La vida espiritual del auténtico cristiano es “Trinitaria” (V)
Decimos que para comprender mejor el mensaje de la Llama de Amor es necesario buscar sus raíces en la revelación del Padre Eterno a Sor Eugenia Ravasio. Varias son las alusiones que en el Diario Espiritual de la Llama de Amor nos llevan directamente al Padre Eterno como origen de la Llama de Amor: “Este es el fuego de Amor de unión que alcancé del Padre Celestial por los méritos de las Llagas de Mi Hijo Santísimo” (p 44).
Hay una estrecha relación entre las llagas de Jesucristo y el poder de intercesión de la Virgen Santísima para obtener esa gracia extraordinaria. Ella ofrece al Padre Eterno las llagas de su Hijo y obtiene esa gracia que ciega a Satanás. (P 38).
El Padre es el origen de todo. Todo viene de Él y todo regresa a Él. En el Mensaje del Padre Eterno, el Señor se queja de que la mayor parte de los hombres no están conscientes de esta verdad de Fe y se quedan en su homenaje en el Hijo, sin remontarse por medio del Hijo hacia el Padre. Los seres humanos no están conscientes de que es el Padre quien ha venido a ellos por medio del Hijo y en el Hijo. Es el mismo Padre quien se hace presente en medio de los hombres por el Hijo (M p 17).
Esta ignorancia del Padre de parte de los hombres se debe al temor, al miedo a Dios. En la Llama de Amor vemos cómo tanto Jesús como la Virgen María insisten para que los hombres se acerquen al Padre Eterno y lo descubran: “…eso los acercará por medio de Mi Hijo Santísimo al Eterno Padre y Su Corazón se llenará de gracias” ( p 44).
El Diario de La Llama de Amor es como una escuela que nos enseña a orar de manera correcta. La oración de la Iglesia se dirige al Padre, por medio del Hijo en el Espíritu Santo. Si prestamos atención a las oraciones litúrgicas veremos que la mayoría siguen ese esquema. Cristo es el único Mediador: Por Cristo, con Él y en Él a Ti Dios Padre Omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
Jesucristo nos lleva al Padre. La Virgen María nos lleva a su Hijo. Ella no es la Mediadora; es su Hijo el Mediador. El único Mediador. El verdadero amor a María Santísima nos lleva a respetar este orden y a no convertir a la Virgen María en la Mediadora; de lo contrario haríamos de Nuestra Señora una especie de “diosa”. Ella sería la primera en reprocharnos ese error. Sin embargo la Virgen María, igual que todos nosotros por ser miembros vivos de la Iglesia, somos “mediadores” en el Mediador (Cristo). Es decir UNIDOS A CRISTO JESÚS nuestras oraciones y sacrificios tienen ante el Padre un gran valor de intercesión.
La Virgen María por ser la Madre de Dios es nuestra gran intercesora y mediadora ante su Hijo.
Podemos orar por los demás, pedir, interceder por nuestros hermanos, reparar por los pecados del mundo y por los nuestros propios. Esta verdad de Fe se expresa de manera preciosa en la bellísima oración que Jesús enseña a Isabel Kindelmann: “Que nuestros pies vayan juntos, que nuestras manos recojan unidas, que nuestros corazones latan al unísono, que nuestro interior sienta lo mismo, que el pensamiento de nuestras mentes sea uno, que nuestros oídos escuchen juntos el silencio, que nuestras miradas se compenetren profundamente fundiéndose la una en la otra, y que nuestros labios supliquen juntos AL ETERNO PADRE, para alcanzar misericordia”.
Jesús, María y nosotros vamos unidos hacia el Padre. Ese es el “movimiento” espiritual de la Llama de Amor. Lo que da sentido a la devoción a la Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María. “Procura que el amor de muchas almas sacrificadas flamee hacia Mí, a fin de alcanzar por Mi intermedio la Misericordia del Padre Celestial” (p 64), dice Jesús a Isabel.
Debemos “descubrir” al Padre Eterno, su infinito amor, su permanente presencia a nuestro lado, su ternura para cada uno de sus hijos. Dios Padre nos ama. Es Él quien está en Jesús. Cuando miramos a Jesús estamos viendo al Padre y al Espíritu Santo. El Padre es nuestro Redentor, nuestro Salvador. Él es quien ha enviado a su Hijo Jesucristo y ha venido a nosotros en su Hijo Jesucristo.
Al estudiar el Diario Espiritual de Isabel Kindelmann e ir viviendo la Devoción de la Llama de Amor, se va dando en nuestro interior este importantísimo descubrimiento del Padre y del Espíritu Santo: la Trinidad Santísima toma el puesto que le corresponde en nuestra piedad y vida espiritual. Hay personas que viven su piedad “centradas solo en Cristo”, otras centradas “solo en el Espíritu Santo”, otras solamente en la “Virgen María”, otras “solo en los santos o en los ángeles”. La vida espiritual del auténtico cristiano es “Trinitaria”, está centrada en la Santísima Trinidad.
Eso nos enseña la Llama de Amor: vivimos centrados en el Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo, en unión con la Virgen nuestra Madre y con los ángeles y santos nuestros hermanos.