CARTA No.308: LA MEDALLA MILAGROSA ES UN SACRAMENTAL.

La Sra. Francisca, de Guadalajara, México dice: explíqueme por qué la medalla milagrosa es un sacramental y por qué se la llama “milagrosa”. Mi vecina protestante dice que llevarla es pecado de idolatría. 

Respuesta: En cartas anteriores he explicado lo que son los sacramentales. Esta medalla, al igual que muchísimas otras en honor de la Santísima Trinidad, de Jesús, del Espíritu Santo, de la Virgen María, de los Ángeles, de muchísimos santos, es un sacramental porque la Iglesia las aprueba, bendice y reconoce como instrumentos materiales por medio de los cuales los fieles cristianos obtienen gracias de Dios cuando las utilizan con gran fe. La llamada medalla milagrosa es probablemente la más famosa y la más difundida en la Iglesia de nuestro tiempo. Lleva en sus símbolos toda una magistral catequesis dada por la Santísima Virgen María en la que se manifiesta el misterio de su Inmaculada Concepción. Esta medalla fue entregada a la Iglesia por medio de una joven novicia de la congregación de las Hermanas de la Caridad, fundadas por San Vicente de Paúl en Francia. Es conveniente visitar en Internet las páginas que relatan las apariciones de la Santísima Virgen a Santa Catalina Labouré. Allí se explica con pormenores tanto la historia de las apariciones como el sentido de los símbolos que ostenta la medalla. La gente la llamó “medalla milagrosa” por tantos beneficios espirituales y materiales que la Santísima Virgen prodigó a los enfermos en la epidemia de cólera que azotó París en el año 1832. En pocos años esta medalla se extendió por el mundo entero llevando con ella infinidad de milagros verdaderamente extraordinarios como curaciones de enfermos mentales y físicos, problemas psicológicos, posesiones diabólicas, liberaciones espirituales, conversiones impresionantes, beneficios materiales, etc. etc. Los testimonios son infinitos. 

La catequesis que la Virgen nos da es también de una riqueza teológica grandiosa: En el anverso proclama que María Santísima es concebida sin pecado original, que ella aplasta la cabeza de Satanás figurado en la serpiente, que ella es medianera de todas las gracias. En el reverso el mensaje central es la íntima relación entre Jesús y María: unidos íntimamente en la redención del universo. La cruz se asienta sobre la M que representa a María. Los dos corazones el de Jesús y María uno al lado de otro representan la unidad de los dos corazones. Las doce estrellas nos recuerdan el capítulo 12 del Apocalipsis: La Mujer aparece circundada por doce estrellas. Allí vemos tanto a María como figura de la Iglesia y a la Iglesia misma representada por los doce apóstoles. Debemos señalar de manera muy especial que esta medalla desempeñó un importantísimo papel en la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción. El Papa Pío IX declaró como dogma de fe en 1854 que María fue concebida sin pecado original. Preparó al pueblo católico a esta definición dogmática tan importante para la Iglesia. Durante muchos siglos los teólogos habían discutido si María había sido o no concebida sin pecado original. 

El Papa al proclamar el dogma puso fin a estas contiendas teológicas. Es importante entender que los sacramentales son instrumentos para nuestra santificación, para vivir con más fe los mandamientos de la Ley de Dios. Cuando uno utiliza los sacramentales sin la voluntad de conversión pierden el sentido. Llevar la medalla milagrosa y vivir empantanado en el pecado sin la intención de dejarlo es contraproducente. Damos un mal testimonio de uso supersticioso. La llevamos entonces como un talismán o un fetiche. A los hermanos protestantes que rechazan las medallas porque llevan imágenes debemos ayudarles a comprender la doctrina de la Iglesia. Evangelicémoslos. Anunciémosles la buena nueva de María, Madre de la Iglesia. Ellos han sido mal informados. En primer lugar démosles el testimonio de una vida de santidad para que no tengan nada de qué criticarnos y hablémosles de las maravillas que opera en nuestras vidas la verdadera devoción a María Santísima. Mientras ellos no experimenten el amor de la Virgen María no podrán entender la devoción de los católicos a la Madre de Dios.

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