Cuando el centro de la familia es la Eucaristía, Satanás deja de reinar
La eucaristía, es la salvación de la Iglesia y de la humanidad. Jesucristo, la Luz, ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Le interesa pues sobre manera al mundo de las tinieblas cegar los ojos de las familias para que no vean ni comprendan el sentido de la Misa, de la comunión, de la adoración eucarística.
Judas fue víctima lastimosa del Demonio. Leyendo S. Juan 13, 17-32 en donde se narra el naufragio de Judas Iscariote en la Fe y en el amor, vemos que Judas rechazó a Jesús, como las tinieblas “rechazan la Luz”. Su inteligencia y su corazón fueron cegados por el príncipe de este mundo. No quiso escuchar a Jesús, no quiso comprender lo que Jesús le decía, no quiso responder a los últimos requerimientos del Salvador. Dejó que Satanás gobernara su corazón. Se entregó a las tinieblas que poco a poco lo habían penetrado. No reaccionó. No luchó. “Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás” (S Juan 13,27).
No era necesaria la traición de Judas para que Jesucristo llegase a la cruz. Los enemigos del Señor hubieran podido capturar a Jesús sin necesidad de que Judas se los hubiese entregado. Sin embargo el mundo de las tinieblas encontró en la falta de amor de Judas una puerta fácil para realizar sus planes. Ya Jesús había dicho que Judas era como un demonio porque su corazón se había entregado a la codicia. Amaba el dinero, robaba de la bolsa de las limosnas; se enojó contra María Magdalena porque ella utilizó un perfume de nardo de mucho valor para ungir los pies de Jesús. Era hipócrita, rebelde, duro de corazón, soberbio y desobediente.
A Judas Le dolió el gesto de la magdalena porque ese dinero lo hubiera podido hurtar. Judas había perdido el amor a Jesús. No entendemos fácilmente por qué Jesús lo soportó tanto. Hay autores, como María Valtorta, que hablan de la lujuria de Judas. Este falso discípulo perdió la gran oportunidad de verse liberado por el Cuerpo y la Sangre de Cristo que sin duda hubiese recibido si su corazón hubiese estado limpio.
“Satanás levanta barricadas en sus almas para no dejar pasar la luz divina. Sin la claridad vivificante de esta Luz están ustedes sufriendo y torturándose bajo el oscuro peso de la indolencia. …Solamente la recepción de Mi cuerpo puede ayudarles a ustedes a salir de esta oscuridad que el Maligno tan cuidadosamente ha ido acumulando en ustedes. ….Dense cuenta de que todas esas cosas desordenadas tienen su origen en Satanás, es su obra y dura mientras Yo se lo permita. …reúnanse dos o tres y de esta manera emprendan la lucha contra el príncipe de las tinieblas, contra su fuerza devastadora” (Diario Espiritual de la Llama de Amor pág. 83).
Decididamente que si queremos familias protegidas contra la acción terrible de los espíritus malignos debemos UNIRNOS Y EMPRENDER LA LUCHA para edificar familias eucarísticas, santuarios familiares. Eso es lo que pide Jesús. ¿Por qué hay tanto ataque a la Eucaristía en estos últimos tiempos?
La Iglesia primitiva no dudó de la presencia real de Jesucristo en las especies sacramentales. La primera herejía eucarística gira alrededor del año 1047, con Berengario de Tours (cf.Wikipedia). La Iglesia lo condenó enérgicamente porque negaba la presencia real de Cristo en las especies del pan y del vino consagrados. Después el gran desastre viene con la Reforma Protestante en la que Martin Lutero y sus seguidores se apartan de la Tradición y niegan la transubstanciación (cfr. Lutero, en la pág. “conoce tu fe católica” en google).
La vida del católico es constante combate contra el príncipe de este mundo que busca por todos los medios apartarnos de Jesucristo y llevarnos por caminos aparentemente buenos pero que en sí son falsos y malos. “Satanás emprende una lucha contra los hombres como no la hubo una antes” (Diario Espiritual pag. 88). Esta lucha está centrada contra la presencia de Cristo en la Eucaristía porque es lo esencial, lo más importante (cf. p 96).
La vida entera de Isabel Kindelmann es un testimonio de fe en la presencia de Cristo en medio de su pueblo. La Llama de Amor va a la raíz del problema de la Iglesia. “Cuando alguien hace adoración reparadora a la Santísima Eucaristía, mientras eso dure en una parroquia, Satanás pierde su dominio sobre las almas. Como ciego deja de reinar sobre las almas” (p 124).
Decimos lo mismo de las familias: cuando una familia entera se vuelve hacia la Eucaristía y la pone en el centro de sus valores, Satanás deja de reinar sobre ella. “Si asisten a la Santa Misa cuando no hay obligación y están en gracia de Dios, derramaré la Llama de Amor de mi Corazón y cegaré a Satanás durante este tiempo. Mis gracias afluirán abundantemente a las almas por quienes la ofrecen. La razón de ello es que Satanás, hecho ciego y despojado de su poder, no podrá hacer nada. La participación en la santa Misa es lo que más ayuda a cegar a Satanás….” (p 131-132).
Si comprendiéramos que la mejor inversión es la de vivir intensamente unidos a la Eucaristía, las bendiciones de Dios se derramarían a raudales sobre las familias. Es lógico: el demonio queda ciego y no las puede atacar con eficacia.