NOVIOS: El ataque contra la familia comienza en el tiempo de su noviazgo
El ataque contra la familia comienza ya en el tiempo de noviazgo. Los espíritus malignos que atacan la inteligencia y la voluntad buscan confundir a los novios. Les proponen una visión “humana” del matrimonio. Tratan de hacerles creer que la unión del hombre y de la mujer sólo es fruto de un contrato social. Que depende en absoluto de la voluntad de los contrayentes y de los legisladores humanos. El matrimonio acabaría cuando los cónyuges lo decidiesen. Más aún, la misma constitución del matrimonio dependería de la voluntad de los seres humanos; por lo tanto la unión entre personas del mismo sexo sería auténtico matrimonio. La confusión de la inteligencia es el ataque básico.
El demonio persigue que los futuros cónyuges no vean dónde está el bien y dónde el mal; que desde antes de formar su familia priven a Dios de sus “derechos” y lo saquen de en medio. La Palabra de Dios y la Iglesia nos enseñan que el matrimonio es una institución divina. Es Dios mismo quien lo diseña y el hombre debe ajustarse a sus designios. Esta sumisión amorosa garantiza la felicidad de la pareja. El tiempo de noviazgo debe servir ante todo para disponerse a colaborar con el designio divino. Este designio es la salvación y santificación de los cónyuges y de los hijos. El verdadero éxito o fracaso de una familia sólo se sabrá en la eternidad.
Cuando se asume con claridad y generosidad el proyecto de Dios podemos estar seguros de que se tendrá éxito en el matrimonio y con en la familia. En la vida de los seres humanos nada hay más importante que la calidad de la vida familiar; de ella depende en gran parte nuestra felicidad. Aún el hombre solitario que no se siente llamado al matrimonio y nunca tendrá hijos forma parte de una familia que le dio la vida y una herencia psico-biológica y espiritual. El mundo entero depende de la calidad de las familias que lo conforman. Por ese motivo las ideologías y los regímenes totalitarios ateos buscaron por todos los medios destruir la familia según el designio de Dios para remplazarla por instituciones meramente humanas fácilmente manipulables. Detrás de estas ideologías ateas están las inteligencias que llamamos “espíritus malignos”: enemigas de Dios y de la salvación de los seres humanos.
Cuesta aceptar esta realidad. San Pablo nos dice que “luchamos contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas” (Ef 6,12). Los cristianos somos hombres y mujeres que hemos asumido colaborar con el designio divino. Sabemos que Dios es la Sabiduría y que al dejarnos iluminar por Él caminamos con seguridad en un mundo sometido al poder de las tinieblas. Aceptar el matrimonio tal y como Dios lo diseñó es la mejor garantía para ser y edificar una familia feliz.
La importancia de la oración entre los novios es de primordial importancia porque la oración, al ponernos en contacto con Dios, nos abre a la luz divina. Somos iluminados. Comprendemos mejor los designios de Dios y recibimos las fuerzas suficientes para realizarlos y vivirlos. Cuando los novios no oran intensamente no reciben esa luz. Quedan en tinieblas y actúan como ciegos. Cantidad de matrimonios “por la Iglesia” son fallidos porque no ha habido oración ni sumisión a Dios en el noviazgo.
Para muchos noviazgos desgraciadamente este tiempo es de gran oscuridad espiritual. Se ha metido en los corazones de muchos jóvenes que ser novios es tener derechos para experimentar la sensualidad y la sexualidad. Las películas, los videojuegos, los medios de comunicación nos están bombardeando machaconamente para hacernos creer que esa manera de proceder es una “conquista”, un “avance”, “un derecho adquirido”. La gran realidad es que numerosísimos noviazgos de ese estilo terminan desgarrando los corazones y dejando una lista infinita de madres solteras, cuando no, una tremenda colección de abortos.
Un matrimonio feliz es un premio que Dios da a quienes aceptan colaborar con Él de manera integral en su designio.
La oración debe estar en el centro de los hogares como una fuente inagotable de Fuerza Espiritual. Como todo lo que es valioso, la oración exige esfuerzo, y a veces heroicos. Se aprende a caminar, se aprende a cantar, se aprende a hacer cualquier cosa que esté a nuestro alcance. También se aprende a orar y a cuidar de una vida Espiritual. Éste debe ser uno de los primeros propósitos del noviazgo. Si quieres prepararte a una familia feliz, lo primero que debes hacer es invitar a Dios a formar parte de tu noviazgo.
A veces es difícil someterse a las reglas del Señor, pero esa resistencia que experimentamos cuando se trata de las cosas de Dios, es el signo de que vienen de Él. En medio de todo lo grande está la Cruz de Jesús. El éxito en el matrimonio es el fruto de esa Cruz de Cristo que aplasta el poder de las tinieblas. No hay ninguna otra fuerza que nos haga perseverar en el matrimonio más que el poder de Dios. Hay momentos en que se quisiera tirar todo por la borda. Sin la ayuda del Señor es imposible perseverar. Por eso la oración en noviazgo y en familia es de primordial importancia.