CARTA No.260: RECOMENDACIONES PARA ORAR CON LA LLAMA DE AMOR (12) 

Lo más importante para aquel que emprende el combate contra Satanás con el auxilio de la Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María es RENOVARSE COMPLETAMENTE EN LA VIRTUD DE LA FE. Sin fe es imposible agradar a Dios. Sin fe es imposible obtener los frutos de la Llama de Amor. La fe en Jesucristo es la base de toda la vida cristiana. Por ese motivo Jesús exige constantemente de sus discípulos una fe viva en su persona, en su palabra, en su poder. Con frecuencia los reprende y les dice “hombres de poca fe” (Mt 16,8; 6,30; 8,26;Mt 17,20;Mt 14,31; Lc 12,28, etc.). La duda nos debilita. Los discípulos trataron de expulsar los demonios y no pudieron por su falta de una fe perfecta en el poder del Nombre de Jesús. Cuando hablamos de fe no estamos hablando de una convicción mental, de un convencimiento psicológico, de una actitud fruto de razonamientos y sentimientos. Estamos hablando de una gracia que nos lleva a aceptar a Jesucristo como el Verbo de Dios encarnado, el Hijo de Dios, aquel que se nos ha revelado a través de sus palabras y hechos como igual al Padre y al Espíritu Santo en quien el Padre ha depositado todo el poder en sus manos (Jn 13,13). Jesucristo es Dios. Dios verdadero y hombre verdadero. Sin esa fe de la Iglesia no somos verdaderos cristianos y no podemos esperar que la gracia de la Llama de Amor produzca sus frutos. 

No todas las personas tienen fe porque es una gracia, un regalo. Los príncipes de los sacerdotes, los fariseos, los escribas, vieron a Jesús, oyeron sus prédicas, igual que miles de otros judíos, y la realidad es que no creyeron en Jesús.  Culpablemente no tuvieron la fe porque no se abrieron, no aceptaron, no quisieron creer en Jesús. Otros intereses ofuscaron su mente, como las zarzas ahogaron la semilla. Recibimos la fe en el bautismo pero si no la cuidamos y alimentamos, la perdemos. Podemos oír hablar de la gracia de la Llama de Amor, podemos leer el Diario Espiritual, podemos rezar el rosario y la jaculatoria, pero si no llevamos a la práctica esta gracia porque no creemos que es capaz de cegar a Satanás y vencerlo, no veremos los frutos. Vivir la fe es fundamentalmente poner en práctica la Palabra de Jesús. Entrar en el Reino de los Cielos implica más que decir ¡Señor, Señor!  Se necesita “hacer la voluntad del Padre celestial”(Mt 7,21). La Virgen dice que si enfrentamos las tentaciones, de cualquier tipo, invocándola con la jaculatoria, pidiendo su poderosa intercesión, “Ella, el Rayo hermoso de la Aurora” cegará a Satanás. La expresión  “cegar a Satanás” es la proclamación del poder de Jesucristo sobre los enemigos de nuestra salvación. No se trata de que la jaculatoria sea un “mantra” o un subterfugio mental o psicológico para desviar nuestra atención de una obsesión, sino de la oración suplicante que obtiene del Padre celestial la gracia de vencer los obstáculos espirituales que nos impiden llegar a la Vida Eterna. 

Esa oración suplicante es la de Cristo Jesús que intercede por nosotros ante su Padre. Íntimamente unida a esa intercesión todopoderosa de Cristo está la intercesión de la Madre de la Iglesia que ora con nosotros y por nosotros para obtener la victoria contra los descomunales poderes infernales que rabiosamente se abaten contra los hijos de Dios. Velad y orad para no caer en la tentación, dice Jesús a sus discípulos. La débil voluntad del hombre herido por el pecado original es el  campo de batalla donde se enfrenta Jesucristo contra el Demonio para salvarnos. Depende de nosotros la victoria y la libertad. Podemos rechazar culpablemente la gracia. Judas no quiso en el último momento arrepentirse y se entregó a los designios de Satanás a pesar de todos los esfuerzos de Jesús para salvarlo (Jn 13,27). La Inmaculada siempre Virgen María, la más terrible enemiga de Satanás, tiene de parte de Dios una misión para estos últimos tiempos: interceder por la humanidad para que el efecto de gracia de su Llama de Amor, su Hijo, se derrame sobre los corazones y éstos se puedan convertir y salvar. Para que esto pueda llevarse a cabo todos los fieles católicos debemos renovar desde la más profunda raíz, la Fe en Jesucristo.

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