TERCER PASO: LA CONSAGRACIÓN DE LA FAMILIA A LOS SAGRADOS CORAZONES DE JESÚS Y DE MARÍA.

¿De dónde viene el concepto de Consagración?

A) “Consagrarnos” y “Consagrar la Familia” al Sagrado Corazón de Jesús, al Inmaculado Corazón, o a los “dos Corazones de Jesús y de María” no es una “devoción más” o “una piadosa novedad”.  El Diario Espiritual nos lleva a comprender esta doble petición que Jesús y María nos han hecho al menos en dos ocasiones diferentes: en Paray Le Monial (Fancia 1674) y en Fátima (Portugal 1917). Se trata de algo de incalculables consecuencias para cada persona, cada familia, cada nación, para la Iglesia entera y para toda la Humanidad. Si Jesús y María lo piden en dos ocasiones correspondientes a dos épocas históricas trascendentales (Reinado de Luis XIV,1643-1715 y Revolución Comunista 1917), es obligatorio considerarlo como algo de urgente importancia. La Virgen pide la Consagración de Rusia, y más tarde la Consagración de la Humanidad entera a su Inmaculado Corazón. De la consagración de Rusia depende su conversión y la paz del mundo. Si no se hace esa consagración catástrofes inmensas materiales y espirituales caerán sobre el mundo entero. La consagración no es entonces algo banal que pueda descuidarse. Es algo obligatorio. Es preciso que sepamos leer este doble mensaje y asumamos esta llamada con gran responsabilidad, comenzando por cada familia. 

TODA FAMILIA CATÓLICA DEBE CONSAGRARSE A LOS SAGRADOS CORAZONES DE JESÚS Y DE MARÍA Y VIVIR CON GRAN ENTEREZA ESA CONSAGRACIÓN para que se dé el reguero de pólvora de la Llama de Amor.LA CONSAGRACIÓN es completamente bíblica; proviene directamente de la Ley de Dios y está expresada de diversos modos en las Sagradas Escrituras. Por no comprender esta legítima exigencia de Dios, y por no responder a esta llamada del Creador perdemos innumerables bendiciones y abrimos las puertas al Reino de las Tinieblas. Para valorar adecuadamente esta doble petición de los Corazones de Jesús y de María hay que ir al Génesis. Dios nos creó a su imagen y semejanza. Somos Suyos. Criaturas de Dios. Le pertenecemos totalmente en propiedad. Dios nos constituyó administradores de su creación y con un objetivo: que le demos el amor y la gloria que a Él le corresponde. (Gn.1,26-31; 2,7,15-25; 3,1-24).  Esta es la base de todas las consagraciones: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas…sobre todas las cosas”. Adán y Eva cometieron una terrible ingratitud: rechazaron su condición de criaturas. Quisieron “convertirse en dioses independientes” del único Dios verdadero. El drama de la humanidad está allí: en querer ignorar el designio divino de la creación. Lo queramos o no estamos por nuestra propia constitución existencial CONSAGRADOS A DIOS. Cuando Nuestro Señor y la Virgen piden que nos consagremos a sus corazones simplemente están exigiendo que volvamos a nuestra condición de “criaturas” y que le demos a Dios lo que a Él le corresponde por derecho de creación. La época de Luis XIV marca el inicio de la descristianización de Europa; la Revolución marxista-leninista de 1917 marca la propagación sistemática e impositiva del ateísmo a nivel mundial. La felicidad del ser humano y de la creación entera está en reconocer que pertenecemos a Dios, que somos su pueblo y sus “hijos”creados a su Imagen y Semejanza. 

El rechazo del hombre a su propia condición de criatura es un herida en el Corazón de Dios que le hace sufrir: “Se le partió el Corazón” a Dios. “Se arrepintió de haber creado al hombre” (Gn 6,5-7). Noé que era justo, por su santidad de vida consoló el Corazón de Dios y fue motivo para que naciera una nueva Humanidad. Dios hizo alianza con Noé. Lo mismo pasó con Abraham y con Moisés. El pecado en cualquiera de sus formas es una repetición del gesto de Adán y Eva. No queremos ser criaturas, queremos ser dioses. El Faraón endureció su corazón y atrajo sobre Egipto innumerables desgracias. Dios le dijo: “¿Hasta cuándo te negarás a someterte a Mí?” (Ex 10,3). La historia de Israel repite el pecado de Adán y Eva. El Señor lo sacó de la esclavitud de Egipto y lo convirtió en un Pueblo Santo, Pueblo de Reyes, Pueblo Sacerdotal. ¡Pueblo de Dios! ¡CONSAGRADO A YAHWEH! La infidelidad a su vocación llevó a Israel al desastre nacional, el exilio. Un “pequeño resto” fiel al Señor vivió esa consagración y obtuvo la venida del Mesías. Por su muerte y resurrección Nuestro Señor nos rescató de la muerte eterna e hizo de los creyentes el Nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia. Por el Bautismo reconocemos a Jesús como a Nuestro Señor, renunciamos a Satanás y nos CONSAGRAMOS A ÉL.  

Es la entrega total y absoluta de todo lo que somos y de todo lo que tenemos a Dios. Nos reconocemos no solamente como criaturas sino también como hijos de Dios. Aquí viene el papel de la Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María: Para poder hoy mantenernos fieles a esa Alianza con Dios que es la Consagración Bautismal, necesitamos un instrumento extraordinario con el que podamos hacer frente al ataque sin precedentes del Demonio contra la Iglesia y la Humanidad entera. Ese instrumento es la gracia de la Llama de Amor. En cada familia encontramos la imagen de la Iglesia y de la Humanidad que están integradas por millones de familias unidas por vasos comunicantes materiales y espirituales. La Virgen revela en el Diario Espiritual el Plan Diabólico para destruir la obra de Dios: la Redención del ser humano. El Demonio busca cómo corromper a las familias para que rechacen el Señorío de Jesús y su salvación. Para que la Familia Católica se transforme en Luz de las naciones Satanás debe ser cegado en el interior de cada familia. “La ceguera de Satanás significará el triunfo universal de mi Divino Corazón, la liberación las almas y que el camino se abrirá en toda su plenitud” (DE262). Las familias católicas deben comprender que la Consagración a los Sagrados Corazones de Jesús y de María es el primer paso para que el reino de Satanás se derrumbe en la época histórica actual.

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