Recomendaciones para el examen de conciencia familiar
Para hacer un buen examen de conciencia y prepararse al Sacramento de la Reconciliación el mejor camino es estudiar el Catecismo de la Iglesia Católica en los números correspondientes a la Tercera Parte: La vida en Cristo (nn. 2083 a 2195). En esta obra que no debería faltar en ningún hogar católico, tenemos todo lo que necesitamos para vivir y aprovechar el Sacramento de la Misericordia.
Isabel Kindelmann recurre permanentemente al confesor y a la dirección espiritual. (p 143). Debemos seguir su ejemplo A lo largo de sus escritos ella va expresando las condiciones que deben acompañar la confesión de los pecados: una gran humildad, un gran dolor por haber ofendido al Señor, el firme propósito de alejarnos del mal. El Santo Pío de Pietrelcina recomendaba a sus hijos espirituales que se confesaran cada semana. Hagámoslo por lo menos una vez al mes.
Si estudiamos bien el Catecismo de la Iglesia Católica tendremos todos los elementos que nos ayudarán a valorar este Sacramento y sobre todo a utilizarlo con sabiduría para sacar de él todos los frutos que conlleva. Existen numerosos cuestionarios que podemos utilizar como ayudas para preparar la confesión. En internet hay suficientes páginas de catequesis muy bien elaboradas sobre este tema. Aquí nos contentaremos con dar algunas ideas complementarias.
Comencemos por considerar que el primer mandamiento de la Ley de Dios es el más importante y el más difícil de guardar porque encierra a todos los demás. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas” (Dt 6,5); el segundo es semejante al primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. San Juan en su primera epístola nos dice que no puede amar a Dios aquel que no ama a su prójimo. A Dios no lo vemos; al prójimo sí lo vemos. El prójimo es imagen de Dios. Estos dos mandamientos resumen toda la Ley de Dios.
La mayor parte de las personas piensan que guardan bien el primer mandamiento. Dicen: “yo creo en Dios, yo lo amo”. En realidad el amor que tenemos por Dios es de muy baja calidad. El mandamiento dice: Amarás…con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas fuerzas, sobre todas las cosas. A Él sólo adorarás, a Él sólo servirás. Los tres primeros mandamientos SON EN REALIDAD UNO SOLO.
Los espíritus malignos atacan a las familias centrando todos sus esfuerzos para impedir la guarda del principal mandamiento. Saben que si las familias lo descuidan se debilitan. Por eso procuran poner todos los obstáculos y sugieren todas las justificaciones posibles para que el primer mandamiento sea mal comprendido y mal vivido. Pregúntate:
¿Es el Señor Jesús el SEÑOR de mi hogar?
¿Estamos todos sometidos a su voluntad?
¿Estamos unidos por el Sacramento y en Gracia de Dios?
¿Hemos consagrado la familia y la casa a los corazones de Jesús y de María?
¿Hemos entronizado sus imágenes?
Los cónyuges y los hijos ¿hemos comprendido que el principal objetivo de la familia cristiana es procurarle al Señor todo el amor, todo el honor y toda la gloria que Él se merece y que es posible darle de nuestra parte?
¿Estamos consciente de que “amar a Dios” significa cumplir en todo Su voluntad?
¿Hemos asumido en familia el combate espiritual contra los espíritus malignos? Ellos atacarán la inteligencia y el corazón para impedir los actos de Fe, Esperanza y Caridad que son propios del primer mandamiento.
Los espíritus malignos que producen incredulidad, ateísmo, agnosticismo, resentimiento contra Dios, rebeldía contra Dios, contra la Iglesia, racionalismo, insumisión, herejía, rechazo a la Fe católica, dudas, masonería, gnosticismo, sectarismo, blasfemia, etc Los de superstición, ocultismo, magia, brujería, fetichismo, adivinación, lectura de la mano, esoterismo, Tarot, vudú, astrología, santería, espiritismo, (juego de la ouija), juegos mágicos, nueva era, escritura automática, panteísmo, macumba, radiestesia, percepción extrasensorial, etc etc. Tratarán de influir en el hogar para conducirlo a la idolatría. Los espíritus malignos de ansiedad, temor, miedo, angustia, desesperación, muerte, tristeza, suicidio, ruina espiritual, ruina económica, abatimiento, melancolía, culpa, autoacusación, auto condenación, nerviosismo, inquietud, etc. procurarán hundir a la familia en la duda sobre la Divina providencia y la búsqueda de soluciones mágicas para los problemas personales y familiares.
Los espíritus malignos de lujuria, adulterio, divorcio, separación, división, fornicación, sodomía, homosexualidad masculina y femenina, bestialidad, pornografía, curiosidad, impudicia, deseos impuros, aborto, contracepción, rechazo al hijo, rechazo al acto sexual, rechazo al cónyuge, etc tratarán de profanar la intimidad de los esposos en su acción y en su consecuencia para destruir el matrimonio. Buscarán la división y si es posible la separación completa.
La familia es el lugar del combate espiritual contra el maligno y sus huestes. La Llama de Amor nos va enseñando a comprender que detrás de muchos sentimientos se esconden espíritus malignos que tratan de confundirnos y arrastrarnos lejos de Dios.