EL ROSARIO ES EL ARMA DE MARÍA

Debemos preguntarnos ¿Por qué la Santísima Virgen insiste tanto en el rezo del Santo Rosario? En todas sus apariciones y mensajes nos recomienda, nos pide con insistencia que recemos el Rosario. Detrás de esa súplica de nuestra Madre hay muchas razones. Todas coinciden en una: la salvación de las almas. Al pie de la cruz le fuimos entregados. Somos sus hijos. Ella siente en lo profundo de su Inmaculado Corazón la gran responsabilidad que su Hijo le dio. Llevarnos a la santidad cristiana. Llevarnos al Cielo. El Rosario es como un diamante de mil facetas. Por donde lo veamos se convierte en luz. Es el camino de santidad para todo cristiano pero sobre todo para las familias. Es una tremenda defensa contra los ataques de todo el infierno. Es el libro vivo en donde contemplamos a Jesús. El Rosario es la escuela de oración y de contemplación más fácil y más eficaz. En el Rosario somos sanados espiritual y físicamente. Es la oración de liberación más poderosa, sencilla y discreta que podamos imaginar. 

El tiempo del Rosario es el momento más bello de la jornada del discípulo de Cristo porque podemos ver, oír, tocar con nuestra alma a Jesús. En ese momento la Virgen nos abraza, nos acaricia, nos besa, como la verdadera Madre que es de cada uno de nosotros, de la Iglesia y de la humanidad entera. En el momento del Rosario vamos caminando con Jesús y los discípulos por los caminos de la antigua Palestina. Oímos las enseñanzas del Señor, lo vemos hacer sus milagros, vamos recibiendo el Evangelio de sus propios labios. Es el gran tiempo en el que María nos va engendrando en su seno virginal como verdaderos hijos suyos. Es el tiempo en el que la Señora va aplastando con su pie santísimo las cabezas de las serpientes que nos quieren morder. Ella nos protege, nos defiende, nos sana, nos consuela,  nos cura las heridas que llevamos, expulsa a los enemigos del alma y del cuerpo, y nos lanza al combate contra Satanás. Es el tiempo de la intimidad con Jesús y María. Podríamos seguir indefinidamente hablando del Rosario y nunca terminaríamos de descubrir los tesoros que encierra.

 Podríamos aplicar a esta grandiosa oración las palabras de Jesús a Isabel Kindelmann: “Que nuestros pies vayan juntos, que nuestras manos recojan unidas, que nuestros corazones latan al unísono, que nuestro interior sienta lo mismo, que el pensamiento de nuestras mentes sea uno, que nuestros oídos escuchen juntos el silencio, que nuestras miradas se compenetren profundamente fundiéndose la una en la otra, y que nuestros labios supliquen juntos al Eterno Padre para alcanzar misericordia” (DE 4-5-1962). Muchos católicos y cristianos no católicos no comprenden el Santo Rosario. Nadie les ha ayudado a descubrirlo. Sólo se fijan en lo exterior. Lo critican como  una oración “repetitiva”, aburrida. Lo rechazan porque no lo entienden, porque no lo viven como se debe.  Nadie les introducido en ese mundo maravilloso. El tiempo que estamos viviendo es el tiempo del Rosario. Con la Llama de Amor la Virgen María quiere convertir el Rosario en el instrumento privilegiado para que las familias católicas recuperen su identidad y se transformen en portadoras del Evangelio a un mundo moribundo. Una de las grandes tareas del Movimiento de la Llama de Amor es ayudar a las familias católicas a redescubrir el poder del Rosario como el arma privilegiada de María para cegar a Satanás.

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