RENDIR LA INTELIGENCIA Y LA VOLUNTAD

La divina Revelación nos dice que Dios nos hizo a su imagen y semejanza. A los seres humanos nos dio dos facultades propias: la inteligencia y la voluntad. Por medio de la inteligencia podemos conocerlo y por medio de la voluntad podemos amarlo. Dios como inteligencia suprema, creador de todo cuanto existe, tiene un Plan para su creación. No hace las cosas al azar ni por casualidad.  Él tiene un propósito para todo cuanto ha creado y de manera particular para los seres humanos. Nos dio sus mandamientos entre los que sobresale el primero: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tus fuerzas”. Nos llama a amarlo, a ser no sólo sus criaturas sino sobre todo a ser sus hijos, nos invita a tener una relación de amor con Él, en el tiempo y en la eternidad.

La inteligencia y la voluntad nos permiten responder a ese plan de Dios con toda libertad. Dios no quiere que le amemos a la fuerza o por instinto. En el Plan de Dios nuestra inteligencia y voluntad estarían iluminadas y asistidas por los dones del Espíritu Santo, lo que nos hubiese permitido responder a esa invitación con toda facilidad. La Palabra de Dios nos dice que esa armonía entre el Creador y la criatura fue rota por la intervención de un ser perverso, la Serpiente, que desvió a nuestros primeros padres del Plan de Dios e inoculó en sus corazones la rebeldía. Desde el pecado original la inteligencia y la voluntad humanas están heridas, debilitadas  y oscurecidas. Actualmente experimentamos en lo íntimo de nuestro ser terribles tendencias que nos jalan a rebelarnos contra el Plan de Dios y nos incitan a hacer nuestra propia agenda, independientemente de la voluntad del Creador. 

Jesucristo vino para deshacer las obras del Diablo y para restaurar entre Dios y nosotros el mutuo amor. Cristo es el Mediador entre Dios y los hombres. Es por Cristo que nosotros vamos hacia el Padre en el Espíritu Santo.  Si queremos que nuestra vida tenga sentido debemos rendir nuestra inteligencia y nuestra voluntad a Jesucristo, ya que Él es el único Camino que va al Padre. Rendir la inteligencia a Cristo significa “dejarse iluminar” por Él y renunciar a buscar la Verdad fuera de Él. Hoy, tal como pasó en el paraíso terrenal, la Serpiente se acerca a todo hombre con los mismos argumentos que presentó a Eva y a Adán: ¡seréis como dioses!  

La soberbia satánica es el veneno de la inteligencia y conduce al hombre a la ceguera intelectual. La acción de los espíritus malignos sobre el ser humano va en primer lugar dirigida contra la inteligencia para oscurecerla. Brota de esta acción demoníaca la tentación de rechazar a Cristo y a Dios para establecer la autoidolatría. El hombre se considera entonces independiente del Creador, se siente autónomo, capaz de dar sentido a su vida haciendo a un lado al que le dio la existencia. 

Los espíritus malignos que intervienen contra la inteligencia son:  error, falsedad, mentira, duda, equivocación, dolo, engaño, soberbia, orgullo, independencia, ingratitud, autosuficiencia, prepotencia, ateísmo, agnosticismo, rechazo a la autoridad divina, enceguecimiento, idolatría, etc.  Todos ellos trabajan en conjunto para impedir que la facultad de la inteligencia reconozca a Jesucristo como el Hijo de Dios hecho carne. Frente al ataque de estos espíritus inmundo el hombre solamente tiene un camino: rendir su inteligencia a Cristo Jesús y reconocerlo como lo que Él es: Dios verdadero y hombre verdadero. Imitar a Santo Tomás y decirle a Jesús: ¡Señor mío y Dios mío!

Comparte la Llama de Amor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *