CARTA No.225: Una segunda pregunta de Silvia de Pucallpa (Perú) dice:

¿Cómo hacer para que mi familia se convierta en un Santuario tal como lo pide el Corazón Inmaculado de María en el Diario Espiritual? Mi marido y yo estamos de acuerdo, pero con nuestros hijos adolescentes y jóvenes no podemos.

Respuesta: Hemos hablado mucho del Santuario familiar en comentarios anteriores. Pronto vamos a hacer una serie de lecciones en la Escuela de la Llama de Amor para tratar de este tema tan importante. Para que la familia se vaya convirtiendo en un santuario es preciso tener en cuenta algo muy importante: la conversión personal de cada uno de los miembros de la familia, especialmente de los padres. Cuando edificamos una casa la vamos haciendo por partes. No queda construida de la noche a la mañana. En realidad hay dos santuarios. El santuario personal y el santuario familiar. Si leemos con atención el Diario Espiritual vemos cómo Jesús y María lo primero que hacen es ayudar a Isabel a convertirse. Le van dando enseñanzas para que se vaya despojando de sus defectos y para que al mismo tiempo vaya ayudando a sus hijos a acercarse a Dios. Jesús y María van edificando el santuario personal de Isabel. Ella se va transformando, va aprendiendo reparar sus pecados, a orar con mayor intensidad y perfección, a adorar a Jesús sacramentado, a confesarse como se debe, a llevar una nueva vida de íntima contemplación a lo largo del día, va aprendiendo a luchar contra Satanás con la jaculatoria y el Rosario, a llevar una vida de comunión parroquial, etc.

Va aprendiendo a “vivir en Cristo”. En la medida en que cada miembro de la familia tome en serio la edificación del santuario personal, estará en mejores condiciones para contribuir a la edificación del santuario familiar. Tenemos pues dos dinámicas. La primera, que es la base de la segunda, es tomar conciencia de lo que significa ser discípulo de Cristo. Si los niños desde pequeñitos fuesen educados con perseverancia en el amor a Dios, en la vivencia de los sacramentos, en la oración diaria personal y familiar, en la obediencia a la Palabra de Dios, en las prácticas de piedad, en el combate espiritual contra la carne y en la vida en Cristo, en la necesidad de contribuir con sus esfuerzos para edificar el santuario familiar, sería más fácil lograrlo. La segunda dinámica es resultado de la primera: el compromiso de todos a edificar juntos el santuario familiar. Si los padres de familia ejercen el pastoreo de sus hijos y los van guiando en el seguimiento de Cristo, la familia se convierte naturalmente en lo que la Virgen pide: un lugar en el que reine Jesucristo y Ella pueda hacer sus milagros en el interior de los corazones.

Es una labor difícil pero grandiosa. Ese es el camino de santificación de los padres de familia. Cuando los hijos están grandes y no han sido educados en el seguimiento de Cristo, hay más dificultad. Sin embargo nunca es tarde para comenzar. No existe familia perfecta, tampoco existe santuario perfecto. Vamos caminando hacia la perfección. La gracia de la Llama de Amor debe ser propuesta a todos los miembros de la familia. El compromiso de ayudarse mutuamente a edificar el santuario familiar debe ser el camino para lograrlo. Detrás de este gran proyecto está la promesa de la Virgen María a los padres de familia, y especialmente a las madres. Ella los asistirá con sus gracias. El futuro de la Iglesia y de la humanidad está en que se multipliquen como reguero de pólvora los santuarios familiares. Es necesario leer y meditar lo que Jesús y María dicen acerca de la familia en el Diario de Isabel Kindelmann (DE 17-1-1964).

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