmediatamente lleva a Isabel a su Hijo: “Adora, repara a mi querido Hijo muchas veces ofendido”. Esas dos primeras palabras: “Adora y repara” se convierten para Isabel en el punto de referencia para discernir si las palabras vienen de la Virgen o del Demonio: éste nunca podría decir “adora y repara”. Tenemos algo que aprender: la Virgen nos lleva a Jesús, a adorarlo y a reparar las ofensas que se cometen contra Él. Satanás nos lleva lejos de Jesús.

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