El Sacerdocio bautismal o sacerdocio universal (VII)
Encontramos que Martín Lutero rechazó el Sacerdocio Ministerial. Para él todos somos sacerdotes, obispos y Papas por el bautismo. No hay, por tanto, necesidad de sacerdotes intermediarios entre Dios y los hombres. La visión que Lutero tiene del sacerdocio ministerial es totalmente negativa: se trataría de un invento de los papas romanos; no sería bíblico; es simplemente un medio ideado para explotar al laico, para oprimir a los fieles.
El sacerdocio ministerial sería el culpable de que los laicos sean pasivos ante sus responsabilidades eclesiales. Lutero diseña una Iglesia completamente integrada por laicos. A ellos corresponde asumir la predicación y la administración de los sacramentos. Esta postura convierte a la Iglesia en un cuerpo sin cabeza visible, en un inmenso caos en el cual cada uno se cree inspirado por el Espíritu Santo para interpretar la Palabra de Dios y disponer de los Sacramentos. Los laicos se “clericalizan” y sin ser sacerdotes, ejercen funciones sacerdotales; son funcionarios delegados por la comunidad. En el Diario Espiritual de la Llama de Amor, encontramos una postura totalmente opuesta a la de Lutero: la Virgen María envía a Isabel Kindelmann al sacerdote, al Obispo y al Papa. Con este gesto Nuestra Señora nos indica el verdadero camino. La Gracia de la que Isabel es mensajera es puesta en manos de la Jerarquía, al mismo tiempo que es una herencia a disposición de los laicos.
Sacerdocio y Laicado son complementarios
Ambos, sacerdotes y laicos, forman el Cuerpo de Cristo. Isabel, envuelta en sus dudas y debilidades encuentra en el Obispo, en el Párroco y en su Director Espiritual la fortaleza y la luz que no encuentra en sí misma. Por otro lado las palabras de Jesús y de la Virgen María hacen que Isabel vaya tomando conciencia de su gran responsabilidad como laica en la expansión de la Llama de Amor.
Jesús le dice que su gran campo misionero es en primer lugar su propia familia y en segundo lugar el mundo que la rodea: la Parroquia, la fábrica, el vecindario, la sociedad entera. Ella de hecho está comprometida en un apostolado laical como miembro de la Tercera Orden de los Carmelitas.
Martín Lutero marca el camino a la rebelión contra el Papa, el Obispo, y el Sacerdote: contra toda autoridad eclesiástica. La Llama de Amor nos lleva a la Comunión eclesial y a la colaboración amorosa con los miembros de la Jerarquía.
Jesús se somete a la autoridad del Padre
Jesús es presentado, en el Diario Espiritual, como aquel que depende totalmente del Padre Celestial. “Padre, he aquí que vengo a hacer tu voluntad”. Jesús se somete a la voluntad del Padre y nos invita a todos a imitarlo en la humildad de la obediencia. Hay un peligro de pasividad para los laicos cuando los clérigos sobrepasan su límite de acción e influencia en la vida eclesial.
El Papa Francisco nos habla del “clericalismo” que reduce a los laicos a un estado de infantilismo, inacción o indiferencia hacia las responsabilidades bautismales. De hecho Lutero criticó fuertemente la pasividad a la que muchos laicos estaban reducidos en la Iglesia de su tiempo. El Concilio Vaticano II en el Decreto sobre el apostolado de los laicos (Apostolicam Actuositatem) y el documento del Sínodo de los Obispos de 1987 “Christifideles laici”, llaman de una manera instante a los laicos a asumir la misión recibida en el bautismo.
Un aspecto positivo
Uno de los resultados positivos de la postura luterana fue el despertar masivo de los laicos en el campo del apostolado. El estudio de la Biblia y la predicación insistente del Evangelio a tiempo y a destiempo son una de las características de las comunidades protestantes y constituyen su gran fuerza. Sin embargo esta actividad apostólica sin comunión con las legítimas autoridades: los Obispos, trae como resultado un enorme y gravísimo perjuicio: la división en la Iglesia.
La predicación de los grupos protestantes y el proselitismo exagerado que los caracteriza confunde a muchos fieles católicos, quienes ignorando los tesoros de su fe, dejan la verdadera Iglesia para ir a engrosar las numerosas sectas.
Los fieles quedan así estancados en su progreso espiritual porque se privan de los medios de salvación instituidos por Nuestro Señor: la recta interpretación de la Palabra de Dios, los Sacramentos, la Comunión en la Catolicidad, la mediación de María Santísima Madre de la Iglesia, la intercesión de los Santos, los sufragios en favor de las almas del purgatorio, etc.
La Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María nos lleva a reconstruir la identidad católica de las familias, de tal modo que ante los graves errores del protestantismo se conserve la Fe Apostólica y se ponga un freno eficaz al insidioso proselitismo que disgrega el rebaño de Cristo.