CARTA No.23: ¿Por qué dice Ud. que la Llama de Amor es la gracia de los últimos tiempos que llevará la Iglesia a la victoria contra sus enemigos?

Jorge de Ecuador, pregunta de nuevo

Respuesta/ A mi humilde manera de ver el gran problema en la Iglesia está en la pérdida del sentido de la acción diabólica. La Escritura lo dice claramente: “Este mundo entero yace bajo el poder del Maligno” (1 Jn 5,19). Los bautizados en Cristo, tanto los responsables de conducir al Pueblo de Dios, como los fieles, no hemos comprendido hasta dónde llega la gravedad de esta realidad denunciada por San Juan. La penetración gradual y silenciosa del racionalismo en la formación de los pastores y a través de ellos, en los fieles, ha convertido la persona de Satanás y de sus ángeles en un mito inofensivo. Prácticamente se ha oscurecido hasta tal punto la conciencia de la Iglesia que el tema de la existencia del Demonio y sobre todo de su acción es desconocida. El Demonio es un ente folklórico para la mayor parte de los sacerdotes y de los fieles. Se está recuperando lentamente en algunos ambientes la comprensión de la acción diabólica pero en mucho se reduce a la “posesión”.

En este caso el demonio somete las facultades físicas y psíquicas de la persona. La priva del dominio sobre su cuerpo. Le impide razonar, hablar, actuar, expresarse, moverse. Es el “espíritu que se ha apoderado” del individuo el que actúa. La persona queda prisionera y relegada. En el Evangelio está clarísimo. Quienes no dan su brazo a torcer interpretan los textos “a su manera” reduciéndolos a fenómenos psíquicos, psiquiátricos o culturales (Mc. 1:26, 30; 7:29–30; 9:17–29; 16:9; Mt. 4:24; 10:8; 9:38; 15:21–28; Lc. 6:18; 7:21; 9, 49; 10:17–20; 13:10–17, Mt. 8:28–34; Mc. 5:1–13; Lc. 8:26–33). Este fenómeno era muy común en las culturas paganas y aún en Israel en los tiempos de Cristo. Jesús sometió a su poder a Satanás: “He visto al Demonio caer como un rayo”. El cristianismo vino a disminuir ese poder demoníaco extremo. Sin embargo la acción diabólica no se reduce a la posesión.

El Demonio ataca la inteligencia, la voluntad, la memoria, el cuerpo del hombre y su ambiente con una finalidad: impedirle conocer, amar y servir a Dios. Esto no aparece como una posesión. No se manifiesta con con los estertores de la posesión, pero la acción diabólica se manifiesta con los errores de la inteligencia y la perversión de los sentimientos y la malicia de las acciones. Es mucho más grave que la posesión perder la claridad de la inteligencia y el amor del corazón que perder el dominio sobre el cuerpo. El arco de acción de los espíritus malignos es inmenso y variadísimo en sus expresiones. El verdadero y más importante combate de los espíritus malignos contra el hombre está en en el campo de la inteligencia y de la voluntad. Buscan confundir la capacidad que Dios nos dio de distinguir el bien del mal y tratan de corromper los sentimientos del corazón para llevarnos al vicio.

Este poder satánico se manifiesta sobre todo cuando el hombre niega la existencia de Dios y le rehusa su amor; cuando el ser humano es reducido al nivel de los animales al perder el dominio sobre las pasiones. El racionalismo nos ha llevado a tal ceguera que no vemos en ésto la acción del Demonio sino que la calificamos simplemente como puro accionar de la libertad. El mensaje de la Virgen en sus diversas apariciones y en la Llama de Amor es de trascendental importancia. Isabel Kindelmann no es posesa pero es “tentada” hasta el extremo. Vence los ataques más despiadados contra su inteligencia y voluntad por el EFECTO DE GRACIA. Al Demonio lo que le importa es que repitamos el esquema del pecado original: ¡No serviré a Dios! El mundo actual, más que en ninguna otra época, está llegando a este extremo: hacer a un lado al Dios verdadero para “deificar” a la criatura y entronizarla como dueña y señora de la creación. Intento estúpido.

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