¿MARIOLATRÍA? (IX)
Casi todos los protestantes de una u otro manera rechazan a la Virgen María. En algunos es indiferencia, en otros es “simple respeto”, en otros desconfianza, en otros es ofensa y en muchos es blasfemia e insulto contra la Madre de Jesús. Esto nos irrita a los católicos. Y nos preguntamos, ¿Por qué los seguidores de Lutero, Calvino, Zwinglio, …etc. rechazan a la Virgen María? ¿Por qué se privan de Alguien que para nosotros es indescriptiblemente maravillosa? Si de verdad aplicaran los principios luteranos de “la Sola Escritura, la Sola Fe, el Solo Cristo, …” terminarían amándola apasionadamente. Hay muchísima ignorancia entre los protestantes.
De tanto oír lo que desde siglos sus pastores les han ido transmitiendo han dejado de pensar. Simplemente repiten lo que oyen y de tanto repetir se han convencido. Para ellos nosotros adoramos a la Virgen. Somos “mariólatras”. Las devociones, los actos cultuales en honor de María, son actos idolátricos. Por más que les explicamos que la Iglesia católica tiene para María Santísima un culto de “hiperdulía” o de gran veneración, siempre terminan acusándonos del pecado de idolatría. Si nos vamos a la raíz más profunda de esta actitud del protestantismo en contra de la Madre de Dios, lo que encontramos es una acción diabólica. Seguro que al leer esto muchos se escandalizarán. Pero es la realidad.
Los demonios actúan en primer lugar cegando la “inteligencia” de las personas, es decir, la capacidad de captar la verdad. La Escritura tiene cantidad de textos que nos hacen comprender cómo el Demonio engaña y ciega la inteligencia: Adán y Eva, el Rey Saúl, los falsos profetas, reyes de Israel, Ananías y Zafira, etc. ¿Qué le pasó a los sumos sacerdotes, escribas y fariseos? Se cegaron. No vieron en Jesús al Mesías. Rechazaron al Salvador. ¿Cuál es la raíz de este rechazo? La acción de Satanás que entenebreció su inteligencia y les impidió aceptar a Jesús. Esto es exactamente lo que pasa en el protestantismo respecto a María Santísima.
Los enemigos de Jesús conocían perfectamente las Escrituras. Eran Maestros de la Ley. Sin embargo no comprendieron la Palabra de Dios. Las interpretaron erróneamente y terminaron acusando a Jesús de la más grande abominación: “Que estaba bajo el dominio de Satanás”. Los protestantes están apegados a la Escritura, pero eso no es ninguna garantía de estar en la verdad. La acción diabólica más fina, más perfecta, más acabada consiste en confundir la inteligencia. Podemos fácilmente ver la acción demoníaca en un poseso, pero captar la acción demoníaca a nivel del pensamiento es muy difícil porque no se ve. Sobre todo en personas muy instruidas y de alto nivel, nos cuesta darnos cuenta de que está pensando y hablando bajo el influjo de la acción demoníaca. Recordemos a Jesús que reprende a Pedro y le dice: “apártate de Mí Satanás porque tu pensamientos no son los de Dios sino del Demonio”. Todas las herejías sin excepción tienen su origen en el Demonio padre del error y de la mentira. El Espíritu Santo nos lleva a la Verdad. Eso ha sucedido en el protestantismo: ceguera espiritual producida a nivel intelectual teológico en muchísimos temas y a nivel visceral.
El tema de María es especialísimamente atacado por los espíritus malignos. Ciegan la mente y ciegan el corazón produciendo dudas y rechazos emocionales. Como la mente y el sentimiento están íntimamente ligados, los espíritus malignos llevan a la gente al rechazo a la persona de María. ¿Por qué? Porque la Virgen es el INSTRUMENTO a través del cual nos viene la SALVACIÓN, es decir JESÚS.
Cuando impiden que las personas amen a María ya tienen ganada la batalla. Los protestantes podrían decir: “son Uds. los que el Demonio ha cegado y los ha llevado a adorar a María”. La realidad es que el “sensus fidelium” (la voz del pueblo es la voz de Dios) de la Iglesia está consciente desde los primeros años del cristianismo de que María es Madre de Dios y Madre nuestra. Ha sido siempre amada, respetada, hipervenerada. Siempre los cristianos la hemos invocado con todo fervor y amor; siempre hemos estado conscientes de que mientras más amamos a María más amamos a Jesús. El descalabro en el amor a la Virgen viene desde el momento en que Lutero rechaza la Tradición de la Iglesia y el Magisterio.
En su error teológico de que el pecado original pervirtió totalmente la naturaleza humana y destruyó la capacidad del hombre para hacer algo en pro de su salvación, está la raíz del rechazo a la Intercesión de María y de los Santos. Los católicos debemos tener mucha compasión por los protestantes y ayudarlos a conocer y amar a María. Es difícil sanar esos corazones que desde pequeños han sido vacunados contra la Virgen María. Orando por ellos seguramente les ayudaremos a recuperar el amor por esa Madre que ellos tristemente rechazan porque no la conocen.