LOS SERVIDORES DE DIOS Y LOS SERVIDORES DE SATANÁS (5)

De nada sirve estar bautizado si no vivimos el bautismo. De poco sirve ir a Misa si la familia vive en estado de pecado mortal. Peor aún si convertimos el cristianismo en una “religión” como cualquier otra.  Se llega a la conclusión de que todas las religiones son iguales y de que es lo mismo ser católico, que protestante, musulmán o bahai, o budista, o ateo, o …cualquier otra cosa. Da lo mismo para algunos dar culto a Satanás, a Lucifer, a Astarté, a Bafomet, que al Dios verdadero. Actualmente hay una  confusión enorme en cuanto a los valores de tipo espiritual que pareciera que nos estamos acercando vertiginosamente al cumplimiento de las profecías de Jesús en cuanto a los últimos tiempos. San Pablo enseña que : “El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos renegarán de la fe entregándose a espíritus engañadores y a doctrinas diabólicas, por la hipocresía de embusteros que tienen marcada a fuego su propia conciencia” (1 Ti 4:1–2). ¿“Algunos renegarán de la fe”?  

La realidad es que no son solamente “algunos” sino muchísimos los que han renegado de la fe viviendo como si no la hubiesen recibido. El Apóstol habla de la hipocresía de “embusteros” que tienen marcada a fuego su propia conciencia. ¡Saben lo que hacen! Trabajan conscientemente para demolir la Fe de la humanidad en Jesucristo. El resultado es que muchos se “entregarán” a espíritus engañadores y a doctrinas diabólicas. ¡Lo estamos viviendo! El mensaje de la Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María sacude nuestra indolencia: debemos reaccionar ante esta catástrofe si no queremos que la situación llegue al extremo y atraiga sobre la humanidad castigos tremendos de parte de Dios. Es urgente que cada familia católica se convierta en el Santuario que la Virgen pide y en testigo valiente de Jesucristo para que esta terrible avalancha satánica que está avasallando al mundo se detenga. 

Los servidores de Satanás luchan con todas sus fuerzas para corromper a las familias cristianas e impedir que se conviertan en faros de Luz. No podemos cambiar al mundo; no podemos vencer a los poderosos que están dominando la “cultura” y la política a nivel mundial; no estamos en condiciones de evangelizar a toda la humanidad. Pero ¡Sí podemos evangelizar a nuestra propia familia! ¡Sí podemos ser para nuestros hijos verdaderos testigos de Cristo! ¡Sí podemos erradicar de nuestro hogar todo lo que no es de Jesucristo! Dios no nos va a juzgar por la casa del vecino. Nos va a juzgar por la nuestra. El Inmaculado Corazón de María no es un invento sentimental de la Iglesia. Es la Madre de Dios que se revela al mundo como la gran enemiga victoriosa de las fuerzas satánicas. La victoria o derrota de la Virgen se da en cada familia. Depende de los padres de familia que la Virgen gane o pierda la batalla.

Si cada cristiano debe ser “Luz del mundo” (Mt 5,13-16) cada padre y madre de familia deben ser “luz de su casa”, luz de sus hijos. Deben ser “servidores de Cristo”, no servidores de Satanás. Ese servicio a Cristo debe comenzar por un profundo examen de conciencia familiar. Es necesario detectar dónde está el mal que impide a la familia ser el “Santuario” que la Virgen está pidiendo. Casi siempre es la indolencia, la pereza espiritual, el desinterés por las cosas de Dios. El fruto de la Llama de Amor no es solamente que se rece el rosario en familia. No podemos contentarnos con eso. La Virgen exige que toda la familia entre conscientemente en combate contra el enemigo de la salvación; que toda la familia colabore para que Jesús reine en su hogar y se convierta en transmisora ardiente de su Llama de Amor.  Es indispensable la conversión personal de cada uno de los miembros de la familia para que el propósito de Nuestra Señora se realice.

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