DIOS PERMITE LAS TENTACIONES PARA QUE LAS VENZAMOS

No hay familia que no experimente el dolor de la tentación. Leamos el libro de Job. ¿Ha habido alguien más probado que él? Dios permitió a Satanás que lo tentara para probar su fidelidad. Los lamentos de este santo patriarca son desgarradores (Job 7,1-18). Era riquísimo, quedó en la miseria. Tenía sus hijos, todos murieron. Tenía excelente salud y se volvió leproso. Tenía muchos amigos, quedó abandonado.  Su misma esposa lo rechazó y lo incitó a blasfemar el Nombre de Dios. Todas las calamidades se abatieron contra él. Job permanece fiel al Señor en medio de tantos sufrimientos. Persevera hasta el final de la prueba y Dios no solamente le devuelve aquellos bienes que le había quitado sino que su premio es todavía muchísimo mayor. El libro de Job nos ha acompañado durante siglos para darnos ánimos en medio de los sufrimientos de esta vida. 

Es un mensaje de esperanza para la humanidad entera. No existe ni existirá ningún hombre  que no sea sometido al dolor de la tentación. Ni siquiera Jesucristo y su Santísima Madre fueron exentos.  Cuando leemos el Diario Espiritual descubrimos en la vida de Isabel Kindelmann un cierto parecido con la historia de Job. También encontraremos que nuestra propia historia, la de nuestra familia y la de muchas otras que conocemos, están marcadas por diversas tentaciones o pruebas dolorosas. En su infinita sabiduría el Señor permite que el dolor llegue a nuestra puerta para enriquecernos. La tentación no es pecado, no es en sí un mal. San Pablo no dice: “No han sufrido ustedes tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá sean tentados sobre sus fuerzas. Antes bien, con la tentación, les dará modo de poderla resistir con éxito” (1 Co 10:13). 

Para vivir la gracia de la Llama de Amor necesitamos crecer día a día en la Fe. Desde la primera página del Diario Espiritual nos encontramos con una Isabel Kindelmann viuda, madre de seis niños, agobiada por la pobreza, sometida al penoso trabajo de obrera, perseguida por su condición de católica practicante. Las dudas contra su Fe se vuelven obsesivas. Oye la voz de Satanás que ataca persistentemente su inteligencia y busca la manera de quebrantarla en sus convicciones. Hasta tal punto la acosa que Isabel nos dice: “Algo indescriptible; no encuentro palabras para expresar la lucha espiritual que comenzó en mí. La lucha era larga, espantosa, se me crispaban los nervios”. Sentía que su  vida espiritual se iba derrumbando a pedazos.  Así será prácticamente hasta el fin de su vida: un tremendo combate contra las fuerzas espirituales negativas (Ef 6,12…).

La Virgen María quiere renovar espiritualmente en primer lugar a las familias católicas ayudándolas a enfrentar las pruebas de esta vida con una gran Fe. Les pone como modelo a Isabel Kindelmann. La vida de esta mujer fue una permanente “ascensión” hacia Dios en medio de terribles combates generados por los espíritus malignos que querían apartarla de su extraordinaria vocación. En cada hogar donde es acogida la gracia de la Llama de Amor llega la fuerza divina que ayudará a la familia a triunfar de las insidias del “enemigo maligno”. La Virgen comienza a establecer en esos hogares el reinado de Jesucristo, sanando los corazones, rompiendo las cadenas, iluminando las inteligencias, restaurando las relaciones rotas, transformándolos en verdaderos Santuarios. El poder de la Madre de Dios es absoluto contra las tinieblas. Es necesario creer firmemente en Ella y confiar como Job que su Inmaculado Corazón triunfará si perseveramos en la lucha.

Comparte la Llama de Amor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *