CARTA No.190: La señora Francisca de Chitré, Panamá, dice:

Sigo sus charlas en YouTube, aquí no conozco grupos de la Llama de Amor. Me gustaría formar parte del movimiento. Yo nunca me he confesado, soy católica, pero no me confieso, me da vergüenza confesarme. ¿Es importante la confesión?

Respuesta: Busque en mi blog: https://llamadeamor-corpuschristi.org/ y encontrará varios temas sobre la confesión. ¿Para qué sirve la confesión? Le recomiendo que lea el Diario Espiritual de Isabel Kindelmann. Lo encuentra en línea en el blog. Allí vemos cómo una de las cosas más importantes para Jesús, es que nos arrepintamos de nuestros pecados. Isabel todo el tiempo lleva en su corazón el dolor y arrepentimiento por sus pecados. Jesús la felicita y le dice: “Es tu arrepentimiento hija mía, lo que te ha traído cerca de Mí. Pide este profundo arrepentimiento para muchas almas” (DE 17-4-1962). “Cada latido de tu corazón esté lleno de arrepentimiento” (DE 30-4-1962). La Virgen le dice: “Con el profundo arrepentimiento de tus pecados respondes a mi Santo Hijo” (DE 2-6-1962). El pecado el arrepentimiento la reparación de nuestras faltas el dolor y el sacrificio están íntimamente relacionados en las enseñanzas que el Señor le da a Isabel. Jesús pide arrepentimiento y reparación por los pecados que hemos cometido. En las Sagradas Escrituras vemos que los profetas están constantemente pidiendo al pueblo de Israel que se arrepienta, que reconozca, que confiese, que expíe sus pecados. No puede haber amistad con Dios si no abandonamos el pecado (Sal 51).

No hay verdadero arrepentimiento si no dejamos de ofender a Dios. Cuando Jesús resucita manifiesta su infinita misericordia dando a los Apóstoles la facultad de perdonar los pecados. “Quedan perdonados los pecados a quienes se los perdonéis”(Jn 20,23). Aquí Jesús instituye el sacramento de la reconciliación. La Iglesia, con el correr de los siglos, ha establecido los medios para que podamos aprovechar este gran don. El sacramento del perdón de los pecados es el medio más poderoso que tenemos en la Iglesia para vernos liberado de la acción diabólica. Cuando el sacerdote nos perdona es Cristo quien nos perdona. No existe oración de liberación más eficaz que este sacramento. Es Cristo mismo quien actúa sanándonos espiritualmente, rompiendo las cadenas que llevamos, liberándonos de la acción diabólica. Para que este sacramento actúe en plenitud debe ser bien preparado con un excelente examen de conciencia, con ayuno si es preciso, con gran dolor de corazón, con el firme propósito de no volver nunca más a ofender al Señor. La absolución nos perdona, pero ese perdón va más allá de las palabras. Ese perdón expulsa a los espíritus malignos.

De hecho en los procesos de liberación los exorcistas recomiendan a las personas afectadas por espíritus malignos que se confiesen con mucha frecuencia. La confesión reiterada semanalmente es un poderosísimo medio para debilitar la acción y la fuerza de los espíritus malignos. No debemos permitir que la vergüenza nos impida acercarnos a ese instrumento tan maravilloso como es el sacramento de la reconciliación. En ese caso la vergüenza es fruto del orgullo y del miedo. Nos cuesta mucho humillarnos delante de un hombre tan pecador o más que nosotros. En realidad el sacerdote no es más que un instrumento, un ministro autorizado por la Iglesia para llevar la salud y la paz a nuestras almas. Él no perdona. Él hace presente a Jesucristo. Hay que vencer la vergüenza. El demonio suscita en nosotros la vergüenza y el miedo para que no recibamos este sacramento. Si tenemos miedo pidamos a la Virgen María que nos ayude y obtenga la gracia de confesar nuestros pecados. Vale la pena soportar la humillación que lógicamente acompaña a este sacramento para recibir los inmensos beneficios que trae. No tenemos vergüenza de ofender a Dios, ¿cómo vamos a tener vergüenza de confesar nuestros pecados?

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