Nuestras familias conforman el Cuerpo Místico de Cristo
La Llama de Amor es un mensaje, una devoción y un instrumento. Estos tres aspectos hay que considerarlos siempre unidos para comprender la propuesta que la Virgen María hace a la Iglesia. Es necesario revivir, renovar, restaurar el tejido de la túnica inconsútil (tejida de una pieza, sin costuras) de Cristo: la Iglesia. Ese tejido está hecho de familias. El Espíritu Santo es el elemento que une intensamente a los miembros del Cuerpo de Cristo en el cual que no hay “costuras”, no hay remiendos ni pegostes.
La tradición dice que la Virgen María tejió con sus manos la túnica de Jesús que los soldados sortearon al pie de la cruz. Ellos dijeron: no la partamos, es de una sola pieza. Si la partimos la estropeamos. Y así la echaron a suerte. Somos UNO en Cristo. Pero esa túnica está manchada, deslucida, agujereada. Ese Cristo, del que somos parte y al que amamos tanto, necesita que sus miembros recuperemos vida y vida eterna.
Esa túnica no está compuesta de retazos: no somos individuos pegados uno al lado del otro en Cristo Jesús. No somos ladrillos, ni granos de maíz, ni hojas de un árbol. En el plan de Dios todos provenimos de un solo hombre Adán. Lo queramos o no, la Palabra de Dios nos dice que todos provenimos de un mismo origen. A diferencia de los ángeles todos son únicos y distintos. No forman familia. Se aman porque en ellos habita la gracia de Dios, pero son como un ejército. No provienen por generación de un ángel macho y de un ángel hembra. No tienen linaje. No tienen herencia. No tienen venas por las que corra la sangre de los ancestros. No tienen alma que sienta lo mismo que sintieron los antepasados. Ellos aman a Dios con todo su ser y comulgan todos a su propia manera en ese fuego infinito del amor de Dios, pero no tuvieron que aprender de un padre y de una madre a amar al Señor y a servirlo. Dios tiene un plan para los ángeles como tiene un plan para nosotros los seres humanos.
Hay tantas maravillas de Dios que no conocemos y que más tarde, cuando hayamos pasado por este “valle de lágrimas” podremos ver con extrema admiración. Otros mundos, otros seres, otros hijos de Dios. En el caso de los humanos debemos abrirnos a la idea de que formamos una sola familia aunque tengamos diferencias. Y dentro de esa gran familia, hay pequeñas familias que se siguen subdividiendo en más y más y más pequeñas, pero siempre será la única y misma familia que proviene del mismo origen.
Adán y Eva son nombres simbólicos para expresar ese misterioso origen de la creación del ser humano. Adán: sacado del limo de la tierra. Eva: madre de los vivientes. El pecado original, ese ingrato rechazo del hombre hacia el Padre Creador, insufló en el ser humano y por ende en su descendencia (las familias) los gérmenes de todos los dolores y miserias que padecemos. Pero el pecado original y todos los pecados no pueden compararse ni tienen la fuerza del amor del Padre que nos creó para ser infinitamente felices con Él por toda la eternidad.
El hecho es que hoy, estas familias que formamos el Cuerpo Místico de Cristo, estamos enfermas como nunca antes en toda la historia de la humanidad. A esa enfermedad contribuye lo negativo de la herencia que recibimos de las generaciones anteriores que tiene sus raíces en miles de años de antigüedad y lo negativo que nos aporta la época actual. También, para ser honestos y realistas, no todo es sombrío. Poseemos la herencia positiva y todo lo bueno y hermoso del tiempo actual. Tener una familia sana espiritual y biológicamente hablando es de primera importancia para nuestra felicidad y la de nuestros descendientes.
Es importante tener en cuenta que los santos de nuestra familia, que están en el cielo, influyen sobre nosotros; que las almas de los nuestros que están en el purgatorio también influyen en nosotros y que nosotros podemos influir sobre ellos. En el plan de Dios somos una sola familia que nos ayudamos a vivir felizmente aquí en la tierra para poder llegar a gozar más tarde de la felicidad eterna. El Cielo, el Purgatorio y los que estamos aún sobre esta tierra estamos tan unidos que formamos un solo corazón y una sola alma. Saber esto es de primordial importancia.
¿Qué tiene que ver todo eso con la gracia de la Llama de Amor? Muchísimo, porque en el Diario Espiritual de la Llama de Amor constantemente se nos enseña a orar y ayunar y hacer obras buenas por las almas del purgatorio (p 103;115; 190 etc.). Se nos invita a recurrir al Cielo para obtener las gracias a ejemplo de San Esteban rey de Hungría (p 43). De lo que no nos habla el Diario es de la influencia de las almas del purgatorio en nuestra vida de cada día. De eso nos habla la Iglesia y también la experiencia de los santos y de los exorcistas. En el proceso de sanación y liberación de las familias debemos contar con la triple realidad de la “Iglesia triunfante, la Iglesia purgante y la Iglesia militante”. Estas tres realidades son en verdad una sola.