Demostremos a nuestra familia la eficacia de la Llama de Amor orando con y por ellos
Es indispensable que las familias oren cada día si quieren verse protegidas de los ataques de los espíritus malignos. Es absolutamente necesario que oren intensamente para ser liberadas y sanadas de las heridas que éstos infligen a los miembros. El Diario Espiritual de la Llama de Amor nos insta a que oremos en familia pero no nos explica a detalle o esquema para orar utilizando el nuevo instrumento.
Cada familia es un mundo. Todas son diferentes. Cada una tiene su historia, sus pecados, sus dolores, tragedias y alegrías. No hay familias perfectas, pero hay familias que luchan por ser cada día mejores. En cada familia los miembros deben examinar sus condiciones de vida discerniendo lo mejor y lo más práctico para crear un “programa” original de oración. Hay que recurrir al Diario con frecuencia para ir comprendiendo su contenido y “desarrollar” lo que en muchos de sus párrafos está apenas esbozado. Aquí desempeña un papel importantísimo el “sentido de adaptación” a la realidad y a las posibilidades que las circunstancias permitan a cada familia.
El principal problema que encuentran las personas que han descubierto la Llama de Amor, y quieren transmitirla en su propia casa, es la oposición o resistencia de sus seres queridos. El cónyuge o los hijos no quieren orar. Les aburre o les molesta la oración. Como dice el Evangelio “Nadie es profeta en su tierra”. Hay que aceptar que la “oración en familia” siempre encuentra la resistencia.
Casi siempre es la esposa y madre la que sufre este drama. Ella ve con mucha claridad el mal espiritual que anida en su hogar y está afectando al esposo y a los hijos, pero éstos se sienten bien y no quieren cambiar. Es una situación muy dolorosa. Se necesita mucha paciencia y ofrecer al Señor esta contrariedad. Debemos ir conquistando uno a uno los corazones hasta formar un pequeño núcleo que acepte reunirse para orar juntos.
Tengamos en cuenta que lo que no produce frutos, lo que es estéril, tiene poca atracción y no interesa. Si la gente no ve los frutos de la oración, la desprecia. Cuando descubrimos la Llama de Amor como un eficaz instrumento de liberación inmediatamente la apreciamos. No hay ser humano que no sea afectado por la acción del mundo oculto. Todos en la familia somos de una u otra manera víctimas de este mundo de seres espirituales que no vemos. Hay que demostrar a los familiares la eficacia de la Llama de Amor orando presencialmente con ellos y por ellos. El asunto es aprender a orar no sólo en silencio sino también en voz alta de manera espontánea.
Las fórmulas son buenas y nos ayudan. Sin embargo no son suficientes. Hay que compaginar fórmulas u oraciones escritas, con la oración espontánea. Los católicos estamos acostumbrados a repetir fórmulas: el rosario, ángelus, novenas, devociones, etc. Eso está muy bien, pero existe el peligro de quedarse allí. Nos cuesta romper el miedo a orar de manera espontánea. Hay que vencer ese pudor, ese miedo para que nuestra oración se vuelva más eficaz.
El movimiento carismático ha promovido mucho la alabanza espontánea y las oraciones de sanación física, sanación interior y liberación. Es una gran aporte a la Iglesia. En realidad todos deberíamos hablar con Dios con nuestras propias palabras y ejercer los diversos carismas que concurren en las oraciones de sanación y liberación. Deberíamos llevar al seno del hogar esta oración “carismática”. Aprendamos a orar juntos en familia de manera libre. Comencemos por reunirnos por lo menos una vez a la semana, rezar el “cenáculo” utilizando la fórmula “derrama el Efecto de Gracia de Tu Llama de Amor sobre toda la Humanidad”, y al final orar improvisando por la sanación y liberación espiritual de los miembros de la familia. Poco a poco iremos adquiriendo soltura hasta que la oración se convierta en algo normal e indispensable.
Lo que pretende la Virgen María es que la familia entera comience a crecer espiritualmente. Orar juntos en familia es el medio más efectivo para esto. También hay que utilizar los recursos básicos de liberación, sanación y crecimiento que la Iglesia nos da. En primer lugar el sacramento de la confesión de los pecados. No se puede crecer si no se está en gracia de Dios. El deber primario de los padres de familia “pastores” es vivir ellos mismos en gracia de Dios y ayudar a sus hijos a conseguirlo. En segundo lugar la comunión al Cuerpo de Cristo por lo menos cada domingo y si es posible diariamente. Estos son los primeros pasos.