(B) QUE NUESTROS CORAZONES LATAN AL UNÍSONO SAN JOSÉ Y LA LLAMA DE AMOR

En la expresión “que nuestros corazones latan al unísono” no se trata sólo del Corazón de Jesús y del nuestro. Hay dos corazones más que están sobrentendidos: el Corazón de María y el de José. La Llama de Amor es una gracia especialmente entregada a la Familia Católica y es en familia que se debe vivir. 

El objetivo de esta gracia es la transformación de cada hogar en un verdadero santuario donde reine Jesús. María no es una “madre soltera”. Ella es Esposa de José y Madre de Jesús. Tampoco Jesús es un niño adoptado por José. Ante los ojos de su comunidad José es el “padre” de Jesús. En la familia bíblica el papel de rector recae en el padre. En el Evangelio es a José, cabeza de la Sagrada Familia, a quien el ángel se dirige para que tome decisiones trascendentales (Mt1,19-25; 2,13-16; 19-23) para el bien de Jesús y de María. En la Escritura está claro que es el padre de familia quien recibe de Dios la autoridad para ser cabeza del hogar: la carta a los Efesios nos dice que el hombre es cabeza de la mujer y por lo tanto de toda la familia (Ef 5,22-33). 

Entre José, María y Jesús hay una santa intimidad que constituye el modelo de toda familia. José desempeña no sólo el papel de protector y proveedor material sino que es el guía y maestro de María y de Jesús. Desafortunadamente la función del Santo Patriarca en el interior de la Sagrada Familia ha sido en general reducida a la del proveedor económico. El hombre, en el interior de su hogar, debe ver en San José el modelo que realiza a la perfección el designio divino sobre la “vocación de marido”: “cabeza de la mujer como Cristo es cabeza y salvador de la Iglesia”(Ef 5,23). No es conveniente en la pastoral familiar que se hable solamente de los Corazones de Jesús y de María y se deje de lado el “Corazón de José”. Eso sería reducir su patronato a una función sin influencia en la vida espiritual de los cabeza de familia. Tanto los varones como las mujeres deben estudiar y comprender el designio divino sobre la persona de San José en el seno de la Sagrada Familia. En el Diario Espiritual (DE113) la Virgen María indica a Isabel que recurra al patrocinio de San José para expandir la Llama de Amor.

En este pasaje se ve claramente cómo los corazones de María y de José latían al unísono, profundamente unidos en la congoja, cuando buscaban hospedaje para el Niño Jesús. La indolencia en que viven infinidad de bautizados da por resultado que el varón quede culturalmente eximido de las responsabilidades espirituales en el seno del hogar. La gran crisis de la familia actual está en que son muy pocos los “varones padres de familia” que asumen su papel de Cabeza de la mujer y de los hijos “según Cristo”. Se ha llegado a considerar normal y correcto que sea la mujer la “cabeza espiritual del hogar” y que el hombre sea simplemente el proveedor material. Padecemos una verdadera “esquizofrenia familiar”: el padre de un lado, la madre del otro. El padre puede ser ateo, indiferente, antirreligioso, materialista, frío en la Fe… pero será considerado buen padre de familia si provee a las necesidades materiales del hogar. Por otro lado se acepta fácilmente que el papel de enseñar a los hijos la vivencia de la Fe corresponda exclusivamente a la madre.

Este no es el plan de Dios para la familia. Marido y mujer deben ser “una sola carne” entregados a llevar a cabo el designio divino sobre su familia. Hay ideologías que acusan a la concepción bíblica y cristiana de la familia de obsoleta, “patriarcal y opresora” de la mujer. Estas maneras de pensar hunden sus raíces en filosofías ateas completamente ajenas a la revelación divina y a la Fe católica. Se han fabricado una visión distorsionada del papel del hombre y de la mujer en la sociedad y sobre todo en el interior de la familia. Estas ideologías llevan a anular en el hombre su gran responsabilidad de Cabeza del hogar y lo convierten en un rival de la mujer, como si la cabeza y el cuerpo fuesen enemigos. La verdad es que poderosos grupos masónicos persiguen un objetivo: destruir de manera intencional el paradigma de la “familia tradicional” (bíblico-católico) para remplazarlo por diversos tipos de familia artificialmente creados. Esta visión ideológica propagandizada por los medios, ha pervertido el sentido de la relación hombre-mujer expresada con claridad en Efesios. Quieren transformar la sociedad en irreligiosa y laicista, sin ningún lazo o dependencia de la Voluntad Divina.

La Llama de Amor lo dice claramente: Satanás quiere reinar en las familias. Para vencer este plan ideado para destruir la familia natural (Gn 1,27-28;2,24) es necesario que hombres y mujeres llamados al matrimonio se modelen de acuerdo a los Corazones de Jesús, María y José. “Que nuestros corazones latan al unísono”. Se trata de un gran combate imposible de ganar sin el auxilio divino porque esa lucha se da en primer lugar en el interior del corazón de cada ser humano. Lo que separa al hombre y a la mujer en el matrimonio y lleva los hogares al desastre es la idolatría de la propia voluntad. Cada uno quiere hacer lo que le da su gusto. No buscan juntos renunciar al propio querer para hacer la voluntad de Dios. Para que los corazones latan juntos deben despojarse de sus propios puntos de vista e interés egoístas para asumir el plan de Dios en sus vidas.

Por eso “el efecto de gracia de la Llama de Amor es una intervención extraordinaria de Dios en la Iglesia y en el mundo por medio del Inmaculado Corazón de María”, nos dice el Diario Espiritual. Nosotros no podemos cegar a Satanás ni vencerlo; solamente Dios puede hacerlo y lo hace por medio de María. José es el modelo de Amor a Jesús y a María Santísima, el que nos puede enseñar a amarlos y a servirlos con fidelidad. La Iglesia necesita que los varones padres de familia estén verdaderamente evangelizados; que asuman con toda responsabilidad su papel de Cabeza espiritual y llenen a cabalidad su vocación de sostén económico del hogar. La mujer debe rechazar las posturas feministas revanchistas que la colocan como “rival y compañera independiente” del marido porque esta visión no corresponde al designio divino y además en vez de solucionar la opresión de la mujer, la empeora destruyendo a los hijos. La violencia en el interior de los hogares es el fruto del rechazo al reinado de Jesucristo en los corazones y en las familias. Cuando marido y mujer buscan con toda humildad someterse al designio divino cada cónyuge cumple a cabalidad con su particular vocación y la Paz se establece en los hogares. 

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