LA CONSAGRACIÓN ES EL CAMINO PARA VENCER A SATANÁS

A) El fruto principal de la consagración al CJ y al CIM es la victoria contra Satanás en el interior del hogar. “La ceguera de Satanás significará el triunfo universal de mi Divino Corazón, la liberación de las almas y que el camino se abrirá en toda su plenitud” (DE268). La Llama de Amor está íntimamente unida con la Consagración de las familias al Sagrado Corazón de Jesús. Cuando la Virgen María nos dice repetidas veces en el Diario Espiritual que el Demonio está lleno de rabia y que va a lanzar un ataque frontal contra la familia para destruirla tenemos que abrir los ojos, reflexionar y actuar. “Satanás quiere reinar en las familias” (DE 218) quiere suplantar a Jesucristo Rey y Señor del Universo para constituirse él como el soberano de nuestras vidas y de todo lo que existe. Esa es su terrible obsesión. Como le dijo a Jesús: “Si te postras ante mí y me adoras te entregaré todos los reinos del mundo” (Mat 4,8). Satanás no cejará en su propósito de convertirse en el falso rey de las familias y a través de las familias, en el rey de la Humanidad. La acción diabólica está denunciada desde el inicio del Gènesis: El objetivo de la Serpiente es destruir la familia, destruir la Obra de Dios. 

Este es el punto fundamental de la acción demoníaca: expulsar a Dios del seno del hogar e instaurar el reino del pecado mortal habitual en los cónyuges y en los hijos. Ante todo el arma de Satanás es el engaño: “…temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, las mentes de ustedes sean desviadas de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo” (2 Co 11.3).

La enorme trascendencia del mensaje de la Virgen María a Isabel Kindelmann se comprende fácilmente cuando examinamos con detenimiento la acción diabólica que se está desarrollando actualmente en todas las naciones. Todas las fuerzas demoníacas se han coludido para pervertir desde el interior y del exterior la familia tal como Dios la ha diseñado y pedido en la divina Revelación “pues aun Satanás se disfraza como ángel de luz” (2 Co 11,14). Está en nuestras manos parar en seco este proceso de destrucción espiritual de la Humanidad obedeciendo a los mensajes del Sagrado Corazón y del Inmaculado Corazón de María. Jesús y María piden que las familias se consagren a sus sagrados corazones. “Las fuerzas aunadas del mundo entero se necesitan para cegar a Satanás” (DE 207). Consagrar la familia al Sagrado Corazón de Jesús es proclamar el Reino de Dios en el hogar cristiano y rechazar las pretensiones del falso príncipe de este mundo. El cegamiento del Demonio es el triunfo del corazón de Jesús: la familia se convierte en un verdadero santuario en donde se adora y sirve al Dios verdadero. Todos los miembros se comprometen en hacer reinar al Señor en su propia casa. No se trata de que la Consagración quede en una simple fórmula y en una imagen entronizada como un “adorno”. 

Es un compromiso activo de construir todos juntos el santuario familiar con la ayuda del Señor y de María. La familia no es cualquier cosa. No es un banal invento del hombre y no la podemos concebir o modificar a nuestro antojo. No nos pertenece. La familia es la base donde descansa en la práctica el designio divino sobre el ser humano. Es la “institución divina”, más importante porque de ella brota toda la humanidad. Es el instrumento por medio del cual Dios engendra para la eternidad a sus hijos. Por eso debemos defenderla de la “reingenieria social promovida por los grupos de presión paganizantes que han infiltrado la ONU” para imponer su agenda a las naciones del mundo entero: aborto, homosexualidad, matrimonios “gays”, etc. Cuando la familia se aparta del plan de Dios todo se derrumba y termina en desastre para los seres humanos. El pecado original lesionó radicalmente el Plan de Dios sobre la familia. Satanás quiso desbaratar los planes del Creador sobre el hombre llevando la muerte y la división al interior de la relación de Adán y Eva. La solución del problema está en que toda la Humanidad, comenzando por los que gobiernan las naciones, se sometan al Señorío de Jesús. Esto parece imposible. Sin embargo es el meollo del plan de Dios. Las naciones deben reconocer a Jesucristo como EL ÚNICO Y VERDADERO SEÑOR. La respuesta a esta aparente imposibilidad es que cada familia se someta a Jesucristo y que el “reguero de pólvora” se extienda vertiginosamente de familia en familia hasta “abrasar el mundo entero”. 

No olvidemos que nuestros ojos materiales solamente ven lo exterior. Más allá de lo físico, de lo sociológico, está el mundo “espiritual” que no podemos ver. Es allí donde “se juega” la salvación o la condenación de las almas. La oración, la reparación, el sacrificio, el dolor de los bautizados y de todo ser humano desempeñan un papel infinitamente grande en este combate contra Satanás y sus legiones. Lo que nosotros seres humanos con nuestras pobres fuerzas no podemos hacer en favor de la salvación de las almas lo hacen los méritos infinitos de Nuestro Señor Jesucristo, de su Santísima Madre y de los Santos. Mientras más familias se comprometan a vivir intensamente el mensaje de la Llama de Amor ese mundo espiritual será movilizado con más eficacia para cegar al Demonio y derribar su reino de naipes.

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