Oremos al Padre eterno por los méritos de Jesucristo y por el Espíritu Santo (IV)

El Padre Eterno pone en evidencia la acción diabólica en el proceso de alejamiento de la humanidad  respecto de Dios Padre y a su vez nos enseña que debemos acercarnos confiados y rogarle a Él por los méritos de Jesucristo y por el Espíritu Santo : “Oh, querida humanidad. Oh hombres que sois mis hijos, liberaos, dejad las ataduras con las cuales el demonio os ha encadenado hasta hoy, ¡con el miedo de un Padre que no es otra cosa que amor!  Venid, acercaos, tenéis todo el derecho de acercaros a vuestro Padre, dilatad vuestros corazones, rogad a mi Hijo para que os haga conocer siempre más mis bondades con vosotros” (p 36)… 

“Yo mismo vengo para traer el fuego ardiente de la ley del amor para que, con este medio, se pueda fundir y destruir la enorme capa de hielo que rodea a la humanidad“. “Oh vosotros que sois prisioneros de las supersticiones y de las leyes diabólicas, liberaos de esta tiránica esclavitud y venid a la verdad de las verdades. Reconoced a aquel que os ha creado y que es vuestro Padre” (p 36)… 

Dios Padre viene a revelarse no porque Él necesite de sus criaturas, sino solo para salvarlas y hacerlas partícipes de su gloria. “Y también porque mi bondad y mi amor se dan cuenta de que los seres que saqué de la nada y adopté como verdaderos hijos están cayendo numerosos en la infelicidad eterna con los demonios, faltando de este modo a la finalidad de su creación, ¡y perdiendo el tiempo y la eternidad!” (p 38). 

Dios espera en el momento actual la conversión sincera y perseverante de sus hijos y el regreso de los hijos pródigos: “que todo el mundo sepa que hay un Dios y un Creador, lo quieran o no. Este Dios, que hablará repetidamente a su ignorancia, es desconocido: no saben que yo soy el Padre de ellos” (p 38). Los hombres que se han alejado de la Iglesia Católica volverán cuando oigan hablar de un Padre que  los ama, que es su Creador y su Dios, de este Padre que desea darles la vida eterna. 

El Dios que se va expresando a través de los mensajes del Padre Eterno es muy diferente de ese Dios opresor y destructor del ser humano que los ateos materialistas nos presentan en  sus ideologías. Los maestros del ateísmo desgraciadamente han conformado la mentalidad del mundo actual. Han llenado las naciones de odio a Dios y al ser humano, promovido guerras demoniacas que han destruido a millones de personas. 

Los altares a los falsos dioses aparecen por todas partes: a la diosa razón, al dios dinero, al dios libertad, al dios conocimiento, al dios poder, a la diosa mentira, a la diosa ciencia, al dios lujuria,  etc. Infinidad de  hijos de Dios están rindiendo culto a estas falsas deidades porque se imaginan que les darán felicidad.
El Padre Eterno dice en su mensaje: “Si las familias me glorifican y me aman como su Padre, yo les daré mi paz y con ella mi providencia. Si los trabajadores, los industriales y los diversos otros artesanos me invocan y me glorifican, yo daré mil paz, me mostraré como Padre amorosísimo y con mi potencia aseguraré la salvación eterna de las almas. Si toda la humanidad me invoca y me glorifica haré descender sobre ella el espíritu de paz, como un rocío bienhechor. Si todas las naciones, como tales, me invocan y me glorifican no tendrán más nunca discordias ni guerras, porque yo soy el Dios de la paz y allá en donde -yo estoy no habrá guerra.” 

¿Queréis obtener la victoria sobre vuestro enemigo? Invocadme y triunfaréis victoriosamente sobre el mismo. En fin, vosotros sabéis que con mi potencia todo lo puedo” (p 42). 

El Padre lo que desea es “encontrar corazones que puedan entenderme“. Nos dice algo fundamental para comprender el don de la Llama de Amor: “Yo soy la santidad, de la cual poseo la perfección y la plenitud, y os dono esa santidad – de la cual soy el autor- a través de mi Espíritu Santo, y la instauro en vuestras almas con los méritos de mi Hijo. Es por mi Hijo y por el Espíritu Santo que yo vengo hacia vosotros y en vosotros, y en vosotros busco mi reposo” ( p 42).
La Eucaristía es el lugar de encuentro por excelencia con Dios Padre. “Os inundo con mi amor, y entonces no tenéis que hacer otra cosa que pedirme las virtudes y la perfección que necesitáis, y podéis estar seguros de que, en esos momentos de reposo de Dios en el corazón de su criatura, nada os será negado” (p 43). 

Dios se dirige a los consagrados para animarlos a cumplir con su vocación y les dice que para ganar una multitud de almas con facilidad hay que “hacerlo conocer, amar y glorificar por los hombres”. “Yo soy la luz de las luces: allá en donde esa penetrará habrá vida, paz y felicidad. Esta luz iluminará al peregrino, al escéptico, al ignorante y os iluminará a todos, oh hombres que vivís en este mundo lleno de tinieblas y de vicios;  ¡si no tuvierais mi luz caeríais en el abismo de la muerte eterna!” Termina el breve mensaje diciendo: “me mostraré como Padre de todos los hombres…” (p 44).

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