SOLAMENTE LA IGLESIA NOS HABLA CORRECTAMENTE DEL DEMONIO

Revelar al mundo la existencia del Demonio y del Infierno es un grandísimo acto de caridad. Dios nos ama infinitamente cuando nos revela a través de su Santa Palabra, de los profetas y sobre todo de su Hijo, la existencia del mundo de las tinieblas y del Infierno eterno. Movidos por un falso amor y por un equivocado sentido de la ciencia hay personas que se empeñan en negar la existencia del Demonio y del Infierno. Piensan que se trata de mitos y de interpretaciones equivocadas de las Sagradas Escrituras. Hemos pasado de un extremo al otro. Hubo épocas en las que la predicación tanto católica como protestante insistía excesivamente en el temor al infierno y al Demonio para llevar a los hombres a la conversión. Muchos predicadores abusaban de la retórica del miedo pensando que así lograrían en sus oyentes el arrepentimiento de sus pecados. 

Actualmente en muchos países se ha borrado casi por completo la enseñanza tradicional de la Fe católica sobre Satanás y sobre el castigo eterno para el pecador. Casi no se predica con propiedad acerca del Juicio particular y final, ni se aborda el tema de la condenación eterna y del infierno. Hay como un velo de silencio que deja a los fieles con grandes interrogantes y lagunas. La catequesis de los niños en bastantes países de tradición católica ha sido enormemente deficiente. A medida que las ciencias exactas y humanas avanzan reduciendo el saber a lo controlable, el terreno de las realidades espirituales se ha ido esfumando. Para muchos bautizados ya no hay juicio particular ni juicio final, ni cielo, ni infierno, ni purgatorio, sino solamente la vida material que termina con la muerte. Lógicamente ante la pérdida de la virtud teologal de la Esperanza, la eutanasia viene siendo el recurso anhelado contra el dolor insoportable. Se ha terminado por perder la Fe en la Vida más allá de la muerte. El mensaje de la Llama de Amor es totalmente providencial para que los católicos en primer lugar abramos los ojos y tomemos conciencia de la gravedad del asunto. Hemos sido creados para gozar de la felicidad eterna. Dios nos llama para vivir y morir en su Gracia Santificante. 

El Cielo, la participación en la felicidad divina por toda la eternidad, es nuestro destino como hijos de Dios. El infierno, la separación eterna de ese Dios infinitamente feliz, es una terrible posibilidad para todos los seres humanos. Se trata de un dogma de Fe divina y católica, claramente manifestado en la Palabra de Dios. Seremos juzgados por Dios al final de nuestra vida sobre nuestros actos, y corremos el riesgo de ser condenados a vivir alejados de Dios en las tinieblas eternas. Esta realidad no nos debe angustiar porque hemos sido redimidos por Cristo y hemos recibido todos los medios para evitar la condenación eterna. Sin embargo es un hecho de que para hacer efectiva la redención de Cristo es necesario aceptarla con total libertad y coherencia de vida. 

Ayer, hoy y siempre, ha sido, es y será muy difícil hablar del Demonio y del Infierno, tanto a las personas crédulas y supersticiosas, como a las inteligencias agnósticas marcadas por el ambiente “científico” de la época moderna. Y es que en realidad el tema no es fácil de abordar con propiedad. Hablar del mundo satánico nos sobrepasa porque es confuso, poblado de ilusiones, engaños y falsas verdades, e interrogantes que nos inquietan. No en vano el Demonio es el padre de la mentira y por naturaleza mentiroso. Satanás, los espíritus malignos, los brujos, las almas perdidas, los duendes, los ángeles caídos, los fantasmas, los aparecidos, los cuentos de camino, etc, son algunos elementos que pueblan el efervescente mundo imaginario popular relacionado con el Diablo. Pero… ¿Quién es el Demonio? ¿Existe de veras?¿Dónde está?, ¿Cómo actúa?, ¿En qué medida se trata de quimeras nacidas de la mentalidad mágica de los pueblos primitivos y cuánto de verdad encierran? ¿Serán sólo herencias míticas que nos vienen de lejanas generaciones ancestrales? ¿Qué repercusión tienen en nuestra vida? Y podríamos seguir añadiendo preguntas y más preguntas y nunca estaremos totalmente satisfechos con las respuestas. Nos enfrentamos a una gran mezcolanza de verdad y de mentira. Necesitamos hacer la luz. 

Temas de tan gran importancia como como son el Cielo, el Infierno, la Muerte, el Juicio, están relacionados en cierto sentido con aspectos demoníacos. Quienes pueden ayudarnos a hacer la luz son los teólogos fieles a las enseñanzas de la Iglesia. La realidad es que todos los seres humanos, ineludiblemente, nos vemos confrontados por este mundo oscuro que se nos acerca de muchas maneras, como la antigua serpiente se acercó a Eva y Adán (Gen 3). Lo queramos o no, experimentamos la intromisión del mal y del maligno en nuestras vidas. Con nuestra pequeña inteligencia humana comprendemos muy poco. El único camino seguro es aquel que la Palabra de Dios y la Iglesia nos enseñan. Por eso al tratar aquí del Demonio y de la Llama de Amor lo hacemos conscientes de que debemos renunciar a la peligrosa vana curiosidad en el tema diabólico, para quedarnos con lo esencial del combate espiritual. Por haber cedido a la curiosidad Eva perdió la Gracia de Dios. Después de la muerte, cuando nuestros ojos se abran a la Luz Verdadera, daremos infinitas gracias a Dios por habernos protegido contra esa realidad horrenda llamada “mundo de las tinieblas”. No en vano Jesús se encarnó, murió y resucitó para deshacer las obras del Diablo (1 Jn 3, 8). 

El Diario Espiritual nos hace poner los ojos en Jesucristo, no en el Demonio. Si nos ocupamos de Satanás es porque tenemos que combatir contra él, pero no es lo más importante. Debemos ser muy humildes para escuchar a la Iglesia y acoger su enseñanza con gran seriedad y responsabilidad. En las cosas espirituales Ella es la gran Maestra y nosotros debemos ser discípulos. Infinidad de personas hoy no quieren escuchar a la Iglesia. Pretenden saber más que Ella. La primera actitud del que quiera salvarse es la humildad para escuchar y poner en práctica la enseñanza de la Maestra autorizada. Cantidad de falsos maestros andan por el mundo enseñando sus propias opiniones sobre el Demonio como si fueran dogmas de fe, y tristemente muchísimos les creen y los siguen, pero no creen lo que la Iglesia les dice. 

El orgullo intelectual ciega las mentes “ilustradas” y muchos han terminado adorando a Lucifer, formando parte de cultos satánicos, ejercitando la magia y el espiritismo, sometidos a prácticas supersticiosas, entregados a las religiones y disciplinas orientales: yoga, tai-chi, , canalización de energías, los chacras, la Nueva Era, etc. que son fruto de la accion engañadora de Satanás. El Señor nos envió a anunciar su Buena Nueva en un mundo lleno de lobos. Las verdaderas fieras no son los hombres perversos, sino los espíritus infernales que están detrás de ellos. La verdadera batalla no es contra los seres humanos, sino contra el león rugiente que nos ronda buscando a quien devorar. En el Diario Espiritual encontramos los elementos que nos darán la victoria contra el mundo de las tinieblas. 

El punto fundamental para vencerlo es la invocación orante de Jesucristo por medio de la jaculatoria de la Llama de Amor. Esta pequeña oración la debemos llevar siempre en la mente y en el corazón como la armadura espiritual contra el astuto enemigo maligno.

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