QUE EL PENSAMIENTO DE NUESTRAS MENTES SEA UNO

“Que nuestros pies vayan juntos, que nuestras manos recojan unidas, que nuestros corazones latan al unísono, que nuestro interior sienta lo mismo, QUE EL PENSAMIENTO DE NUESTRAS MENTES SEA UNO”

Los psicólogos dan diversas explicaciones sobre lo que es la mente. Según los especialistas en las ciencias de la conducta humana, mente es la facultad que nos permite comprendernos a nosotros mismos, captar, interpretar y expresar la realidad que nos rodea, y organizar nuestra propia vida en función de los valores que percibimos. Jesús nos dice: “que el pensamiento de nuestras mentes sea UNO”. Cuando dos personas se aman, a medida que van recorriendo el camino de la amistad y del amor, se van uniendo en pensamientos, sentimientos y acciones. Llegan a pensar y a vivir de manera semejante. En la medida en que se aman, las personas se van en cierto modo identificando. Es un proceso en el que se renuncia al egoísmo para compartir con el otro los propios valores. Se realiza así el milagro de llegar a ser con la otra persona un solo corazón y de una sola alma.

Jesús es Dios hecho hombre. Dios verdadero y hombre verdadero. Perfecto Dios, perfecto hombre. Entre Él y nosotros la distancia es infinita en cuanto que Jesús es Dios. Él es el Señor, nuestro Creador y Redentor infinitamente amoroso y nosotros somos sus criaturas, heridas por el pecado original. Sin embargo por ser Jesús hombre verdadero, su naturaleza humana y la nuestra son iguales. Tenemos los mismos sentidos y las mismas facultades. La gran diferencia entre Jesús hombre y nosotros es que el pecado original y los pecados actuales han limitado y corrompido en gran manera los dones que Dios nos otorgó al crearnos. Jesús es perfecto hombre y sus facultades humanas están iluminadas por el Verbo Eterno unido consustancialmente a su naturaleza creada.

La distancia entre Jesús y nosotros por un lado es infinita, y por el otro la cercanía es completa. Estamos frente al gran misterio del Dios hecho hombre. Que el pensamiento de nuestras mentes sea uno implica de parte de Jesús un dinamismo que lo lleva a entregarse totalmente a nosotros. De nuestro lado un dinamismo interior nos lleve a ser UNO con Jesús: pensar y sentír lo mismo que Él.

¿Qué le podemos dar a Jesús? ¿En qué le podemos beneficiar? ¿Qué le podemos aportar? En el orden del pensamiento prácticamente ¡nada! En el orden de los afectos y de la voluntad nos podemos entregar totalmente a Él. Pensar lo mismo que Jesús es ser UNO MISMO con Él.

Debemos distinguir entre el “pensamiento de Dios” y “nuestro propio pensamiento”. De hecho Dios no piensa. Él es la Sabiduría, la Verdad, el Conocimiento. Todo es presente en Él y conoce perfectamente todo lo que ha creado para su propia gloria. Pero aunque Dios sea eterno y no se pueda decir con propiedad que Él piensa, debemos recordar que Dios se hizo hombre. Jesús es Dios encarnado. Y en cuanto que el Verbo de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros, asumió todas las condiciones propias del ser humano. Dios “hecho hombre sin dejar de ser Dios” se somete a todas las leyes y condiciones de esta naturaleza humana que siente, vive emociones, compara, imagina, analiza, razona, juzga…

Jesús piensa como nosotros, es uno de nosotros, tiene nuestras mismas facultades, solamente que su manera de pensar es la perfección, y nosotros somos la oscuridad, la equivocación, la imperfección. Durante años los discípulos estuvieron con Jesús, aprendiendo de Él. El evangelio nos dice cuánto sufría Jesús porque sus discípulos no comprendían sus enseñanzas. Cuántas veces les dijo “tardos y necios de corazón”. Jesús trataba de formarles la mente, y sin embargo muchas veces ellos se quedaban atascados en la duda, en el error, en la manera de pensar del “mundo”. A nosotros nos pasa lo mismo que a los discípulos. Somos “duros”, tenemos la mente ciega, embotada, por el pecado.

Los demonios tratan de afectar nuestra facultad del pensamiento para que no veamos las cosas como las ve Dios; nos pasa lo mismo que le pasó a Pedro: Jesús le reprochó “apártate de Mí, Satanás…no piensas como Dios sino como los hombres” (Mt 16,23).

En el Diario Espiritual Isabel ha de ir despojándose de “su manera de pensar mundana” para adquirir la manera de pensar de Jesús. Ante todo ha de descubrir y asumir el valor de la Cruz, del sufrimiento, del sacrificio, del dolor. La salvación de las almas debe ser la razón de su vida. Entregar la Llama de Amor, el objetivo de su existencia. La llegada del Reino de Dios, su meta. Isabel va a pasar de ser una “buena” cristiana, del montón, a “Víctima ardiente de amor en la que se deleita la Santísima Trinidad” (DE 286). Todo esto a partir de una obediencia heroica por medio de la cual irá venciendo al maligno en innumerables combates (DE 289). Isabel cambió por completo su manera de pensar y de vivir al contacto íntimo con Jesús y María. Pensar como Jesús implica luchar contra nosotros mismos y renunciar a nuestra manera mundana de ver las cosas. El deseo del Señor es llevarnos a la más alta santidad por el mismo camino que Él recorrió en su vida mortal.

La gracia de la Llama de Amor lleva a una total renovación de la vida cristiana por una completa renuncia al mal, por el sincero arrepentimiento y reparación de los pecados cometidos, por un poner en práctica todos los medios que la Iglesia nos da para lograr la verdadera santidad de vida. Nos lleva a recordar aquel famoso texto de Jeremías 31,33 y de Hebreos 8,10-13: ..”este es el pacto que yo haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el señor: pondré mis leyes en la mente de ellos, y las escribiré sobre sus corazones”.

En el interior de la familia los padres deben ser los maestros del pensamiento cristiano para sus hijos; deben formarlos en los criterios de la fe católica para que no se extravíen. Muchísimos jóvenes pierden la fe y su alma porque no tienen el acompañamiento sólido de sus padres. Son fácilmente víctimas de los sofismas que libremente corren en la universidad o en los medios de comunicación. Detrás de este enorme fracaso espiritual está la acción deletérea del mundo de las tinieblas que entenebrece la inteligencia de aquellos hijos de Dios que descuidan el íntimo contacto con Jesús.

Hemos sido creados para “amar a Dios sobre todas las cosas” y ser UNO con Él en ese amor infinito de la Trinidad. Si no vivimos en esa intimidad con el Padre-Hijo-Espíritu Santo, habremos perdido la razón de nuestra propia existencia.

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