QUE NUESTRAS MANOS RECOJAN UNIDAS

Cuántas cosas maravillosas hizo Jesús con sus manos.  Acarició a su Madre y a José, les ayudó en las faenas de la casa, trabajó la madera como carpintero, tocó los ojos de los ciegos y les devolvió la vista, las impuso a muchos enfermos y los sanó, tomó a la oveja perdida, la curó, se la puso sobre los hombros y la condujo al redil; bendijo a los niños, repartió los panes y los peces y los multiplicó, hizo con cuerdas un azote y expulsó a los animales del templo, tomó el pan y el vino y los convirtió en su carne y en su sangre, dejó que se las clavaran a la cruz, resucitado se las mostró a los discípulos, partió el pan en Emaús, le pidió a Tomás que metiera su dedo en las llagas, preparó el desayuno a los apóstoles en las orillas del lago de Genesaret, bendijo a su discípulos cuando ascendía al Cielo. Ese mismo Jesús le dice a Isabel: “que nuestras manos recojan unidas”. Primeramente los pies, ahora las manos. Caminar con Jesús, recoger con Jesús. 

El Señor nos habló del sembrador y de los segadores que recogían la cosecha. Nos dijo que la mies era mucha y que los obreros pocos. Los apóstoles recogieron las redes llenas de peces, tan llenas que se rompían. Evidentemente se trata de las almas que hay que salvar o recoger: El 8 de Febrero de 1964  Jesús habla a Isabel quejándose del escaso número de “ mano de obra” que le ayuda a cosechar las innumerables personas que sufrían en cuerpo y alma en territorios imposibles de abarcar con la vista. “La mies es mucha y los obreros pocos” nos dice en el Evangelio. “¡Recoge conmigo, mi Isabel! Tengo pocos obreros y en vano ofrezco un gran premio, no hay muchos que se ofrezcan. Sé tú también mi buena trabajadora, ¡Sobrepasa lo normal!” (DE 223). Jesús hace un sentido llamado a todos aquellos que lo aman a trabajar intensamente por la salvación de las almas, y especialmente a las madres de familia. Insiste sobre todo en el poder de la oración de intercesión y en el sacrificio para obtener la conversión de los corazones: “¡Confía! Siempre te dije que lo que pides con confianza, ya lo has recibido. ¿Puedes pensar que cuando me pides almas no te lo concedería? ¡Que nuestras manos recojan unidas! Pide, no estés nunca cansada para pedir, para desear para Mí. Si fueran muchos los que piden, ¡cuántos se convertirían! Yo les llamo a todos ustedes a mi obra salvadora, padres y madres, doctos e ignorantes, sanos y enfermos. Por Mí todos pueden trabajar, el hombre libre y el que está sufriendo en la prisión, porque la disponibilidad del alma es lo importante y la libertad espiritual en que consiste la cultura del alma también. Especialmente los enfermos, ellos sí, de verdad, pueden volar en alas de la confianza absoluta hacia Mí. Con una sola petición pueden alcanzar la conversión masiva de las almas” (DE 184-185). 

Queda claro que lo más importante para recoger las almas es la oración de intercesión y el sacrificio por la conversión de los pecadores. Jesús habla de CONVERSIÓN MASIVA DE LAS ALMAS. Pidiendo con fe y sacrificándose por ellas se obtiene la CONVERSIÓN y la salvación de las almas. En primer lugar hay que orar juntos, con un propósito definido: LA CONVERSIÓN. Todos, y especialmente los enfermos y los que están sufriendo, tienen ese gran poder al alcance de la mano para convertirse en obreros del Reino de Dios. De allí la importancia del rezo del Santo Rosario de la llama de Amor que pide que la gracia se derrame sobre toda la humanidad. “¡Hijita mía! Quiero que ninguna sola alma se condene dice la Virgen María a Isabel. ¡Quiéranlo ustedes también junto conmigo! Para eso pongo en sus manos un Haz de luz que es la Llama de Amor de mi Corazón”(DE 216). Recoger con Jesús es recoger con María. La condenación de las almas implica un inmenso dolor para Dios y para la Virgen María. Debe ser igualmente doloroso para todos nosotros. 

El Haz de Luz que ciega a Satanás es el medio que María Santísima nos ofrece para recoger las almas. Cuando el que está bajo el poder de Satanás utiliza la Llama de Amor y entra en combate victorioso contra su opresor espiritual, se cumple el deseo de Jesús: “recoger las almas”. La derrota de Satanás en cada alma es la victoria de Cristo. El gran error en el apostolado es querer recoger (salvar las almas) por medios extraños a Jesucristo. Debemos tener claro en nuestra inteligencia: ¡Sólo Cristo salva! ¡Fuera de Jesucristo no hay salvación! En este campo corremos el riesgo de vivir o de evangelizar con un evangelio falso o contaminado, como decía San Pablo a los gálatas. “¡Oh gálatas insensatos, quién los ha seducido….?” (Gal 3,1). 

Es el caso de las herejías que se mezclan en el proceso de evangelización. El protestantismo con su peligrosa colección de errores teológicos es el ejemplo típico: se proclama a Jesucristo pero se conduce a las almas por caminos erróneos privándolas de elementos fundamentales a la Fe, por ejemplo: la negación de la presencia real en la Eucaristía, de la confesión, el rechazo a María Santísima en la Obra Redentora, el rechazo a la unidad de la Iglesia bajo el Supremo Pastor, etc. La Nueva Era igualmente destila sus errores en la inteligencia de muchos “cristianos” llevándolos a vivir una religión sincretista que es una mezcla de paganismo y cristianismo disfrazada piedad. Sólo podemos recoger con Cristo si nuestras manos están unidas a las suyas por los clavos de la Cruz. 

Una llamada especialísima está hecha a las madres de familia ya que por vocación natural están en mayor contacto con los hijos. Ellas como corazón del hogar están llamadas a educar en la fe y a unir a todos los miembros de la familia para que diariamente oren en primer lugar por la salvación de sus propias almas y después por las demás: “Mi Reino va creciendo en la medida en que ustedes, madres, se ocupan de las almas creadas. Ustedes tienen el trabajo más grande y que reclama mayor responsabilidad. Sean plenamente consciente de que he puesto en las manos de ustedes el trabajo de conducir multitud de almas a la salvación” (DE 234). Recoger con Jesús significa en primer lugar evangelizar la propia familia y unirla en el propósito de la salvación de las almas.

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