CARTA No.293: LA LLAMA DE AMOR NOS LLEVA A ENFRENTAR VICTORIOSAMENTE EL PODER DEL PECADO

Juan Francisco, de León, Nicaragua dice: Amo a la Virgen, soy devoto de la Virgen de Mercedes, pero sigo atado a mis vicios. Estoy casado por la Iglesia pero le soy infiel a mi mujer y soy alcohólico.  Sé que estoy haciendo mal, pero no puedo dejar de tomar y de andar con otras mujeres. Es algo muy fuerte que me arrastra. Quiero volverme devoto de la Virgen de la Llama de Amor para liberarme de esto.  

Respuesta: EN PRIMER LUGAR TE ACLARO QUE NO EXISTE LA VIRGEN DE LA LLAMA DE AMOR. JESÚS ES LA LLAMA DE AMOR. Quien nos obtiene la gracia de la Llama de Amor es el Inmaculado Corazón de María. Somos devotos de la Virgen, la Madre del Señor. La Virgen de Mercedes es la misma María Inmaculada.  Lo que cambia son las advocaciones, el nombre,  pero es la misma Madre de Dios la que veneramos en cualquier advocación o devoción. En segundo lugar es necesario que crezcas en tu devoción a Nuestra Señora de la Merced. La verdadera devoción a María Santísima nos lleva a rechazar las obras de la carne (Gal 5,19-22) y a producir los frutos del Espíritu Santo (Gal 5, 22-25). La embriaguez y el adulterio son dos “obras de la carne” que nos conducen a la muerte eterna. Son pecados que dan la muerte. Quien se aferra a ellos no entrará en el Reino de los Cielos nos dice San Pablo (Gal 5,3-6). No pensemos que nos vamos a salvar sin verdadera conversión del corazón. 

Hay muchas personas que están equivocadas. Dicen que son devotas de la  Virgen pero viven sometidas a las obras de la carne.  No producen los frutos del Espíritu Santo. Se trata de una falsa devoción. ¿Dónde está la eficacia de la jaculatoria de la Llama de Amor en la lucha contra el adulterio y la embriaguez? En la intercesión de la Virgen María que nos obtiene de su Hijo las gracias que necesitamos para renunciar al pecado. Cuando le pedimos: “Santa María…derrama el efecto de gracia de tu Llama de Amor”…la Virgen nos obtiene la gracia que necesitamos para rechazar las tentaciones. El cegamiento de Satanás es procurado por la intercesión de María. El Demonio pierde fuerza, se debilita, no tiene ya sobre nosotros el poder despótico que nuestros pecados le han otorgado. La devoción a María no consiste solamente en rezar el Rosario. Se trata de un esfuerzo personal, asistido por la gracia, para renunciar a las obras de la carne. 

El Don del Espíritu Santo nos es dado por Jesucristo en el momento de su muerte y resurrección. Ese Don es la fuerza de la Cruz de Cristo que vence a Satanás. Por nuestras propias fuerzas no podemos rechazar el poder del pecado que se manifiesta en la concupiscencia o atracción hacia el mal. Necesitamos orar intensamente para que esa gracia venga sobre nosotros y podamos resistir el embate de Satanás. Cuando entramos en la Devoción a la Llama de Amor comenzamos un camino de renuncia permanente al pecado y de sometimiento a la acción del Espíritu Santo. No existe ninguna tentación que sea más poderosa que la gracia de Dios. El camino que nos muestra el Diario Espiritual es el del Santo Evangelio. María Madre de la Iglesia ejerce sobre sus hijos su grandiosa vocación de intercesora al pie de la Cruz.

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