Participar en la Santa Misa es lo que más ayuda a cegar a Satanás

Transmitir a sus hijos la Fe y el amor a la Eucaristía es el deber más importante y más urgente de los padres de familia. La Eucaristía es el centro del seguimiento de Cristo y la fuente de todas las gracias y bendiciones para el cristiano. Por ese motivo el amor y la fe en la Eucaristía es lo más atacado por los espíritus malignos. Hay demonios que actúan de manera concertada para cortar la Fe y la devoción al Cuerpo y la Sangre de Cristo. Los demonios que atacan la inteligencia y la voluntad. Atacan la capacidad que tiene el ser humano de inter-légere (de leer el interior de las cosas) es decir de “comprender” lo que nos rodea y especialmente la Palabra de Dios y las cosas de Dios. 

Estos demonios “ciegan la inteligencia” de los seres humanos para que no puedan ver los designios de Dios en su entorno; los demonios que atacan la voluntad buscan la manera de suscitar sentimientos de oposición a las cosas de Dios en el interior de las personas para que éstas rechacen a Dios y a su Cristo. Atan los sentimientos y la voluntad de manera que el hombre tenga una libertad reducida y renuncie a someterse a los designios divinos.
En las Sagradas Escrituras hay muchos textos en los que se dice a los israelitas tienen ojos pero no ven, porque el dios de este mundo los ha cegado. Honran a Dios con los labios, pero su corazón está lejos de Él, etc. Los dioses de este mundo son los demonios que actúan cegando la mente y embotando el corazón. El Santo Sacrificio de la Misa es la fuente de toda la vida cristiana y el culmen de la misma. Quien no cree en la eucaristía, ni voluntariamente la celebra podemos decir que no tiene en sí la Fe católica, ni vive en gracia de Dios, ni tiene la bendición de Dios. No es ni siquiera cristiano. 

Estas expresiones parecerían exageradas a primera vista porque hay infinidad de bautizados que no creen ni celebran la Eucaristía, pero es el sentir de los Padres de la Iglesia. San Ignacio de Antioquía dice: no es cristiano el que no tiene una fe católica. Y San Juan en el capítulo VI de su evangelio nos repite a saciedad que aquella persona que no come el cuerpo ni bebe la sangre de Jesús no tiene vida eterna.
La eucaristía es uno de los elementos básicos que define la catolicidad de la Fe de un bautizado. Pero en la práctica no la buscamos y allí viene la crisis de la Iglesia. En Latinoamérica encontramos un promedio 40% que dicen ser fieles a la celebración dominical de la Misa(1). En Estados Unidos solamente un 22% (2) y en España este número se derrumba a un 10% de la población que dice ser católica (3). La mayoría ha perdido la Fe práctica en la Eucaristía. Se dicen católicos por cultura pero no se confiesan, no celebran, no comulgan, no adoran, no viven unidos a Cristo presente en medio de nosotros por el Sacramento. Teniendo en cuenta que “la participación en la santa misa es lo que más ayuda a cegar a Satanás” (Diario Espiritual Llama de Amor pág. 131), la renovación de la Iglesia vendrá de la vivencia eucarística dominical y ojalá diaria. 

Según diversos autores y artículos que todos podemos consultar en Internet, la participación eucarística dominical ha caído en picada desde el inicio del Vaticano II. Esta triste realidad es fruto de muchas confusiones que se han dado a nivel teológico y litúrgico, pero también hay que tener en cuenta otros factores que han ido minando la credibilidad de las estructuras eclesiales. Sea lo que sea de nada sirve llorar sobre la leche derramada; lo que importa es que, basados en la promesa del Inmaculado Corazón de María, comencemos en el interior de las familias a revalorizar la participación integral en la Eucaristía en la perspectiva que vamos descubriendo en las páginas del Diario Espiritual. 

Si cada familia se renueva, se renueva la totalidad de la Iglesia. Debemos creer en el poder “milagroso de la Llama de Amor”. Estamos en combate contra aquellos que quieren apartar la familia de las fuentes de la Vida Espiritual. La Virgen dice que Ella actuará a través de nosotros provocando un inmenso incendio que se transmitirá a las familias como un reguero de luz. El mundo es de aquel que le pueda dar esperanza. Este mundo está harto de las palabras vacías de los expertos en “mercadeo”. La gente está hastiada de las promesas de los políticos; desencantada de los ideólogos de la sospecha y de la muerte; la gente anda buscando algo que solamente Jesucristo se lo puede dar: la paz del corazón. 

Las familias experimentan en su interior la tiranía de los espíritus malignos pero no los pueden detectar ni distinguir porque tienen los ojos tapados por la propaganda del materialismo. Se dan cuenta del dolor que llevan, del sufrimiento que los agobia, de la desesperación que los roe, pero no son capaces de descubrir que esa tremenda carga de vacío que los tritura es causada en gran parte por la acción del mundo de lo oculto. Si alguien les ofrece la verdadera solución, se volverán hacia él. 

La Llama de Amor da la respuesta a cada persona y a cada familia. El verdadero triunfo del Corazón Inmaculado de María no es que la imagen de la Virgen esté algún día sobre el Kremlin, sino que en cada familia reine Jesucristo aplastando la cabeza de la serpiente. Si cada familia enciende una vela el mundo entero quedará iluminado. Dios trabaja con los pobres, los pequeños, los humildes y hay millones de éstos dispuestos a enrolarse en el ejército de María. Ella infaliblemente nos lleva a vivir la Eucaristía.

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