Esposos: La oración diaria es el primer paso para el éxito del matrimonio
La oración individual y en familia es indispensable para todos sus miembros. No podemos decir: yo oro por mi cuenta; en mi casa cada uno ora por su cuenta, no tenemos necesidad de orar en familia. Como tampoco: ¡oramos en familia! no tenemos necesidad de orar de manera individual. De igual manera no sería coherente decir: ya oramos individualmente y en familia, no tenemos necesidad de una vida parroquial; o, ya vamos a la parroquia no tenemos necesidad de orar ni individualmente ni en familia.
El católico debe vivir en un clima de oración permanente, tanto en su interior como en familia y en comunidad parroquial. Jesús nos dice que debemos orar sin interrupción para no caer en la tentación. No estamos luchando contra la carne y la sangre sino contra los espíritus malignos que vagan por los aires para la perdición de las almas. Mientras no comprendamos esto la oración será para nosotros algo inútil o secundario, sin importancia. Si la familia está bajo el constante y terrible asedio de Satanás que busca por todos los medios arrancar las ovejas al pastor, éste no puede estar sumido en la indolencia espiritual. La oración es el primer baluarte de la familia en esta terrible lucha. Los demonios atacan en primer lugar a los esposos; buscan destruir a las cabezas.Especialmente los varones son atacados porque son imagen de Cristo.
En el Diario vemos el tremendo combate que tiene que soportar Isabel Kindelmann, viuda y madre de seis hijos, tanto para ser fiel a Dios como a los suyos. Tenemos sus testimonios que deben ser tomados muy en cuenta para aplicárnoslos: “Me atacó con tanta fuerza que perdí inmediatamente la seguridad de mi alma. Esta lucha duró varios días. En esta incertidumbre, mi única oración era la oración dominical” (p 281). “Nunca he usado hasta ahora esta palabra, pero ahora se me impone escribir que el suplicio de los sufrimientos desgarraba mi alma” (p 280). “Se adueñó nuevamente de mí alma una gran inquietud. Una lucha desesperante se suscitó en mí” (p 283). “…el maligno irrumpió sobre mí de nuevo con su angustia. Con cruel tormento hostigó mi mente, con gran fuerza, provocando en ella el caos” (p 283).
Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. El primer ataque es contra el hombre, jefe de la casa, cabeza del “cuerpo de Cristo familiar”, porque si falla el hombre se desquicia la familia. Una casa sin cabeza va al garete, a merced de las olas. La mujer tiene que asumir un doble papel, y con qué dificultad. Los psicólogos dicen que cuando falta o falla la imagen paterna los hijos quedan profundamente afectados. Tanto los varones como las mujeres. Una de las razones que explican las tendencias homosexuales radica en la falta o en la falla de la imagen paterna.
El divorcio de los cónyuges es devastador para los hijos. Los quebranta, los destruye, los hace sufrir y les propina heridas que sangrarán durante toda la vida. Una joya valiosísima se cuida. Nadie juega a las canicas con un diamante que cuesta miles de dólares. El matrimonio vale más que cualquier diamante. Por eso antes de casarse hay que prepararse. La vida de piedad en los novios es indispensable para que puedan recibir las gracias de Dios. Quien no se ha preparado espiritualmente y convincentemente para asumir el matrimonio con todas sus responsabilidades NO DEBE CASARSE. Peca gravemente quien va al matrimonio sacramental con la intención de divorciarse si no está a gusto. El divorcio en sí mismo es un gran pecado. Rompe el designio divino sobre la familia y tiene consecuencias de grandísima injusticia sobre los cónyuges y los hijos. El matrimonio entre no cristianos, por ser una institución de origen divino, es en sí mismo indisoluble. Los esposos deben desterrar de su corazón la mentalidad divorcista que fue impuesta en la sociedad por los intereses ideológicos y políticos de los siglos pasados.
El primer gran ataque contra el varón se dirige a fomentar el orgullo, la soberbia, la vanidad, el respeto humano. El orgulloso se cierra al Señorío de Jesucristo. Para ponerse de rodillas ante el Señor, para orar, para pedir perdón por sus pecados, para suplicar las gracias que necesitamos es necesario un corazón “contrito y humillado”. La falsa ciencia ha cegado los ojos de numerosos hombres que se creen muy machos y no necesitan de Dios. Por eso les va como les va. El ateísmo, el indiferentismo, la frialdad para los misterios de la Fe traen gran dureza y vacío de corazón.
Muchos problemas de pareja que terminan en la separación vienen de la acción de los espíritus malignos que fomentan la discordia, la división. Cuando el hombre y la mujer se ponen diariamente de rodillas ante Dios, viene la gracia y con ella la fuerza para enfrentarse a Satanás. El marido que no ora con humildad, diariamente, y con perseverancia, termina por ser vencido. Los espíritus malignos que atacan la inteligencia y la voluntad, el pensamiento y el sentimiento de los cónyuges son cegados por la oración de las parejas y de la familia entera. El primer paso para tener éxito en el matrimonio es la oración diaria de los cónyuges. Jesús dice: “pidan y recibirán”. El que no pide no recibe.