PARA SER TESTIGOS Y PROFETAS HAY QUE ORAR Y AYUNAR

Para que la Iglesia pueda sobrepasar con éxito la gran crisis de Fe que la agobia es necesario que las familias se renueven rápidamente desde lo más profundo. Para eso es indispensable que los padres de familia ejerzan intensamente su profetismo y llamen a la conversión a sus hijos. Profeta es aquel que habla de parte de Dios y los padres de familia deben hablar de parte de Dios a sus hijos. No se puede ser buen profeta sin oración y ayuno, porque el primero que debe convertirse es el mismo profeta. Los padres de familia deben asumir su vocación profética, como Isaías, que tuvo que ser purificado por el fuego (Is 6,6-7).  El serafín tomó del altar un carbón encendido y quemó los labios  del profeta para borrar sus pecados. En el Diario Espiritual van profundamente unidos el testimonio, la profecía y el tríptico: oración-ayuno-sacrificio. Jesús lo dice: “Esta clase de demonios no sale si no es con oración y ayuno” (Mt 9,29). El testimonio, la profecía, la oración, el ayuno han de ir juntos. 

En el Diario Espiritual vemos cómo el Señor irá educando a Isabel Kindelmann en la práctica de aquellos elementos de la vida cristiana que le permitirán ser “testigo y profeta” de la Llama de Amor, no solamente en su familia, sino para su entorno y para toda la Iglesia. Isabel no es un modelo perfecto de madre de familia. El mismo Jesús pone en evidencia sus defectos, entre los que sobre sale su mal carácter. Sin embargo Dios la llama a servirle y le pide que luche contra sus deficiencias personales.  Lo notable es que Dios no nos llama porque seamos santos, sino para “hacernos santos”. Esta mujer, madre y viuda, obrera y feligresa tiene una doble vocación profética y testimonial. Primeramente para el interior de su familia. En segundo lugar para toda la Iglesia y la humanidad entera. Su vocación es “extraordinaria” en el sentido de que Dios la destina a dar un mensaje que ha de cubrir a todo el pueblo de Dios. 

Todo padre de familia que quiere seguir a Cristo ha de asumir esta doble vocación: ser auténtico profeta para el interior de su hogar y para su entorno que va más allá de la intimidad familiar (ámbito parroquial, profesional…). No hay ningún “profeta” perfecto y plenamente exitoso. Más bien podríamos decir que todos los profetas fracasaron aparentemente en su intento de lograr la conversión de Israel. Este pueblo de duro corazón y ruda cerviz no escuchó a los profetas. Ni siquiera Jesús Nuestro Señor logró la conversión de sus enemigos, los sacerdotes, escribas, fariseos. ¿Fracasó Jesús como profeta? ¡No! Si hoy estamos salvados es porque Jesús tuvo éxito pleno en su misión y vocación.

Hay una triple acción profética  en el interior de la familia. El marido debe ser profeta para su mujer, y la mujer para el marido. Los esposos deben ser profetas para sus hijos. Los hijos deben ser profetas para sus padres. Esta vocación de “todo cristiano” (anunciar a Jesucristo) la llevamos junto con nuestras debilidades: “Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros” (2 Co 4:7). El ayuno y la oración intensa desatan en el interior de la familia el “poder del Espíritu Santo” que es capaz de contrarrestar  todas las potestades infernales que están destrozando a numerosísimos hogares. 

La Virgen viene con su Diario Espiritual a educarnos en el rudo camino del Evangelio en donde no nos da lecciones teóricas sino que nos pone como un ejemplo a una simple madre de familia como hay infinidad. Jesús pide a Isabel que ayune a pan y agua los lunes, los jueves, los viernes para obtener gracias determinadas, con el fin de enseñarnos que por medio de la oración y de la privación de alimentos  (ayuno) se obtiene la victoria contra Satanás. Hoy la Iglesia entera debe tomar conciencia de la gravedad del momento. Es una gran esperanza para aquellas familias que están agobiadas y sin esperanzas por tantos problemas de variada índole. Es necesario ayunar y orar para obtener  la conversión del cónyuge, de los hijos, para obtener la liberación de los ataques demoníacos, para romper los maleficios de ruina, para recuperar la Esperanza y la Paz de los corazones.

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