LOS DEMONIOS ODIAN A LAS MUJERES MÁS QUE A LOS HOMBRES (1)

Desde sus primeros capítulos la Palabra de Dios nos introduce en el Misterio del hombre y de la mujer. “Fue en el sexto día, después de haber creado a los animales, que Dios creó al ser humano. Lo hizo a imagen y semejanza suya y le dio dominio sobre los peces, aves, bestias, alimañas y sobre todos los reptiles (Gn 1,26). 

“Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó. Y los bendijo Dios con estas palabras: Sean fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra y sométanla” (Gn 1:27–28). 

Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada. Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, que se durmió. Y le quitó una de las costillas…De la costilla que Yahvé Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Ésta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada.» Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. (Gn 2:22–24).  

Entre los animales salvajes que Dios creó, no había otro más astuto que la serpiente. Un día, la serpiente le dijo a la mujer: — ¿Así que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín? (Gn 3:1).  

La mujer le contestó: — ¡Sí podemos comer de cualquier árbol del jardín!  Lo que Dios nos dijo fue: “En medio del jardín hay un árbol, que no deben ni tocarlo. Tampoco vayan a comer de su fruto, pues si lo hacen morirán”  (Gn 3:2–3). 

Pero la serpiente insistió:  — Eso es mentira. No morirán. Dios bien sabe que, cuando ustedes coman del fruto de ese árbol, serán iguales a Dios y podrán conocer el bien y el mal. (Gn 3:3–5). 

La mujer se fijó en que el fruto del árbol sí se podía comer, y que sólo de verlo se antojaba y daban ganas de alcanzar sabiduría. Arrancó entonces uno de los frutos, y comió. Luego le dio a su esposo, que estaba allí con ella, y también él comió.  En ese mismo instante se dieron cuenta de lo que habían hecho y de que estaban desnudos (Gn 3:6–7).…

Cuando Dios interroga a la mujer por el pecado cometido  ésta le responde: –“La serpiente me tendió una trampa. Por eso comí del fruto” (Gn 3:13).  

Antes de castigar a la mujer, Dios se vuelve hacia la serpiente y le dice: «Por esto que has hecho, maldita seas, más que todo animal doméstico; …Enemistad pondré entre ti y la mujer, entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su talón” (Gn 3:15). 

A la mujer le dijo: «Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu deseo, y él te dominará.» (Gn 3:16). 

Al hombre le dijo: «Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo volverás.» (Gn 3:17–19). 

Debemos meditar con Fe y humildad estos textos fundamentales de la Palabra de Dios para comprender el drama tremendo que envuelve las relaciones entre el hombre y la mujer.  Por una parte vemos la gran dignidad del hombre y de la mujer: creados a imagen y semejanza de Dios y llamados a administrar  este mundo para la gloria de Dios.  Por otro lado vemos el inmenso dolor que sigue al pecado: el conflicto permanente. El hombre somete a la mujer en vez de ser un solo corazón y una sola alma. Detrás de esta miseria está la serpiente. Quien no comprende este mensaje que Dios nos da, es como un ciego que quiere cambiar la desgracia que embebe este mundo con la pobre sabiduría humana y las políticas y técnicas materialistas, que en realidad son fruto de la sabiduría de la misma serpiente. 

Hay que esperar a Jesucristo quien terminará de explicar el enigma. Ya no hay diferencia entre el hombre y la mujer, más aún, ya no hay hombre ni mujer porque todos son uno en Cristo (Gá. 3:27–28). Jesucristo vino a revolucionar la relación de opresión que existía de parte del hombre contra la mujer, consecuencia del pecado. En el matrimonio el hombre representa a Cristo que se entrega totalmente en la cruz por su Esposa, la Iglesia; la mujer representa a la Iglesia que acoge totalmente a Jesucristo. El mensaje de la Llama de Amor está resumido aquí: convertir la familia en un Santuario en donde reine Jesucristo. Para lograr el ideal de Dios sobre la familia hay que cegar a la Serpiente. Estamos en el combate de los últimos tiempos entre la Mujer y el Dragón. Esta lucha a muerte se da en el interior de la familia. De nosotros depende que el mensaje del Inmaculado Corazón de María, la Mujer por excelencia, llegue a todos los hogares del mundo.

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