EL VALOR DEL SUFRIMIENTO

“Cuando naciste, sobre la historia de tu vida, escribí también el sufrimiento y sigo escribiéndolo hoy también hasta tu último día, pero lo ilumino con mi gracia para que veas su valor…Cuando hayas llegado verás delante del trono de la Santísima Trinidad el valor del sufrimiento que nunca pasará ni se opacará”. “Ofrece los sufrimientos que te ofrezco por los que no tienen fe… (DE 19-5-1963). Con estas palabras Jesús anima a Isabel a aceptar los numerosísimos sufrimientos que Él escribió en su vida. Es de capital importancia en el Diario Espiritual la enseñanza de Jesús y de María sobre el valor del sufrimiento en la Devoción a la Llama de Amor.  Las familias católicas deben ser transformadas desde el interior para que puedan ser luz del mundo y sal de la tierra. Uno de los puntos más importantes, si no el más importante, es que todos en el hogar comprendan el valor del sufrimiento a los ojos de Dios. 

Si cada uno en el seno del hogar acepta por Fe que el Señor lo llama a participar en la redención del mundo a través del dolor, del sufrimiento y del sacrificio, la familia entera se transformará. Se convertirá en luz para muchos hogares que están desorientados y sometidos al poder de las tinieblas. Si el sufrimiento no tuviera valor entonces Cristo lo hubiera rechazado de su vida. Dios quiso salvar las almas por los dolores de su Hijo. No hay otro medio. El poder de Cristo, su gloria, está en los dolores de su pasión. El poder de las familias para derrotar las estrategias de  Satanás está en que unan los sufrimientos que Dios les da a los sufrimientos de Cristo crucificado. Jesús le pide a Isabel que sufra por la conversión de los pecadores, por la salvación de aquellos que están en agonía, por la liberación de las almas del purgatorio, por la salvación de sus hijos. Los sufrimientos de que habla Jesucristo son en primer lugar las renuncias de cada día a las ocasiones de pecar.

La lucha contra las tentaciones de Satanás implican siempre dolor, sufrimiento, desprendimiento, alejamiento de aquello o aquellos que nos invitan a obrar en contra de la Ley de Dios. En segundo lugar tenemos los que provienen del cumplimiento de los deberes de estado. Ser fiel a las obligaciones y responsabilidades implica también dolor, renuncias a otras opciones y posibilidades, que aunque buenas no son la voluntad de Dios. En tercer lugar tenemos los sufrimientos extraordinarios que Dios permite o nos envía para nuestra santificación: enfermedades, persecuciones, calumnias, fracasos, pobreza, circunstancias dolorosas de todo tipo, etc….  En muchas familias Dios se escoge víctimas inocentes de las cuales se servirá para llamar a los demás miembros a la conversión. Con frecuencia se trata de acontecimientos que llevarán a la reparación y expiación de los pecados de los ancestros.  

La virtud de la Fe lanza un rayo de luz sobre esos momentos de incertidumbre y nos ayuda a transformar el dolor en esperanza, en paz, en serenidad y hasta en alegría. Con frecuencia la perseverancia en el Sacramento del matrimonio depende de la aceptación heroica de los dolores infligidos por el cónyuge infiel o víctima de una enfermedad psíquica. Ofrecer a Dios estos sufrimientos que acongojan el hogar, o soportar los defectos del cónyuge y de los hijos o de los hermanos, o de los padres, es la llave que convierte a las familias en portadoras del efecto de gracia de la Llama de Amor a otros hogares. De las familias santas depende la salvación de las familias hundidas en el pecado. Vamos a “apagar fuego con fuego” nos dice la Virgen. El fuego del Amor de su Llama vencerá al fuego del odios de la Llama de Satanás.

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