PEDRO, JUDAS, LOS APÓSTOLES Y SATANÁS

Todos los seres humanos estamos sujetos a los ataques de Satanás que busca nuestra perdición eterna. Con mayor razón los sacerdotes, que identificados con Cristo por el orden sacerdotal suscitan el odio visceral del demonio. Si cada hombre debe protegerse de la acción de maligno, con mayor razón los sacerdotes deben tener claro en su mente que el enemigo los perseguirá a muerte y sin cesar.

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La Virgen pide la unidad de todos para vencer a Satanás.

El odio satánico ha contaminado el mundo y tiene por objetivo condenar al mayor número posible de almas. Dios quiere derramar a través del Corazón Inmaculado de María su Amor infinito con todas sus fuerzas en nuestros corazones. La Virgen experimenta en su Corazón la ardorosa urgencia de transmitirnos ese fuego de Amor que Dios ha puesto en Ella. El “efecto de Gracia de la Llama de Amor” es hacer explotar el odio satánico que está condenando los corazones de muchísimos seres humanos”.

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Tomen también … LA ESPADA DEL ESPÍRITU QUE ES LA PALABRA DE DIOS. (Ef 6.17)

En este combate no puede haber victoria de nuestra parte si no hay un auxilio que venga del Cielo. Somos incapaces de vencer a los demonios por nuestras propias fuerzas; la naturaleza humana comparada con la naturaleza angélica es inferior en fuerza y astucia. Nuestra victoria depende del Amor infinito que Dios nos tiene y de la súplica insistente que elevamos al Padre Celestial

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Tomen también el CASCO DE LA SALVACION (Ef 6.17)

El demonio no puede penetrar en la inteligencia y en el corazón y someterlo a su voluntad a no ser que la persona libremente le dé entrada. Génesis 3 nos describe la caída de Eva bajo el ataque de la Serpiente. Ésta despliega toda su astucia para convencer a la primera mujer de que Dios los engaña cuando les ordena que no coman del fruto del árbol. Eva sucumbe frente a la tentación por no haber cortado de tajo desde el primer instante los avances del enemigo. Ella le prestó atención, lo escucho, razonó a partir de las sugerencias engañosas del enemigo y sucumbió.

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SOBRE TODO, TOMEN EL ESCUDO DE LA FE

El escudo era pues un arma defensiva de primera importancia, indispensable en el combate. San Pablo en varios de sus pasajes nos incita a pelear el buen combate (1 Co. 9:25 y ss.; Fil. 1:30; 1 Ti. 1:18; 6:12; 2 Ti. 4:7) contra un enemigo que ya ha sido vencido por Cristo (Col. 2:15) en la Cruz, pero que todavía puede hacernos caer si nosotros no endosamos la armadura para defendernos de sus estratagemas.

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SOLAMENTE LA IGLESIA NOS HABLA CORRECTAMENTE DEL DEMONIO

Actualmente en muchos países se ha borrado casi por completo la enseñanza tradicional de la Fe católica sobre Satanás y sobre el castigo eterno para el pecador. Casi no se predica con propiedad acerca del Juicio particular y final, ni se aborda el tema de la condenación eterna y del infierno. Hay como un velo de silencio que deja a los fieles con grandes interrogantes y lagunas. La catequesis de los niños en bastantes países de tradición católica ha sido enormemente deficiente. A medida que las ciencias exactas y humanas avanzan reduciendo el saber a lo controlable, el terreno de las realidades espirituales se ha ido esfumando.

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REVESTIRSE CON LA CORAZA DE LA JUSTICIA (Efesios 6,14)

Sin Fe en Dios es imposible la salvación. La justificación exige de parte del pecador un proceso de conversión. Tomamos conciencia de lo que significa ser pecador, nos duele haber ofendido a Dios, nos arrepentimos, renunciamos conscientemente al pecado y nos adherimos a Jesucristo por el Bautismo, rechazando a Satanás. Se da una activa y permanente colaboración con la gracia de Dios para rechazar el pecado que ya no debe tener lugar en nuestra vida. Los sacramentos nos impulsan constantemente a llevar una vida separada del pecado. Aquí debemos hacer notar una diferencia muy importante entre la concepción tradicional de la Iglesia y la manera de ver errónea del protestantismo acerca de la justificación.

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