DE LA ACCION DIABÓLICA EN EL INTERIOR DE LA FAMILIA (3)

(Estudiar Catecismo de la Iglesia Católica: Redención, números: 55, 190, 235, 312, 401, 432, 494, 517ss, 587, 613, 616, 635, 669, 776, 1026, 1079, 1163, 1360ss, 1692, 2630, 2839).

La fuerza de los padres de familia contra Satanás, que como león rugiente quiere devorar a sus hijos, es la SANGRE DE CRISTO. Esta expresión (Heb 9,14; 1Cor 10,16; Ef 2,13; 1Pe1,19) “Sangre de Cristo”, se refiere al Sacrificio de Nuestro Señor en la cruz. Es Cristo crucificado. La epístola a los Hebreos nos dice:   ” Pues si todo eso tiene poder, más poder tiene la sangre de Cristo. Porque por medio del Espíritu, que vive para siempre, Cristo se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio sin mancha ni pecado. Su sangre nos purifica, para que estemos seguros de que hemos sido perdonados, y para que podamos servir a Dios, que vive para siempre”(He 9:14). San Pablo nos habla de la armadura de la que debemos revestirnos para luchar contra las potestades infernales que vagan por los aires (Ef 6,10-20). Esa armadura es la Sangre de Cristo. 

Los demonios solamente tienen poder sobre las personas y las familias que no han entregado conscientemente su vida a Jesucristo. Entregar la vida a Cristo en primer lugar significa “renunciar a todo lo que es pecado”, a todo lo que “ofende a Dios”. En segundo lugar significa: organizar la propia vida y la de nuestra familia de tal manera que vayamos juntos poniendo en práctica el Santo Evangelio. Se trata de seguir a Cristo cargando todos y cada uno la Cruz del Señor. “El que quiera venir en pos de Mí, que cargue con su cruz y que me siga” dice Jesús. En el Diario Espiritual vemos que lo primero que Jesús le pide a Isabel es precisamente esto. ¡Renúnciate a ti misma! Y para poder cumplir con este mandato le dice: “¡Acude a mi Madre! ¡Ella te ayudará! El Diario Espiritual es una escuela en la que aprendemos a entrar en el Misterio de la Sangre de Cristo. 

Muchas personas se dicen cristianas, pero en realidad no lo son, porque no han tomado sobre sí de manera consciente la cruz que el Señor ha destinado para ellas. Se dicen devotas de la Sangre de Cristo porque van a visitar la imagen del crucificado, la veneran, van a las procesiones, rezan las oraciones, pero todavía su vida y la de su familia no han tomado sobre sí la lucha contra el pecado. Rezan, pero viven en fornicación o en adulterio, van a las procesiones pero siguen entregadas a la embriaguez, llevan el crucifijo pero son totalmente irresponsables con sus deberes de padres de familia, hacen novenas a la Sangre de Cristo, pero tratan al prójimo sin caridad. Este es uno de los principales engaños de Satanás: la ceguera espiritual.  No darse cuenta del pecado en la propia vida y en la de los hijos. 

El poder de la Sangre de Cristo comienza en nosotros cuando tomamos conciencia del pecado en nuestras vidas. Jesús felicita a Isabel cada vez que ella se arrepiente de sus pecados, y por consiguiente cuando los confiesa ante el sacerdote. Los padres son testigos de Cristo en el interior de los hogares cuando ellos son los primeros en renunciar al pecado: a todo lo que ofende a Dios en sus propias vidas, y son profetas cuando ayudan a sus hijos a comprender que lo malo que hacen es algo que hiere el Corazón del Padre celestial. La gracia de la Llama de Amor, si bien es gratuita, exige también coherencia entre lo que pedimos y lo que hacemos. Si solicitamos de la Virgen María que “derrame el efecto de gracia de su Llama de Amor sobre nuestra familia y sobre toda la humanidad”, esta gracia no puede derramarse si le ponemos obstáculo.

Lo que impide que la Llama de Amor se encienda y transforme las familias es lo que la Palabra de Dios llama “pecado”: lo que nos aparta de Dios. “A Dios rogando y con el mazo dando” dice el proverbio. De nada sirve rezar si no tomo los medios para vencer al maligno. Rezamos entonces como el fariseo que fue al templo a vanagloriarse de su vida “de piedad”, pero que no salió justificado. Rezaba con los labios pero su corazón estaba lejos de Dios. Cuando un padre de familia no es testigo de Cristo en el seno de su hogar, peca gravemente porque no da el ejemplo de santidad de vida al que está obligado por su condición de cristiano y de padre de familia. Cuando no es “profeta”, es decir cuando no anuncia a Cristo y denuncia el pecado de sus hijos, también peca porque deja que sus sus ovejas sean víctimas del “lobo”. 

Si los padres no tuvieran al alcance de la mano los medios para realizar perfectamente su vocación y su misión, serían inocentes, pero la realidad es que Dios siempre da todas las gracias que se necesitan cuando las pedimos. No cabe duda de que el Rosario piadosamente rezado en familia es  el primer paso para obtener las gracias que se necesitan. El resto viene como consecuencia. Comencemos por lo primero: establezcamos en el seno del hogar la oración personal y la oración en familia. No nos extrañemos de que haya resistencia a orar en familia. Hay que perseverar sin desmayar en el esfuerzo hasta que Dios toque los corazones. Sin oración no hay gracia de Dios.

Comparte la Llama de Amor

2 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *