LA LLAMA DE AMOR VIENE EN AUXILIO DE LAS FAMILIAS

Es prácticamente imposible encontrar una palabra que encierre exactamente todo lo que se relaciona con ese mundo que nos rodea, que no vemos, y que no es el mundo del Espíritu Santo. Los términos ocultismo, esoterismo, espiritismo, satanismo, luciferismo, magia, hechicería, santería, etc. etc. solamente dan cuenta de algunos aspectos de él. Prefiero llamarlo  “mundo demoníaco”  con la intención de englobar todo lo que se refiere a la influencia de Satanás. San Juan de la Cruz dice que lo que se refiere al Demonio es muy oscuro. Nos quiere dar a entender que nuestras capacidades intelectuales no nos permiten comprender toda la acción de los espíritus malignos y sus asociados. Que fácilmente podemos ser víctimas de la malicia de este mundo perverso (porque se ha desviado del amor a Dios) que por estar integrado por seres espirituales opuestos a Dios nos pueden fácilmente engañar y perjudicar gravísimamente en todos los sentidos. 

El  Creador tiene un designio sobre nosotros: que lo conozcamos, lo amemos y le sirvamos mientras vivimos en esta tierra y después de la muerte vayamos a gozar por toda la eternidad de su amor infinito. Lo que debemos saber es que ese mundo oculto surgió contra la voluntad de Dios y como fruto de la ceguera espiritual de un número no definido de seres espirituales creados por Él que se revelaron contra los designios del Creador. Esos seres espirituales soberbios y rebeldes a Dios los llamamos demonios. Están llenos de odio a Dios y a nosotros. Nada bueno debemos esperar de ellos y debemos rechazar cualquier contacto con ellos porque siendo más inteligentes que nosotros nos conducen a su propia rebeldía contra el Creador. La búsqueda de contacto con los demonios y su mundo oscuro es en en sí un pecado grave porque transgredimos la Ley de Dios que nos lo prohibe y además nos exponemos a la terrible malicia de esos seres perversos. Dios en su infinito amor nos protege de ellos por los ángeles buenos, especialmente por nuestro ángel custodio. 

El Creador nos hizo libres para que pudiéramos merecer el Cielo. El primer gran engaño del Demonio contra el hombre fue la caída de Eva y de Adán quienes escucharon a la Serpiente y creyeron en ella en vez de creer en Dios. Esta caída o pecado original abrió a los demonios las puertas para dañar al hombre y a la creación. Desde la caída de nuestros primeros padres la malicia de los demonios se ha dedicado a perjudicar por todos los medios al ser humano y a la creación misma. Por su naturaleza angélica estos ángeles caídos tenían como misión servir al hombre para conducirlo a Dios. Cuando se convirtieron en demonios por su rechazo a hacer la Voluntad de Dios, cambiaron su ministerio y se dedicaron a tentar al hombre para arrastrarlo a la condenación eterna. La lista de tentaciones y de males que sufrimos de parte de ellos es infinita. 

Cuando una persona se abre al mundo demoníaco bajo cualquiera de sus formas le abre también puertas por medio de las cuales los espíritus malignos lo irán manipulando y afectando gradualmente en todas sus facultades. Debemos rechazar con toda entereza las oportunidades que los demonios nos ofrecen para que entremos en contacto con ellos. Si no fuera porque Dios limita sus poderes, nos destruirían en un segundo. La única manera de escapar del poder de las tinieblas y salvarnos de la condenación eterna a la cual quieren arrastrarnos es Jesucristo. Cuando Adán y Eva pecaron Dios les prometió un Redentor que es su propio Hijo. El Verbo de Dios se encarnó para salvarnos. Por su pasión, muerte y resurección Cristo nos salvó del poder de Satanás y los suyos. El único camino para resucitar con Cristo es creer en Él y apropiarnos la redención que nos ofrece. Todo esto parece un argumento de telenovela de ficción. Si no fuera porque Dios lo ha revelado a la largo de la historia de la humanidad por medio de las Sagradas Escrituras caeríamos en lo “irracional”. 

Cuando hablamos de la Llama de Amor tenemos que mirarla desde este punto de vista de la divina revelación para poder comprenderla como un auxilio extraordinario para este tiempo.  Las enseñanzas de la Iglesia en el Catecismo Católico nos permiten conocer y dar sentido a las constantes tentaciones que experimentamos de parte de los espíritus malignos. Éstos igual que lo hicieron con Eva y Adán van a emplear los mismos métodos para cegarnos la inteligencia y esclavizarnos. Necesitamos luz en la inteligencia y amor en el corazón para poder rechazar las constantes propuestas engañosas que vienen de los espíritus infernales. La Jaculatoria es tan eficaz que los aleja cuando se están acercando y también  los pone en evidencia cuando ya estamos afectados por ellos en mayor o menor grado. Es necesario que las familias tomen muy en cuenta el mensaje de la Llama de Amor y busquen la manera de introducirla en su vida de piedad. Así se comienza la transformación de los corazones afectados por la acción de estos ángeles perversos que nos ciegan, atan y atormentan.

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