CARTA No.224: Silvia de Perú dice:

Hola, Padre, soy de Pucallpa en el Norte de Perú. Yo también quiero que mi familia se convierta en un “santuario familiar”. Leo sus escritos y veo las lecciones de la escuela de la Llama de Amor. Tengo una pregunta: ¿Qué es el efecto de gracia”?

Respuesta: La Virgen nos da un nuevo instrumento que ciega los ojos de Satanás. Ella lo Llama “el efecto de gracia de su Llama de Amor”. Jesús es la Llama de Amor. Le pedimos a María Santísima que derrame sobre toda la humanidad, y evidentemente sobre cada uno y sobre cada familia “el efecto de gracia” de Jesucristo su Hijo. ¿Para qué se encarnó, murió y resucitó el Verbo de Dios? Para redimirnos del pecado y de sus consecuencias: la muerte eterna. La redención es el efecto de gracia. Le pedimos a la Madre de la Iglesia: ruega por nosotros, intercede ante Dios para que todos tus hijos los seres humanos reciban las gracias de la redención y sean salvados. ¿Por qué motivo solicitamos la intervención de la Virgen María? Para que todos los hombres, la humanidad, se abra por la fe a Cristo y crea en Él. Aunque Jesús murió por nosotros es necesario que nos apliquemos los frutos de la redención, es decir que aceptemos a Cristo muerto y resucitado en nuestras vidas. Sin embargo podemos rechazar a Jesucristo porque tenemos el don de la libertad. La Palabra de Dios nos habla desde el Génesis hasta el Apocalipsis de la acción de Satanás, príncipe de este mundo.

El Demonio busca por todos los medios que la humanidad ignore o rechace a Jesucristo, que no crea en su palabra. El tentador despliega en torno a los seres humanos infinidad de argucias para llevarlos al pecado y a negar a Jesús. Cuando se derrama sobre nosotros el “efecto de gracia de la Llama de Amor” Satanás queda cegado por la Luz de Cristo, no puede seducirnos. Recibimos la fuerza que viene de lo alto. Combatimos con la ayuda del Espiritu Santo las opresiones diabólicas, nos enfrentamos a sus ataques y salimos victoriosos. En el Diario Espiritual vemos cómo Isabel Kindelmann es atacada terriblemente. Satanás la asedia de manera obsesiva pero no puede derrotarla porque ella invoca al Inmaculado Corazón de María con la jaculatoria “derrama el efecto de gracia de tu Llama de Amor”. Quien no ha conocido a Jesucristo o lo rechaza está bajo el poder del príncipe de este mundo y camina en la oscuridad. Aquel que acepta a Jesucristo abandona el mundo de las tinieblas y es trasladado por Dios al Reino de la Luz. Es guiado por el Espíritu Santo (Rom 8,14). Satanás tratará de recuperar a quienes han escapado de su poder.

En el interior de todo bautizado hay un tremendo combate entre el “hombre viejo”, sometido a las apetencias de la “carne” y el Espíritu Santo que quiere hacer de nosotros imágenes cada día más perfectas de Jesucristo. Experimentamos en nuestro interior la fuerza del pecado que quiere arrastrarnos a las obras de las tinieblas: “Fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios”(Gal 5,17-22). La concupiscencia es fruto del pecado original. Esa apetencia de todo aquello que se opone a Dios se transmite de generación en generación. Aquí desempeña su papel la gracia de la Llama de Amor porque cuando se invoca al Inmaculado Corazón de María con el Rosario y la jaculatoria viene su auxilio: ciega los ojos de Satanás. Para que el Santuario familiar sea una realidad todos los miembros del hogar han de aprender a luchar contra las apetencias de la carne. La Iglesia nos da todos los medios suficientes para que podamos enfrentar victoriosamente el embate de la carne. La Virgen María nos da el instrumento apropiado para rechazar el ataque de las tinieblas. El Rosario de la Llama de Amor y la jaculatoria han de servirnos para cegar los ojos de Satanás en cada uno de los embates de la carne.

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