CARTA No.86: Por qué en el Diario se habla tanto de los dolores de la Virgen María, ¿acaso no está en el Cielo?

Romina, una joven de México dice: Por qué en el Diario se habla tanto de los dolores de la Virgen María, ¿acaso no está en el Cielo? En el Cielo no hay dolor porque es la felicidad completa.

Respuesta: Sin en vez de decir dolor, decimos amor, el problema se resuelve. Si examinas bien el Diario Espiritual te darás cuenta de que cada vez que Jesús y su Madre hablan de sus dolores, de sus sufrimientos, lo hacen refiriéndose a la salvación de las almas. El objetivo de la encarnación del Verbo de Dios fue salvarnos de la condenación eterna por medio de sus infinitos sufrimientos. Esa es la voluntad del Padre: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). ¿Por qué sufrió la Virgen al pie de la cruz? Participó de manera única en la pasión de su Hijo. Los dolores de la Madre son los dolores de su Hijo. ¿Para qué y por qué sufrió tanto Jesús? Para salvarnos de la condenación eterna. Cristo es el Redentor, Él murió por nosotros. Jesús se humilló hasta la muerte y muerte de cruz para abrirnos las puertas del Reino de los Cielos. La conciencia de la Iglesia, desde el inicio, nos dice que todo discípulo de Cristo está llamado a llevar sobre sí, consigo, los sufrimientos de su Maestro. San Pablo nos dice: “Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por ustedes, y completo lo que falta a las tribulaciones de Cristo en mi carne, en favor de su cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24). María llevó mejor y más que nadie sobre sí los sufrimientos de su Hijo. El que quiera venir en pos de Mí, que tome su cruz y que me siga, dice Jesús. María nos enseñó a tomar la cruz de su Hijo y a seguir a Jesús llevándola en su Corazón.

Las quejas más dolorosas que Jesús y María expresan en el Diario Espiritual son ocasionadas por aquellas almas que se empecinan en condenarse para toda la eternidad. El dolor del calvario se ve exacerbado por la mala voluntad de tantas personas que rechazan creer en Jesús y en seguirlo llevando la cruz. A María le duelen las almas que se condenan porque habiendo podido salvarse creyendo en su Hijo no escuchan su voz y se precipitan bajo el dominio de Satanás. Los dolores de Cristo son permanentes y atraviesan toda la historia hasta que el último ser humano haya entregado su alma. Cristo está resucitado y glorioso en el Cielo pero su santísima humanidad continúa actuando en la tierra llevando la cruz para la salvación de cada persona. Es un misterio: ¿Cómo puede Cristo estar en su gloria en el Cielo y al mismo tiempo sufrir por la salvación de las almas? Los sufrimientos de Cristo y de su Madre tuvieron su realización en el tiempo en un determinado momento. Los efectos de estos sufrimientos redentores tienen su realización en el tiempo de cada persona a lo largo de los siglos. La Iglesia, cuerpo de Cristo, Esposa de Cristo participó en el Calvario de esos sufrimientos pero a medida que el tiempo va pasando va actualizando esos sufrimientos para la salvación de cada alma. La Iglesia “triunfante” que está gozando ya de la felicidad eterna participa igualmente de los sufrimientos de Cristo, pero no ya en la carne mortal sino en el Amor.

Sufrimos cuando amamos a alguien que sufre. Sufrimos cuando el ser que amamos toma la opción contra Jesucristo y rechaza la salvación que viene de la pasión de Jesús. El cristiano que está todavía en la tierra se esfuerza por llevar la cruz cada día para la salvación de sus hermanos. Sufre cuando un alma se condena. Al llegar al Cielo no se sufre porque la felicidad de contemplar el rostro de Cristo borra toda noción de dolor, ya que el dolor es consecuencia del pecado. Sin embargo las almas que están en el Cielo participan del Amor de Cristo que es sufrimiento por la salvación de las almas. Para Dios todo es presente. Igualmente para Jesucristo, que es Dios y Hombre verdadero, todo es presente. La Gloria es presente pero también la Cruz, porque la Cruz es “fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (1 Cor 1,24). La Gloria de Dios es la Cruz de su Hijo. Por ese motivo en el Diario Espiritual constantemente se habla de los sufrimientos de Cristo y de María por las almas. Por ese motivo Jesús y la Virgen hacen participar a Isabel de sus sufrimientos. En la misma medida en que el cristiano participa en esta tierra de los sufrimientos de Cristo, en esa misma medida será glorificado en el Cielo. Cuando leemos las confidencias de Isabel Kindelmann no dejamos de experimentar asombro al ver cómo Jesús y María pidieron a esta madre de familia tantos sufrimientos para que la Llama de Amor pudiese encenderse en el mundo. Esa es la lógica de Dios. Si queremos vencer a Satanás debemos tomar la cruz cada día y seguir a Jesús en el camino al calvario. Todo pecado debe ser reparado.

Comparte la Llama de Amor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *