Segundo paso: Poner a Jesus en el centro de nuestro Corazón

En el Diario Espiritual Jesús se queja muchas veces de la frialdad con que las almas lo tratan. Le dice a Isabel: “Tienes que sacudir a las almas tibias de la desidia en la que se han hundido. Primero háganlos conscientes de que son llamados a vivir en íntima unión conmigo. Comuniquen esto especialmente a las almas que a pesar de que me reciben frecuentemente en su corazón, no por eso se acercan más a Mí. En vano querría llevarlas a mayor profundidad espiritual si ellos dan la vuelta y me abandonan. Ni se acuerdan de Mí en medio de los trabajos del día. ¡Esto me duele tanto! ¡Sufro tanto!” (DE 50-51). Jesús reclama algo que los profetas ya habían denunciado al pueblo de Israel: “Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí”. ¡Jesús se queja! ¿Por qué no llegamos a una mayor profundidad espiritual?, ¿Por qué damos la vuelta y lo abandonamos?, ¿Por qué no nos acordamos de Él en medio de los trabajos del día? Estas palabras nos obligan a un gran “examen de conciencia”. Algo está fallando seriamente en nuestra manera de vivir la Fe dentro la familia. Si no fuese así, Nuestro Señor no se quejaría tan amargamente a lo largo del Diario Espiritual. Invito a los lectores a recorrer el Diario para que nos demos cuenta de cuántas veces el Señor se queja de la frialdad con que lo tratamos. (Quejas de Jesús: Diario Espiritual págs. 26, 28, 30, 45, 51, 56, 57, 72, 73, 75, 76, 77, 80, 87, 88, 91, 92, 115,119, 120, 123, 139, 153, 170, 188, 211, 251, 264). La Fe se transmite y se va educando desde la niñez a la adultez. Este deber le corresponde principalmente a los padres de familia y a la Parroquia. “padres,… tomen a sus hijos de la mano y condúzcanlos en el seguimiento del Señor” (Ef 6.4). El primer deber de la familia católica es criar a los hijos en el seguimiento de Cristo. 

Si meditamos bien los pasajes del Diario en los que Jesús se queja descubrimos a una “Persona viva” que sufre porque no lo amamos, porque lo ignoramos, lo olvidamos, no valoramos lo que ha hecho por nosotros, porque somos ingratos con Él. Jesús habla de “su Corazón” en estas quejas. Lo que más lo agobia es nuestra indiferencia: “el amor desbordante de Mi Corazón no recibe respuesta de parte de las almas. Ámame todavía más, hijita mía, abrázame más estrechamente a tu corazón. Ofréceme tu alma sacrificada y sírveme sólo a Mí con profunda sumisión. Hazlo en lugar de aquellos que no lo hacen aunque son almas consagradas a Mí” (DE80). “Existe acaso alguien que estuviera más abandonado que Yo, más despreciado, a quien hayan olvidado más que a Mí?. Si supieran ¡qué anhelo siento por ustedes! En mi continua soledad les estoy llamando con mucho amor y paciencia y ustedes me tratan como si fuera una persona sin sentimientos. Pero si se acercaran con confianza, sentirían aquel amor que siente mi Sagrado Corazón por ustedes” (DE87). “…pasan insensibles frente a mi inconmensurable sufrimiento? Ustedes también, a quienes he criado al calor de mi Corazón y, a pesar de tanta infidelidad de su parte, les llamo con amor. Vengan con confianza, ¡Yo les redimí de la muerte eterna! ¿o ya no quieren vivir conmigo? ¿Se contentan con las cosas pasajeras de la tierra? ¡Oh! ¡Dense cuenta de la pena de mi Corazón que anhela por ustedes!” (DE120). “¡Tanto me duele el alma! A las almas creadas a imagen y semejanza de mi Padre Celestial que caen en las garras de Satanás, las traga el infierno.

El dolor de mi alma puede ser calmado por la Llama de Amor de mi Madre” (DE188). “¡Es mi delicia estar con los hijos de los hombres! Pero, lamentablemente, esto lo recibo sólo de pocos!” (DE251). “Me duelen las muchas ofensas. ¡Yo estoy tan dejado de lado! Lo que más me duele es que las mismas almas a Mí consagradas me dejen de lado. No tienen tiempo para ocuparse de Mí”(DE264). En estas quejas nos damos cuenta de que Nuestro Señor Jesucristo pide una manera diferente de vivir la Fe. Es necesario pasar de una “religión formalista” a una relación de Amor con el Señor Jesucristo. El formalismo pone por encima de todo el cumplimiento de reglas y tradiciones que constituyen el conjunto de creencias religiosas. Se da la mayor importancia a lo externo. Podemos bautizar a los hijos, confirmarlos, confesarnos, hacer la primera comunión, ir a misa todos los domingos, casarnos, etc pero todo eso “para estar en regla” con la Iglesia o con la “cultura cristiana”. El corazón, sin embargo, puede estar lejos de Dios. Cuando se recibe la Llama de Amor la llevamos a nuestro hogar para evangelizar a la familia. Y el primer paso es anunciar a un Cristo vivo al que debemos amar y servir con todo nuestro corazón. Jesucristo debe ser aceptado como el SEÑOR de nuestra vida al que nos sometemos en todo. Pertenecemos a Cristo, somos de Cristo. (Rom 14,7-9). Cada uno de los miembros de la familia debe hacer este camino personal hacia el Señorío de Jesús: Abandonar al pecado para aceptar y seguir a Jesucristo como su Señor y Salvador. Jesús dice: “Si alguien quiere venir en pos de Mí, que cargue con su cruz y que me siga”. Esto representa el primer “combate espiritual” de la Llama de Amor contra el Demonio en el corazón de cada miembro de la familia. El ideal de la familia católica es que todos conscientemente combatan la obra de Satanás en el interior del hogar, para que en la familia entera Reine Jesús como Señor y Salvador.

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