EL OBJETIVO DE LOS DEMONIOS ES HACER A UN LADO A JESUCRISTO

La estrategia demoníaca para hacerse dueños de las familias y de la sociedad es es muy variada, pero todas sus formas se centran en el rechazo a Cristo y a su doctrina. Los demonios se adaptan a las circunstancias de las personas. El objetivo de los demonios es convertir la familia en un lugar en donde reine el pecado, en donde se ofenda a Dios gravemente, en donde no haya ordenamiento de los miembros a Jesucristo. No hay más que un Camino para el Cielo: ¡Jesús! Haciendo a un lado al Salvador los demonios logran su objetivo fundamental. La Virgen le dice a Isabel: Satanás quiere reinar en las familias. Donde no reina Jesucristo reina Satanás. No hay término medio. Podemos tener familias que parecen maravillosas, cultas, felices, matrimonios aparentemente bien avenidos. Si no reina en esas familias Jesucristo son familias fracasadas según la Palabra de Dios. Este es el primer gran engaño diabólico: dar una felicidad “natural”, de este mundo, sin perspectiva eterna.

Hay familias según ellas  felices pero en las que no reina Jesucristo. Sus miembros trabajan para lograr objetivos de corto alcance: una felicidad que se acaba con la muerte. Algunas se focalizan en la cultura, en el conocimiento, en la ciencia, en el arte, en el trabajo, en la filantropía, en el deporte, en hacer dinero, en la promoción de diversas ideologías, en tener poder político. ¡Pareciera que están bien! Pero si esa acción no está centrada en Jesucristo y orientada a su gloria, no sirve de gran cosa. Es un desperdicio del tiempo. No hay méritos para la vida eterna. El pecado aquí se manifiesta en la ausencia del Señorío de Jesús sobre las personas. Hay que tener en cuenta que el pecado más grave es el ateísmo, la negación de Dios, el rechazo al dominio de Dios sobre nuestras vidas. Es el pecado contra el Espíritu Santo. Podemos decirnos ateos y creernos magníficas personas, pero sin la fe en Dios es imposible salvarse (Heb 11,16). La presencia demoníaca se manifiesta en diversos grados y maneras.

Pertenecen a Satanás aquellos que se le  han entregado conscientemente y le han dado la vida y el alma. Son sus servidores. Los miembros de los grupos satanistas, luciferinos y de las innumerables sociedades secretas promueven el reino de las tinieblas de todas las maneras que estén a su alcance. Particularmente se infiltran en las organizaciones internacionales desde donde ejercen su poder. Buscan adeptos, los seducen y los introducen en sus organizaciones. Desde allí  presionan a los gobiernos para que se establezcan leyes que favorezcan  los intereses de las tinieblas. Otros, innumerables, son los operadores de la magia: brujos, chamanes, “sacerdotes de cultos” vudús, espiritistas, magos, adivinos, “profesores de ciencias ocultas”, hechiceros, curanderos, santeros, etc.  

Viven de sus “trabajos” que les rinden pingües ganancias y explotan económicamente y de manera  inmisericorde a muchísimas personas faltas de fe e ignorantes de la Palabra de Dios. Son una verdadera plaga y son los causantes de infinitas afectaciones diabólicas y posesiones entre quienes los visitan y pagan por sus servicios. Hay ciertos grupos en los que Satanás expresa su poder de manera brutal. Son los promotores prácticos de la cultura de la muerte: traficantes de drogas, mareros, gangsters, tratantes de personas, corruptores de menores. Para ellos la violencia contra los débiles e indefensos es proverbial. Se mueven en el extremo de lo diabólico, muchos son adoradores de la “santa muerte”. Se rechaza entre ellos el principio fundamental de la vida cristiana: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Resuena allí la palabra de Cristo: “Ustedes son hijos de su padre el diablo y quieren cumplir los deseos de su padre. Éste era homicida desde el principio” (Jn 8:44).  

A la raíz de todas estas presencias maléficas en las familias, en las sociedades y en el mundo está el orgullo, cuyo principal corifeo es Lucifer. La protección contra estas huestes que reinan en este mundo es la humildad de Jesucristo.  Aparentemente los victoriosos son los “poderosos” de este mundo. Mucha gente se siente atraída por el dinero, el poder y la gloria humana y entregan su alma al diablo con tal de conseguirlas. La protección contra este nefasto mundo del orgullo está en la pasión de Cristo (1Cor 1,18-25). La humillación de Jesucristo en la Cruz es nuestra fuerza para no sucumbir ante la tremenda tentación de la soberbia diabólica. La Llama de Amor nos lleva a poner a Jesucristo en el centro de nuestras vidas y rendirnos a Él como a Nuestro Señor. Los padres de familia deben estar atentos para proteger a sus hijos de la soberbia.

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