Católicos: vivamos nuestro BAUTISMO hasta las últimas consecuencias
En el cap. tres del Génesis. “Ella te aplastará” o “Él te aplastará la cabeza”, en último término da lo mismo. Siempre es Jesucristo quien aplasta. Lo hace a través del pie de su Madre. Esa enemistad entre el Diablo y María la experimentamos constantemente. Si no nos damos cuenta de ello estamos en una posición de ceguera espiritual y lo que nos llega y golpea no lo entendemos, no lo comprendemos ni lo dimensionamos. Somos como ciegos. De este texto vamos a aprender que en el Plan de Dios la gracia de la Llama de Amor se inserta en la lógica de la vocación de María Santísima: Madre de Cristo y Madre de su Cuerpo Místico.
Es nuestra Madre y como tal tiene una misión dada por Dios: la de participar íntima e inseparablemente en la Vocación del Hijo de Dios: “Yo he venido para destruir las obras del Diablo”, nos dice Jesús. La obra principal del Diablo es apartarnos de Dios. El Demonio intenta engañarnos como engañó a Adán y Eva, para que nos alejemos de Él, para que lo rechacemos. Nos propone la auto idolatría: que seamos nuestros propios dioses: “serán como dioses”. No tendrán necesidad de Dios.
Entre Cristo y el Demonio hay una radical oposición. Cristo es el Obediente por excelencia: “He aquí, Padre, que Yo vengo para hacer tu voluntad” dice Jesús. El Demonio es el rebelde a Dios, dice: “Yo no serviré”. El Demonio “transmite” a los que se han abierto a su influencia esos mismos sentimientos de soberbia y rebeldía contra Dios. Estar bajo la protección de Jesús es la única garantía contra el poder de las tinieblas. El primer paso para proteger a la familia de los ataques satánicos es poner a nuestra familia bajo el “dominio de Jesucristo”. Vivir el Señorío de Jesús.
Cristo, el Verbo de Dios hecho carne ES EL SEÑOR, EL ÚNICO SEÑOR. No hay otro. Satanás es una “estafa”, es un falso señor. Cuando aceptamos esta realidad y la tratamos de vivir, nace la verdadera libertad en el fondo del alma. El primer objetivo del proceso evangelizador de la Llama de Amor es ayudar a los cónyuges a dar el paso fundamental: reconocer a Jesucristo como el SEÑOR DE SU MATRIMONIO Y DE SU FAMILIA. Esto se concreta en la “consagración” de la familia al Corazón de Jesús y al de María. Así se inicia la lucha de cada día para que se convierta en un santuario.
La consagración a Jesús y María “rompe los derechos de Satanás”.Podemos decirle al Demonio: “¡Vete de aquí porque esta casa le pertenece a Jesús! ¡Nada tienes que hacer en mi familia! !Mi familia y yo serviremos al Señor!” ¿Tiene el Demonio “derechos” sobre nosotros? En teoría no, pero desgraciadamente en la práctica puede llegar a tenerlos si se los devolvemos.
El día de nuestro bautismo proclamamos: “Yo renuncio a Satanás, a sus pompas, a sus obras”. “Prometo seguir a Jesucristo”. Si de verdad viviésemos nuestro bautismo hasta las últimas consecuencias el Demonio no tendría sobre nosotros ninguna posibilidad de dañarnos; pero cuando pecamos retrocedemos hacia la oscuridad y el Maligno aprovecha para herirnos. No se trata de que Satanás tenga “verdaderos derechos” sobre nosotros, sus pretendidos derechos son falsos. Han sido obtenidos con engaños, por seducción. Esos “derechos abusivos” son fruto de nuestros pecados.
El primer efecto de la gracia de la Llama de Amor es llevarnos a la convicción de que sin Cristo no podemos nada. Que solamente Jesús puede aplastar la cabeza de la serpiente: Que por designio divino María es el débil instrumento que Dios usará para humillar al Maligno, sin que Ella tenga en propiedad ninguna fuerza. En el proceso de conocimiento y aplicación de la Llama de Amor a la vida familiar el acto de humildad de nuestra inteligencia es de importancia capital.
Jesús dice que tenemos que hacernos como niños para entrar en el Reino de los cielos. Es necesario hacer un acto de humildad para que la Llama se pueda encender en nuestro corazón. Dios resiste a los soberbios pero colma de bienes a los humildes. En las familias la mayor parte de las mujeres que descubren la Llama de Amor se adhieren sin dificultad a Ella. Muchísimos varones tienen el corazón duro y no se quieren reconocer como sujetos de Jesucristo. Les cuesta abdicar de su “reino” para decirle a Jesús: “¡Tú eres mi Señor! ¡Tú eres mi Rey! ¡A partir de hoy Tu gobiernas mi vida!, ¡Me someto a Ti!, ¡Te lo entrego todo!” Cuando los dos cónyuges aceptan la gracia de la Llama de Amor, desatamos las manos a la Virgen María. Ella puede actuar con libertad total. De nada sirve consagrar una familia si no se va a vivir esa proclamación del Señorío de Cristo. Sería pura fachada, pura mentira.
El Señorío de Jesús implica grandes renuncias, pero también grandes satisfacciones. Si solamente consistiese en poner en práctica las oraciones que María pide, no sería gran cosa. En realidad la consagración abarca toda la vida: la sexualidad, la paternidad, las relaciones humanas entre los cónyuges, la educación de los hijos, la economía, la relación con la Jerarquía, las opciones políticas, la vida de piedad, la cultura, el uso de los medios de comunicación, etc. No nos pertenecemos.