(A) QUE NUESTROS CORAZONES LATAN AL UNÍSONO

¡Qué expresión más bella y más profunda! Jesús pide que nuestros corazones latan al unísono con el suyo, como si se tratase de un sólo corazón. La palabra corazón en la Biblia designa en primer lugar a la persona en su parte más íntima, allí donde nacen y viven los sentimientos de amor, donde se toman las decisiones más profundas y sinceras. Los cristianos modernos estamos habituados a ver las imágenes del Corazón de Jesús en sus diversas revelaciones privadas. Santa Margarita, Santa Faustina, y otros testigos privilegiados nos han dejado en sus Diarios los sentimientos del Corazón de Jesús. Igualmente Isabel Kindelmann nos deja en su experiencia mística la imagen de un Corazón de Jesús que sufre y se queja dolorosamente de la ingratitud de los hombres y especialmente de sus escogidos (DE115). 

Un Corazón que tanto ama a los hombres y que solamente recibe a cambio ingratitudes y desprecios de aquellos a los que tanto ama. “En la noche solitaria busco corazones” (DE74), le dice dolorosamente Jesús a Isabel expresándole la soledad íntima que experimenta por el poco amor que los hombres le tienen. El Corazón de Cristo es un corazón humano que igual que el nuestro, sufre con la indiferencia (DE80). “Son tan pocos los que me escuchan” (DE76). ¿Qué ha pasado en la Iglesia? La erosión de la Fe ha ido creciendo y destrozando en millones de bautizados el amor a Dios. Sus corazones se han enfriado y Jesús se queja de esa falta de amor. Nos recordamos de aquella frase del Evangelio: “Cuándo venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” La progresión de la frialdad se va haciendo cada vez más grande en las antiguas naciones que un día fueron cristianas. 

Las nuevas generaciones ni siquiera son bautizadas porque sus padres perdieron la fe. Se volvieron paganos; rechazaron a Jesucristo para volver su corazón a otros dioses: la razón sin la Fe, “la cultura sin Cristo”, la “ciencia”, el dinero, el orgullo, la voluntad propia, la política partidista, el poder de las armas, el placer, etc. El Diario Espiritual nos dice que detrás de esa pérdida de la Fe hay una razón: la acción satánica. “Satanás quiere reinar en las familias”. Jesús da el remedio a esta pérdida de los valores cristianos: que nuestros corazones latan al unísono. 

Para remontar la corriente y vencer al paganismo creciente Jesús pide que las familias se consagren a su Sagrado Corazón (DE93-94). Es necesaria una lucha intensa contra los factores descristianizantes de la sociedad moderna. Esa lucha debe comenzar en el interior de los hogares católicos. Los corazones de Jesús, de María y los nuestros deben latir al unísono, como UN SOLO CORAZÓN. La familia entera, de manera consciente, debe vivir esa consagración, ese compromiso con Jesucristo para evangelizar a los neopaganos y a los que nunca han oído del Evangelio. Les corresponde a los padres de familia hombre y mujer convertirse en los grandes maestros del amor al Corazón de Jesús. Ya no podemos seguir viviendo un “cristianismo ritual” que solamente valora el cumplimiento externo de preceptos o de costumbres tradicionales. Nos haríamos reos de las palabras de Cristo: “Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de Mí”. 

Desgraciadamente esa es la manera de vivir la Fe de muchísimos bautizados: cumplen ritos y obligaciones (p ej: ir a Misa los domingos) pero no tienen la intimidad que el Señor exige para que sea válida su Fe. La Llama de Amor nos lleva a “combatir” a los demonios de la indolencia espiritual, del ateísmo, del laicismo, de la frialdad para con Dios, de la rutina ritual, del indiferentismo, de la confusión, del miedo a dar testimonio, etc. Son demonios o espíritus malignos que afectan la inteligencia, el corazón y la memoria del hombre. Le impiden entrar en el diálogo íntimo con Dios. En el Diario Espiritual vemos como Isabel habla constantemente con Jesús y con María. Es un diálogo con Dios. Esta facultad de diálogo interior la tenemos todos los seres humanos, sin embargo podemos dejar de lado ese diálogo con el Señor para dialogar “con nosotros mismos” o con los “otros dioses”. 
Reflexionamos interiormente, pero no oramos. Este es el propósito satánico: vaciar el corazón del hombre del amor al Dios verdadero para remplazarlo por otros amores. 

Cuando una persona está verdaderamente enamorada sucede un fenómeno: piensa permanentemente en el ser amado, siente en su corazón un misterioso fuego que la hace estar espiritualmente vinculada de manera permanente con el otro, no haya las horas de estar a su lado, lo imagina, lo desea, lo sueña, le habla interiormente. El amor es algo misterioso que transforma el corazón y la vida entera. El primer mandamiento le dice al Católico: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…”. 

Jesús nos dice: “Que nuestros corazones latan al unísono”. Este debe ser el principal empeño de quienes quieren vivir la espiritualidad de la Llama de Amor: que todos en su familia vivan en la intimidad con los corazones de Jesús y de María por medio del diálogo interior con ese Dios vivo. Allí Satanás no puede entrar porque queda ciego. 

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