QUE NUESTRO INTERIOR SIENTA LO MISMO
Que nuestros pies vayan juntos, que nuestras manos recojan unidas, que nuestros corazones latan al unísono…QUE NUESTRO INTERIOR SIENTA LO MISMO.
La palabra “interior” hace referencia al alma, a lo más íntimo de la persona. Todos entendemos la diferencia entre lo exterior de la persona y lo interior, aquello que no se ve y guardamos celosamente oculto a los demás porque constituye lo más precioso que tenemos. Los pies, las manos representan lo exterior; el corazón los valores más nobles que nos embargan. Lo interior va más allá del corazón.
En el Diario Espiritual Jesús y María van llevando a Isabel paso a paso hacia la intimidad, allí donde solamente el alma y Dios mismo pueden estar en amoroso abrazo. Podríamos decir que la conducen a la cámara nupcial, ese lugar sagrado donde solamente el esposo y la esposa penetran. Los grandes místicos hablan del matrimonio espiritual entre Dios y el alma para dar a entender que hay una entrega tal de la persona a Dios que la voluntad de ésta se ha identificado totalmente con el querer divino. El proceso del Diario Espiritual nos va llevando de lo exterior a lo interior haciéndonos comprender que el designio de Dios es que todo ser humano llegue a vivir ya desde esta vida en íntima unión con el Padre-Hijo-Espíritu Santo.
El peligro en la vida del cristiano de ayer, de hoy y de siempre es quedarse atascado en lo externo: en la actividad febril, en el sentimiento superficial, en las emociones morbosas, en hacer la propia voluntad, en vez de continuar hacia la intimidad de vida con Dios.
En la época actual el peligro es muchísimo mayor porque los medios de comunicación están siendo utilizados para embrutecer a infinidad de gentes manteniéndolas en lo exterior de ellas mismas. Lo peor es que les hacen creer que mientras más vivan en el exterior de su personalidad, mejores personas son y más orgullosas se deben sentir de sí mismas. Detrás de todo eso está el “mercadeo” de diversas marcas comerciales y los intereses económicos de infinidad de artistas y productores. Obsesionan a niños, jóvenes y adultos con el ruido de la palabrería, de la música ramplona, de la idolatría del progreso tecnológico, de la ciencia material. El resultado es que muy pocas personas descubren la felicidad del silencio interior, de la conversación íntima con el Dios vivo. Se quedan amarrados a lo exterior, a la agitación ruidosa, a la superficialidad de pensamiento porque desde niños han sido engañados por una propaganda comercial que les ciega la inteligencia. Son incapaces de ver dónde están los verdaderos valores. Muchos cristianos, hastiados de este vacío que han propiciado los intereses económicos de los “mass media”, se han ido a buscar esa interioridad en las diversas doctrinas “místicas” del oriente: el hinduismo, el zen, la Nueva Era, etc.
Abandonan así el Camino de Jesucristo, único que nos lleva al Dios Verdadero, para sumergirse y ahogarse en doctrinas y prácticas fraudulentas. En vez de encontrase cara a cara con el Dios Vivo como Moisés, terminan perdiéndose en el panteísmo. Cuando Jesús propone que nuestro interior sienta lo mismo nos está pidiendo que renunciemos a la vana hojarasca del ruido exterior e interior que nos rodea, para que lleguemos a ser UNO con Él. No quiere que le demos cosas sino nuestra propia persona, “nuestro interior”, nuestro yo. Que nos identifiquemos con Él, que seamos UNO con Él, como Él es UNO con el Padre y el Espíritu Santo. “El Padre y Yo somos UNO.” Y cuando pide esa unidad se está refiriendo no solamente a las personas “individuales” sino sobre todo a la “familia” entera. Las familias cristianas y especialmente las familias católicas, están llamadas a ser “Santuarios del Dios vivo” en medio de un mundo que se ha vuelto pagano y ha perdido la Fe testimonial.
En el Diario Espiritual la Virgen ha prometido que derrotará a Satanás, que arrancará de sus manos el falso reinado que ostenta, y que lo hará con su Llama de Amor. Esta promesa se cumplirá más pronto en la medida en que los católicos asumamos con responsabilidad el instrumento que Ella nos ofrece.
El demonio será derrotado en el interior de las familias cuando todos asuman el efecto de gracia de la Llama de Amor. No se trata de una devoción más, de unas oraciones – aunque sea el Rosario – que se deben recitar fervorosamente cada día personalmente o en familia. Que el interior nuestro y el de Cristo “sientan lo mismo” implica un rompimiento radical con los ídolos que hemos levantado en nuestras almas y en nuestros hogares. La Llama de Amor impone un examen de conciencia sincero a cada familia católica. ¿Cuáles son los ídolos que hemos entronizado en nuestro corazón, en la pareja, en la procreación, en la educación de los hijos, en el diario convivir del hogar, en el trabajo, en la planificación de nuestros objetivos personales y familiares? Muchos ídolos deben ser derribados para que Jesucristo reine en los hogares católicos. Sentir con Cristo significa asumir individualmente la voluntad de Dios en la vida propia y sobre todo de manera grupal en la familia, porque donde “dos o más están reunidos” en su Nombre, el Señor reina.
En la vida de cada día, este ideal es un reto que nos sobrepasa. No podemos, por nuestras propias fuerzas y medios llegar a sentir lo mismo que siente el interior de Cristo, el Corazón de Jesús. Es necesario que Dios nos dé una gracia especial y que estemos dispuestos a recibirla. Esta gracia implica una renuncia consciente, voluntaria y siempre dolorosa a hacer aquello que nos gusta y complace: nuestra propia voluntad. Los ídolos que acechan al individuo y a la familia no son simples emociones psicológicas. En el Diario descubrimos que más allá de lo meramente natural que atrae al ser humano hacia el mal, están los entes maléficos que la Virgen llama “Satanás y espíritus impuros”. Estos servidores de Satanás son los que nos proponen sus espejismos engañosos y quieren arrastrarnos a su mundo de idolatría al saber, placer, al tener, al poder, a los siete pecados capitales.
El Demonio tiene sus divisiones militares que luchan para establecer su reino en nuestro interior. “Satanás quiere reinar en las familias”, dice la Virgen a Isabel, y lo hace por el pecado en que viven muchos hogares. Los anticonceptivos, el aborto, el divorcio, el adulterio, el amor libre o fornicación, las perversiones sexuales, la sodomía, el matrimonio homosexual, la ambición del dinero, la vanidad, el poder político, la violencia intrafamiliar, la “cultura paganizada”, etc. son idolatrías sobre las que se establece el reino de Satanás en las familias. Para sentir con el interior Cristo es necesario erradicar estos pecados que ofenden gravemente a Dios y destruyen la felicidad de los hogares.
Estamos frente al dilema fundamental de todo ser humano: por Cristo o contra Cristo. Servir a Cristo o servir al César, ser uno con Cristo o ser uno con Satanás. Sentir con Cristo o sentir con Satanás.