Papá y Mamá: asuman el liderazgo como pastores de la fe de sus hijos
Hermanos, en el Diario Espiritual de la Llama de Amor, Jesús llama a los padres y madres de familia a colaborar con Dios en la creación. Esa colaboración es doble: engendrar biológica y espiritualmente a los hijos. En el aspecto biológico dándoles la vida física y en lo espiritual transmitiéndoles la Fe.
En primer lugar el respeto a la vida. El niño no pertenece a los padres biológicos: es ante todo un hijo de Dios que el Creador confía a sus cuidados. Engendrar a un hijo es una grandiosa responsabilidad de la que Dios pedirá cuentas. Abortar a un niño es faltar radicalmente a la vocación de la paternidad y maternidad. En segundo lugar la gran misión de introducirlo y guiarlo en el camino de la santidad cristiana.
El Diario Espiritual tiene un objetivo: formar espiritualmente a los padres de familia para que puedan cumplir su gran vocación de pastores de sus hijos. En las páginas 228-229 nuestro Señor Jesús compara el valor del trabajo de las madres al sacerdocio. “El trabajo de Uds. no es de menor valor que el trabajo de las personas elevadas a la más alta dignidad sacerdotal. Entiendan ustedes, madres de familia, la sublime vocación que les he confiado. Ustedes son las llamadas a poblar mi Reino y llenar los puestos de los ángeles caídos. De su corazón, de su regazo parte cada paso de mi Santa Madre Iglesia. Mi Reino va creciendo en la medida en que ustedes, madres, se ocupan de las almas creadas. Ustedes tienen el trabajo más grande y que reclama mayor responsabilidad. Sean plenamente conscientes de que he puesto en las manos de ustedes el trabajo de conducir multitud de almas a la salvación”.
En el plan de la Redención, la mujer y en especial aquella que es madre, tiene una vocación extraordinaria: conducir a sus hijos a la patria celestial. No podemos considerar que estas palabras sean excluyentes para los padres de familia varones. Hombre y mujer son “una sola carne” no sólo en la intimidad matrimonial, sino también en todo lo que respecta a las responsabilidades hogareñas. Los papás tienen igual responsabilidad que las mamás en la evangelización de los hijos. Sin embargo a la mujer, por estar en el corazón del hogar y en permanente contacto con los niños, Dios la ha dotado de gracias especialísimas para infundir en ellos el amor a Dios.
Para los padres (varones) Jesús habla de una especial bendición: “A aquellos padres que en esta gran obra de la creación colaboran Conmigo y aceptan mi santa voluntad, denles en cada ocasión una especial bendición. Esta bendición es única y sólo se puede dar a los padres de familia. Al nacer cada hijo derramo gracias extraordinarias sobre estas familias.” La familia según Jesucristo hace al hombre y a la mujer “corresponsables” en el ministerio de la santificación del hogar. Cada uno tiene sus propias gracias orientadas a la finalidad que Dios ha dado a la familia: la salvación de las almas.
Llegamos a la conclusión de que el principal apostolado de los progenitores está en el seno de su hogar.
Si los padres cumplen a conciencia su deber de educar la fe de sus hijos han hecho el mejor apostolado. Cuando se descuida la familia para privilegiar otros valores menos importantes (trabajo, vida social, diversión, amistades, deporte, etc.) viene el desastre espiritual de los hijos. La ausencia de los padres explica la perdición de legiones de jovencitos que se despeñan en los vicios y la muerte de la fe. Es indispensable que los padres de familia ASUMAN SU LIDERAZGO COMO PASTORES DE LA FE DE SUS HIJOS EN EL HOGAR.
Los hijos se moldean sobre el ejemplo de sus padres. Desgraciadamente la mayor parte de los progenitores no son líderes de la fe de sus hijos ni en el seno del hogar, ni afuera del hogar. Tenemos multitud de padres y madres indiferentes, fríos para con Dios, viciosos y opositores a la Iglesia. Los hijos lógicamente salen como ellos. De tal palo tal astilla.
Leemos en el Diario Espiritual que el primer paso de la Llama de Amor es llevar a Isabel Kindelmann a una vida de heroica santidad. Cuando los esposos descubren que el camino de la santidad es para ellos, su vida personal y familiar cambia, se transforma. Dios quiere padres y madres santos, para que tengan hijos santos. Es muy difícil en verdad deshacerse de los esquemas mentales y de las actitudes paganas que hemos arrastrado durante años para emprender una vida nueva. Para Dios no hay nada imposible. La fuerza del Espíritu Santo está allí, a nuestro alcance. Sus dones y frutos son nuestra herencia. La Palabra de Dios es tan poderosa que hace nuevas todas las cosas.
Recordemos que la Llama de Amor es una gracia extraordinaria que va destruyendo las fortalezas enemigas y construyendo en nosotros la “ciudad de Dios”. Los padres de familia que asumen con generosidad la llamada del Inmaculado Corazón de María verán colmados lo deseos de sus corazones: tendrán hijos santos que serán su alegría y su orgullo. Aquellos que desprecian los auxilios que Dios les ofrece para construir un santuario familiar, se arriesgan a tener hijos que serán su tristeza y deshonor. Dios desea familias felices.