PROFETAS DE CRISTO CRUCIFICADO

El propósito  de Satanás consiste en apartarnos del verdadero Cristo. Busca engañarnos haciéndonos creer que estamos bien cuando nos fabricamos y seguimos a un Cristo “a mi manera”. Engañó a los sumos sacerdotes, levitas,  escribas, fariseos, saduceos, esenios. Conocían muy bien las escrituras. Sin embargo no conocieron a Jesús. Lo rechazaron. También engañó a los discípulos; a Pedro y sobre todo a Judas. Esperaban un Mesías glorioso. Juan y su hermano Santiago pidieron ser los primeros ministros de su “reino” y los demás Apóstoles pretendían lo mismo. Aún después de la resurrección le preguntaron: ¿Es ahora cuando vas a establecer tu reino? (Hch 1,6). El reino de Jesús no es de este mundo. Es el reinado del Espíritu Santo lo que Jesús pretende: “ustedes recibirán una fuerza, cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, y de este modo serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8). El Señor fue muy claro con los discípulos. Les dijo: “Si alguno quiere venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”(Mt 16:24).

El Evangelio nos obliga a cambiar de mentalidad. A abandonar al falso Cristo que nos hemos fabricado para seguir al verdadero Cristo que Dios nos ha enviado. En el interior de cada hombre que se topa con Jesucristo se produce esa lucha entre el “hombre viejo y el Hombre Nuevo”. “Despójense, en cuanto a su vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias, renueven el espíritu de su mente, y revístanse del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad” (Ef 4:20–24). Esa lucha es contra Satanás que está detrás del “hombre viejo”. En el Diario Espiritual la Virgen dice: “Satanás quiere reinar en los hogares”. No quiere que nos revistamos de Cristo para ser criaturas nuevas. Su objetivo es que sigamos viviendo en el pecado. El Demonio quiere que frustremos nuestro bautismo.

La gracia de la Llama de Amor busca el establecimiento del Reino de Cristo en el interior de los hogares. Despojarse del “hombre viejo”, de la antigua manera de vivir para revestirse de Cristo. El apostolado principal de los padres de familia  el de profetizar a sus hijos el verdadero Cristo. El Cristo crucificado. La gracia de la Llama de Amor no tendría sentido si se limitase a la recitación del rosario y de la jaculatoria. Ya hay muchas devociones que nos ayudan a orar. Lo propio y original es el “efecto de gracia” que consiste en “revestirse de Cristo”. La Redención que Cristo nos obtuvo con su muerte en la cruz espera ser acogida por cada hombre. Si no se “acoge a Cristo crucificado” no hay salvación. Acoger a Cristo en el corazón consiste en renunciar  al pecado (Col 3,5-10) y vivir según nos lo enseña Jesús.

Esto implica una batalla permanente contra el “mundo, el demonio y la carne”. Dios pone a los padres de familia como profetas de Cristo en el interior del hogar.  Deben estar siempre vigilantes para anunciar a sus hijos a Cristo crucificado y para denunciar el pecado (Ez 33,1-10). Fallarían gravemente a su vocación si no ayudan a sus hijos a renunciar al pecado y peor aún si “favorecen el pecado” o les proporcionan “ocasiones de pecado”. Así tenemos a padres de familia que en vez de ser profetas se convierten en “perros mudos” que ven al ladrón entrar en su casa y no ladran (Is 56,9-12). Es muy duro ser profeta en su propia casa, pero es el principal deber del padre de familia. La gracia de la Llama de Amor viene en su auxilio protegiendo y defendiendo el hogar, y dando un arma eficaz para atacar la obra del enemigo.

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