La familia es el instrumento más importante de Dios en el destino de la humanidad

Para ser familia según el corazón de Dios, debe ser un Santuario. Las Sagradas Escrituras nos enseñan eso: “todo cuanto respira alabe al Señor” (Sal 150). Con cuánta mayor razón, la familia. Ella es el lugar de la alabanza a Dios.  Allí habita Él. Allí habita la “vida”, “nace la vida”, “se da la vida”, se conserva y cuida la vida terrenal y se nace a la “Vida Eterna”. Dios diseñó la familia para vivir en ella con nosotros, como un padre vive en medio de sus hijos. Tal vez no seamos conscientes de eso, pero es la realidad. 

Cuando en el Diario Espiritual de la Llama de Amor, la Virgen María pide que cada familia sea un Santuario simplemente está reclamando los “derechos de Dios”. Ese es el orden divino. Cuando el Señor es el Rey del hogar; cuando lo reconocemos como el Dueño y Señor de todas las cosas; cuando nos sometemos amorosamente a Él para hacer su voluntad, entonces viene la paz. Por ese motivo el tema de la familia como Santuario de Dios es tan céntrico e importante en el mensaje dado a Isabel Kindelmann. 

El Señorío de Dios sobre la familia “no es negociable”. Es una exigencia de nuestra naturaleza, de nuestra condición de criaturas de Dios. Es en verdad el primer mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…”. El instrumento más importante del plan de Dios en el destino de los seres humanos es la familia. Por ese motivo es tan “atacada” por el mundo de las tinieblas que busca lesionarla, corromperla  y destruirla por todos los medios.
Los gobiernos de los pueblos, que yacen bajo el poder del maligno, se han constituido en “pequeños dioses” y en vez de ponerse “al servicio de las familias”, ponen “la familia” a su servicio. La autoidolatría del Estado, de los Estados, facilita la desintegración familiar para tener en frente  a “individuos” y no a “familias”. El “individuo” es débil, la familia bien constituida es fuerte. Mientras más débil sea la familia más poder tendrá el Estado sobre los individuos. Innumerables matrimonios y familias viven ahogadas, aplastadas por las condiciones económicas y sociales porque el Estado no emplea los recursos para fortalecerlas, sino en proyectos banales de todo tipo, entre ellos los militares. Las “personas” no cuentan. Lo que cuenta son los diversos “ídolos” que pueblan la ambición y la imaginación de los que detentan y anhelan el “poder”. 

La promoción intencional del aborto, de la mentalidad antinatalista,  de la explotación económica, del consumismo, de las formas alternativas de “matrimonios”, etc. no son simples políticas gubernamentales sino que son, en último término, la estrategia que implementa Satanás para Reinar en los hogares. “Para Satanás no hay lugar inaccesibe” (p 79). Trata de penetrar en las “mentes”, en el “pensamiento”, en los “sentimientos”, “en la imaginación”, “en la voluntad” de las personas para servirse de ellas y lograr sus objetivos. 

“Dense cuenta de que todas esas cosas desordenadas tienen su origen en Satanás, es su obra y dura mientras yo se lo permita” . “Satanás levanta barricadas en sus almas para no dejar pasar la luz divina. Sin la claridad vivificante de esta Luz están ustedes sufriendo torturándose bajo el oscuro peso de la indolencia” JC (p 83). “Satanás emprende una lucha contra los hombres como no la hubo nunca antes” (p 88). La Virgen María confía a Isabel: “A través de ti quiero hacer pública, mi hijita carmelita, la angustia que brota del amor sin límites de mi Corazón maternal por el peligro que amenaza al mundo entero por la desintegración de los santuarios familiares. Mi grito de socorro maternal lo dirijo ante todo a ustedes y en unión con ustedes quiero salvar al mundo” (p 213). 

Uno de los frutos de la lectura del Diario Espiritual debe ser la capacidad de discernir en nuestra propia persona y en los miembros de nuestra familia la “acción diabólica”. Los cristianos sabemos que Jesús nos ha constituido “sal de la tierra”, “luz del mundo”; nos envía como ovejas en medio de lobos”. Nuestra misión es hacer presente a Jesucristo en este mundo que yace bajo el poder del príncipe de las tinieblas. No debemos pues extrañarnos del rudo y doloroso combate que deben sobrellevar las familias católicas para ser auténticas testigos de Cristo. No estamos luchando simplemente contra la carne y la sangre sino contra “Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas. Por eso, tomad las armas de Dios para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes” (Ef 6,12-13). 

El arma que María nos da de parte de Dios, es el “efecto de gracia de la Llama de Amor”. Hay que utilizarla “dentro” del hogar para sanar y liberar a los propios miembros, de tal manera que se convierta en un “instrumento” de permanente  sanidad. “Mientras estaba sumergida en la Llama de Amor de la Virgen Santísima, me di cuenta sorprendida, de que la angustia que sentía por la presencia del maligno había desaparecido. Este, casi imperceptiblemente se alejó. Sentía como si a tientas un ciego se hubiera ido de mi lado” (p 77)

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